South Bend, Indiana, EE.UU.

Discurso de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Universidad Notre Dame
Sábado, 31 de mayo de 1997

Buenas noches a todos.

Gracias, Monseñor.

Hermanos, hermanos de corazón, “Aquí estoy, aquí estoy, aquí estoy”, me dice mi Madre, es ella María la flor del Carmelo, la Madre de Medjugorje, la Madre María de Nazaret, la hermosa azucena y la violeta silvestre de los campos santos de Nazaret. ¡Qué hermosura, María! ¡Qué bella eres, qué suave, qué tierna, que delicada, Madre! Aquí están tus hijos de Medjugorje – la mayoría – los que han visto su Madre. Sí, Jesús, es tu Madre María que bajo todas las advocaciones se ha presentado al mundo, a todos sus hijos de la Tierra para tocar sus corazones y envolverlos con su manto purísimo para aliviar sus cargas y pesares de la vida.

¡Sí, Jesús, qué hermoso es todo esto aquí, Señor, con tantas personas que te están esperando, Jesús, Rey de reyes, Salvador del Mundo, Cristo resucitado! Resucitasteis, Señor, y nosotros también resucitamos cada día cuando nos acercamos a la Eucaristía para recibirte porque nos vas a alimentar, nos vienes a tocar el corazón y envolvernos con tu hálito divino como Salvador de las Almas.

Aquí está todo este pueblo que ha venido de varias partes, Señor, ellos vienen algunos enfermos a buscar la salud a través de tu Madre María de Medjugorje, bajo esa advocación, los fieles hijos de Medjugorje; y dijo fieles hijos, porque ellos están luchando. Sí, María, dando de sí su contributo para que seas reconocida en el mundo entero bajo esa advocación. ¡Qué hermosa misión la vuestra con tus hijos que te aman para poder llevar la Palabra de tu Divino Hijo, oh Virgen Santísima!

  • Jesús de mi corazón, sí, Jesús Bendito mío, ven, Señor, hazte sentir en el corazón de todos los presentes, de los enfermos, de los tristes, de los desvalidos, de los que invocan un poco de consuelo y de esperanza para aliviar sus almas y sentirse renovados por dentro. Ven, Señor, ven con tu Madre, hazte sentir en cada corazón para que todos de aquí salgamos renovados, fuertes, firmes para la batalla con el mundo de pecado, pudiendo así salvar a estos, en estos días… sí, tanto sufrimiento que abunda por los malos tiempos que nos rodean.

Pero yo creo que desde esta noche, Señor y vos, María, los dos se van a ocupar de cada corazón que está aquí llenos de devoción, con el corazón lleno de la gracia con un espíritu de reconciliación.

Es la reconciliación la base fundamental del hombre de hoy, reconciliarnos en unidad fraternal, en unidad de amor con la comprensión debida, con la estabilidad necesaria para comprendernos los unos a los otros y mirarnos a los ojos y comprender al hermano. ¿Qué necesitas, hermano, cómo te sientes, cómo hacer, qué puedo hacer por ti, qué quieres? “Hermano, necesito de tu mano para que me ayudes a caminar mejor.”

He aquí, que se dan las manos y se unen para reestabilizar las células de todas aquellas almas que están confundidas, que se debaten entre la luz y las tinieblas; y ellos avivan la fe del corazón de sus hermanos.

Somos hermanos, para el Señor no hay ni ricos ni pobres, ni feos ni bonitos, ni blancos ni negros. Para el Señor somos todos sus hijos, los hijos de la gracia porque por la gracia han venido al vientre de una madre, para llevarlo allí y que ese hijo vea la luz.

¡Qué hermoso es tener su hijo! ¡Qué hermosos son los hijos! ¡Qué bella es la familia! ¡Qué hermoso es sentirse en el hogar todos unidos en un solo corazón! La mesa está servida y pueden todos tomar sus puestos y alimentarse con el pan de cada día, el pan que el Señor nos da por los esfuerzos de un trabajo laborioso con honestidad, con amor y con la bendición suya para que así todos… pueda la familia sentirse feliz porque convive vida serena, amable con un corazón abierto a todos sus hermanos; toda su familia allí en un solo corazón con su padre, con su madre… y si no está el padre está la madre, esa madre que ama a sus hijos de modo particular.

Yo digo que la madre es bendita por María, porque María fue la bendita entre todas las mujeres por ser Madre del Salvador del Mundo.

Entonces, hermanos, unámonos en esta noche para que se verifique el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, milagros de amor, milagros de vida nueva, milagros de esperanzas, milagros de bienestar espiritual.

Qué hermoso se siente uno cuando sentimos el calor humano de un hermano que nos da la mano con sencillez y naturalidad, cuando alguien te dice: “Soy tu amigo,” cuando alguien te dice: “¿Qué necesitas, puedo ayudarte en algo, puedo comprender las razones porque sufres? Yo quiero ayudarte, hermano. Mira, vamos a orar, recemos el rosario juntos y entendámonos como hermanos verdaderos de sangre.”

¡Somos hermanos verdaderos de sangre, es la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo derramada en la Cruz!, para bañarnos, para limpiarnos, para purificarnos y llenarnos de gozo espiritual pudiendo recibir la gracia y los dones del Espíritu Santo; como por ejemplo, el don del entendimiento para entender qué quiere Dios de nosotros.

  • ¿Qué quieres de mí, Señor? Dame la luz, Espíritu Santo, para entender realmente qué quieres de mí, Señor. Yo quiero, Señor, ser un minarete de tu amor. Yo deseo, Señor, servirte, servir a mis hermanos, amarlos, ayudarlos… a los enfermos, a los tristes, a los que bambolean por las calles que no tienen a nadie en el mundo, los que yacen en los hospitales enfermos, tristes, opacados por el dolor de no tener a nadie: a su madre, o a un hermano o a su padre.

Meditemos sobre de este particular. ¿Cuántos yacen en los hospitales sin tener un ser querido a su lado, cuántos niños huérfanos, cuántas madres solas, cuántas familias están padeciendo el dolor de no tener para mantenerse? Pensemos en todos ellos, y démosle gracias a Dios porque nos ha dado, nos ha dado mucho o en pequeñas dosis, no importa, pero nos está dando lo que necesitamos. Tenemos que pensar en ello y tenemos que orar mucho por los que sufren el desconsuelo de no sentir una mano generosa que se le tienda.

Yo creo que en esta noche, hermanos, el Señor nos está haciendo un llamado, un llamado de conciencia para que adoptemos una actitud frente a la vida con la caridad, caridad a manos llenas… amor; la caridad representa el amor, el amor nuestro hacia nuestros hermanos. Yo a cada almita que está aquí la amo, la amo porque Jesús la ha traído, mi Madre, la ha buscado en sus casas, en sus hogares donde estaban. “Venid, hijos míos, venid todos vamos allí, vamos a cumplir con las obligaciones de la caridad, del amor, de la unidad, de fraternidad, del buen consejo.

¡Qué hermoso es el buen consejo! Cómo nos aconseja el Señor, cómo nos llama a hacer las cosas bien hechas; y digo bien hechas, porque cuando hacemos las cosas con buena voluntad, con deseos de dar de nosotros lo mejor que tengamos ello contribuye al mejoramiento de las almas para que se encuentren a sí mismas, y recapaciten aquéllos que no sienten nada, que no hay un sentimiento profundo de amor hacia su prójimo.

Tenemos que amar y darnos en continuación sin cansarnos de que nos molesten; no, no es una molestia tenderla la mano y nuestro hombro a una almita… es amor… pide una mano, pide un consuelo, pide un alivio a su corazón.

Vamos a dar mucho amor en esta noche a todos nuestros hermanos. Es el amor, el amor que nos envuelve. Dejémonos llevar de ese amor, de la sensibilidad de Jesús. Él nos toca y nos da amor con ternura en el seno de su Madre; nos pone allí para que esa Madre nos consuele, y nos vivifique el alma y nos dé la suavidad suya en nuestro corazón.

Por favor, los enfermos si pueden ponerse de pie, los que puedan. Todo aquel que sienta un dolor en su cuerpo, o tiene alguna enfermedad, o algo que lo ponga triste o que se sienta mal piense que el Señor Jesús los viene a visitar esta noche con su Madre, que los viene a aliviar, que los viene a curar y a llenarlos de esperanzas, de una gran esperanza, de la esperanza de sentirse sanos, robustos y firmes para seguir adelante viviendo el Evangelio, reconociendo que la evangelización es la maravillosa joya que tenemos: el Evangelio.

Es por ello, todos estamos en el deber de evangelizar, el Pueblo de Dios tiene que preparase, tenemos que prepararnos. No es que seamos unos grandes doctores o que sepamos, no. El Señor nos quiere tal como somos, el Señor nos ama, nos ama mucho. Lo que desea de nosotros es humildad; y digo siempre: La humildad es el puente de cristal que nos lleva al cielo. ¡Qué hermosa es la humildad! No importa que no seamos tan instruidos, el Señor nos quiere tal como somos.

Es bello aprender, ir a la universidad… Tenemos aquí una gran universidad, por cierto, este sitio aquí me parece precioso, es algo maravilloso. Me han tocado el corazón todas aquellas construcciones tan hermosas, tan bellas y aquel verdor, las flores que llenan el corazón de alegría y de contento. Me hablaban de Indiana, no la conocía, es la primera vez que la conozco y realmente me siento como una niña que por primera vez comienza a discernir las bellezas del cielo; porque esto es un pedacito de cielo aquí.

Entonces, hermanos, ahora reciban la gracia. Todos la vamos a recibir.

(Hubo unos segundos de silencio.)

“En el Nombre de mi Padre, Yo los bendigo, hijos míos.

En el nombre de mi Madre, Yo les curo del cuerpo y del alma,

y les guardo aquí en mi Corazón, les guardaré, les guardaré, les guardaré aquí en mi Corazón desde hoy y para siempre.”

Que la paz sea con vosotros, que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas. Están en paz y en armonía con el mundo entero.

Pueden sentarse.

Para mí es muy fuerte dar la bendición porque tenemos a nuestros sacerdotes, para eso están ellos para bendecirnos a nosotros, al Pueblo de Dios, pero pienso también en este momento que el Señor también pone a sus criaturas en un momento dado para ser sus instrumentos.

Es hermoso poder sentir la magnitud del Señor, cómo Él penetra en las conciencias de sus hijos, los envuelve en su hálito divino de amor y serenidad para sanarlos, para aliviarlos y para ayudarlos a sobrellevar una enfermedad; por ejemplo, los que están en silla de ruedas y quieren caminar. ¿Cuántos ha curado el Señor por medio de sus instrumentos en la Tierra? Ha habido almas santas, almas muy buenas, almas santas, el Señor da sus gracias a todos.

Tenemos que ser muy humildes y muy generosos, no podemos poner en duda de una persona sin saber qué hay dentro de ella; tenemos que pensarlo muy bien. Es por ello que les ruego: Mucha caridad. La caridad es la flor más hermosa, una rosa convertida en amor, el amor convertido en esa rosa, es la rosa de una Madre que se da y se sigue dando… María. María nos impulsa,  nos lleva, nos comunica tantas cosas.

Hay muchas almas santas en esta noche aquí, siento que hay almas verdaderamente generosas y compasivas, almas que tienen un gran corazón; y, hay almas también que están buscando su verdad, una conciencia exacta de sus deberes de cómo hacer, Señor. “Yo quiero conocerme a mismo y a mis reacciones, para saber qué quieres conmigo hacer. ¿Por qué tengo esta enfermedad?”

Hermanos, esta mujer que ustedes ven aquí vive de milagro día por día desde niña y el Señor me ha dado una esperanza de poder vivir. Vivo para Él, sí, tengo una familia, pero ¡amo a mi Jesús, lo amo tanto y a mi Madre! Ha sido ella quien me ha enseñado a saber esperar y confiar en la misericordia del Padre, Nuestro Padre Eterno de los Cielos, el Dios creador del universo que con su Hijo Divino y con el Espíritu Santo forman las tres divinas personas: el Padre que nos creara, su Divino Hijo que derramara su Preciosísima Sangre por nosotros. ¡Su Sangre la dio por nosotros! Y el Espíritu Santo con sus siete dones para que verdaderamente los sepamos recibir.

¡Los siete dones del Espíritu Santo qué hermosos son! El don del entendimiento – como ya dije antes – para entender realmente qué necesita el Señor de nosotros; el don del buen consejo; por ejemplo, nos da los consejos debidos de acuerdo a su santa voluntad; el don de la piedad, la oración, la oración continua, oración, ello es el soporte más grande que puede tener una criatura… la oración nos da la voluntad, una recia voluntad, nos ayuda a sobrevivir y a cantarle al Señor: Aleluya, aleluya, gloria a Dios. Entonces, hermanos, así sucesivamente todos los dones: la ciencia, la sabiduría son tan hermosas; yo no pido tanto, lo que Dios quiera darme, para lo que Él quiera, donde me quiera, pero donde Él me quiera.

Yo estoy aquí porque el Señor lo ha querido y mi Madre de Medjugorje, mi Madre porque yo todos los días le rezo su rosario a ella, un rosario a María Reconciliadora de los Pueblos y un rosario para todas las advocaciones; como por ejemplo, la del Carmen a quien amo tanto, mi Madre del Carmelo… Me parece ver su nubecita en Haifa como Elías con su Hijo en los brazos. ¡Qué hermosura sin igual!

¡Qué belleza la vida de María! Que vida tan grande, tan hermosa una vida humilde, recogida en su casita de Nazaret conviviendo con su Hijo y San José, el Patriarca San José. Qué hermoso todo ello, tres personas vírgenes y puras; y digo vírgenes, porque la Virgen es la Virgen María y Jesús, Jesús puro y santo, y San José tuvo realmente que soportar crudamente el dolor de no poder tocar a su esposa. ¡Porque Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, se encarnó en la Virgen María! y entonces vino el Señor Jesús.

Qué nacimiento bello en Belén. Los Reyes Magos siguieron aquella estrella luminosa que los llevó allí y encontraron las bestias a su lado, las ovejas, la compañía fue poca, pero fue la compañía celestial, los ángeles los acompañaban y cantaban: “¡Aleluya, gloria a Dios, ha llegado el Hijo de Dios y viene a salvar a la humanidad entera, vino el Salvador! ¡Vayan! ¡Corran! Griten: Hosanna en el cielo, bendito el que viene en el Nombre del Señor. Hosanna en el cielo y en la tierra y en el mundo entero.”

¡Qué hermoso nacimiento! Tenemos que vivir los misterios gozosos con mucho amor, porque es el misterio gozoso hermoso: la encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de María Santísima y así sucesivamente hasta llegar a su nacimiento. Qué hermoso es todo ello.

Qué bella es la plenitud de la vida del Señor y lo que nos está dando. Yo creo que vamos a despertar, tenemos que despertar y aquilatar nuestra fe con el conocimiento de que estamos llegando a los fines de este siglo, y los finales de siglos son duros, dolorosos y tenemos que prepararnos. No anunciando guerras ni anunciando cosas desastrosas, no; sino simplemente preparándonos para recibir el gran acontecimiento para el año 2004 que creo que el mundo va a cambiar completamente. Y digo esto, porque es la inspiración que siento en este momento. El año 2004 va a tocar en los anales de la historia del mundo para que el hombre concientice y se realice como un hombre de bien. ¡Todos los hombres de la Tierra y mujeres, niños, todos formando un ejército de virtudes, de los mandamientos de la ley de Dios que están cumpliendo, de deberes!

Entonces, hermanos, pensemos un poquito en este momento en nuestro Santo Padre el Papa, Juan Pablo II, pensemos en su salud, que en esta noche irradie a su alrededor la luz del nuevo amanecer de Jesús sanando sus penas, sus dolores dándole aliento para volver a su tierra bendita que lo vio nacer. Que realmente se realice el milagro de darnos el Señor un tiempito más, un tiempo largo más… necesita vivir. Su misión ha sido una de las más hermosas y grandes de este siglo llevando a los pueblos y naciones el amor, la verdad dándole al hombre la capacidad de mejorar su actitud frente a la vida, uniéndonos a todos, tratando de que todos nos salvemos a como dé lugar.

Tenemos que salvarnos y unirnos como se unen las olas del mar cuando llegan a la orilla… unidos todos, unidos en el amor, en fidelidad a nuestra Iglesia con comprensión con nuestros hermanos y aún más un gran deseo de vivir el Evangelio. Evangelización – vuelo a repetirlo – es la evangelización lo que necesitamos todos, todos en general prepararnos y asirnos de las manos unos a otros para darnos valor pidiendo al Señor y al Espíritu Santo que ilumine nuestras almas para convivir como hermanos verdaderos, porque mientras que el hombre no se una con sus hermanos de otras razas, de otros pueblos, de otras naciones viviremos en guerras.

Tenemos que unirnos, tenemos que amarnos y soportarnos aún al hermano que tiene otra religión… caridad, conciencia exacta de nuestros deberes… reflexionar. Tenemos que perdonarnos unos a otros y amarnos, darnos las manos… convivencia, convivencia, convivencia espiritual.

Y ahora, voy a decirles algo: Estoy muy agradecida de esta invitación, de todas estas almas que han venido y otros que se han acercado, sí, hubo el gran movimiento vuestro: las invitaciones para hablar aquí. Yo sé que ha habido muchas conversiones, yo creo que esta mañana con la Santa Misa que fue hermosa y bella hubo conversiones, hubo almas tocadas, porque han venido personas también que no han sido invitadas, quizás, han venido para seguir la corriente maravillosa de nuestra Madre celestial, María de Medjugorje, de todos sus hijos que la siguen. Han venido muchas almas y muchas almas ya verán el milagro de una Madre; y digo el milagro de una Madre, porque se hará sentir en todos los corazones vuestros. Es ella María la reina, la esperanza nuestra, es ella María la flor del Carmelo, es ella María la bienamada de la humanidad. Porque ella es la bienamada de la humanidad, es la Madre de Jesús, es la Madre nuestra. ¿Qué más queremos si tenemos a esa Madre y tenemos a ese Hijo por el Padre que nos creara?

Entonces, vamos a darnos las manos en convivencia espiritual, vamos a dárnoslas pensando que Jesús convive entre nosotros, que Jesús está aquí palpable, no lo vemos, pero en el ambiente se siente a Jesús. El silencio lo demuestra, en el silencio está Él, está María, están los sacerdotes, nuestros sacerdotes que son la esperanza de un futuro mejor.

Porque el sacerdocio nos da a nosotros lo mejor: la absolución de los pecados y la Eucaristía, el Cuerpo místico de Jesucristo es lo más grande que existe. Tenemos a nuestras religiosas que nos ayudan, nos dan los Evangelios en el colegio y nos aconsejan, nos dan el matiz de la niña que debe comportarse bien cuando éramos niños y ahora a los que están niños.

¡Qué bella es la vida religiosa! Yo conviví entre ellas y me sentí el ser más feliz sólo que Jesús me llamó a encontrarme con un mundo que yo desconocía y he tenido que resistir y sigo resistiendo, resistir hasta el final, hasta el día que me llame.

Qué hermoso eres, mi Señor.

No tengo palabras para dar las gracias de que alguien invite a esta pobre mujer, una mujer que ama y siente a Dios, que siente a sus hermanos, que siente sus dolencias, que siente sus corazones palpitar. Es el pálpito de María en el corazón vuestro y aquí en el mío para unirnos, para aprender a ser humildes, generosos y compasivos con nuestros hermanos con la quietud del alma, con la esperanza de un futuro renovador, consolador como consuela el Señor, solamente Él, Él que nos alivia, Él que distribuye sus gracias… el Espíritu Santo sus dones y nos da la esperanza de poder seguir adelante firmes, como soldados de Cristo. Ni un paso atrás, siempre adelante decididos, reafirmando nuestra fe y llevando en los labios las palabras:

  • Jesús, yo confío en Ti.
  • Jesús, yo confío en Ti.
  • Jesús, yo confío en Ti.

Como nos lo dejara Sor María Faustina en la Divina Misericordia de mi Señor.

  • Oh Señor Jesús, qué grande eres. Sigues adelante, la turba te sigue. Todos vamos contigo; vamos, Señor, vamos siguiendo tus pisadas y tu Madre está a tu lado.

Ella enseñándonos la manera de poder vencer nuestras debilidades, nuestros pecados, vencer nuestras dolencias, vencer nuestro cuerpo con la energía que da Jesucristo, con su Sangre Preciosísima, con su Cuerpo que recibimos cada día.

Yo les ruego, hermanos: Eucaristía, la Eucaristía diariamente; el santo rosario diario especialmente el rosario dicho en familia, todas las familias con el santo rosario en mano: Ven, hijo, ven y siéntate aquí vamos a rezar el santo rosario, vamos a pedirle a la Virgencita que visite nuestros hogares, vamos a pedirle a Jesús, a su Hijo Divino como Niño Querubín que nos dé una sonrisa. Él viene a sonreírnos, a iluminar nuestros rostros con su presencia, Él viene a cada hogar y toca los corazones.

Él va a tocar a muchos en esta noche – recuerden esto – los va a tocar y qué hermosura sin igual van a sentir en sus pechos. Jesús rebosante de alegría, una alegría sana, suave, tierna, delicada y podremos respirar, sentirnos como nuevos, renovados como se renuevan las plantas cuando llega la primavera con sus primeras flores, flores benditas del cielo, flores hermosas con olores maravillosas que llegan al alma, a cada corazón.

Gracias, hermanos.

Dios los bendiga a todos, Dios bendiga la obra de Medjugorje y todas las obras, todas, todas las apariciones del mundo… bendiga a cada una y vayan adelante sirviendo al Señor, sirviendo al hermano, porque servir al Señor es servir a tu hermano, servir a tu hermano es servir al Señor, porque Jesús quiere que nos sirvamos los unos a los otros, que nos amemos, que nos demos las manos y que seamos humildes, generosos, compasivos con todos los que nos rodean, que se crucen en el camino de nuestra vida.

Bueno, hermanos, me voy llena de paz, de serenidad y de una alegría infinita como la niña inocente cuando le regalan su primera muñeca… una muñeca en mi corazón. Quiero pensar que esa muñeca hermosa, bella, radiante es María, es ella y la llevo conmigo dulcemente, con vosotros todos asidos a mi corazón con el corazón suyo, a ese corazón materno que nos ha venido a recoger a todos.

A todo el estudiantado, a todos los estudiantes, a los alumnos, que el Espíritu Santo llegue a sus almas, a sus mentes. Muchachos, adelante al servicio de Dios, al servicio de su parroquia, al servicio de quien los necesite, al servicio de sus hermanos, servicio continuo. El servicio es donación que se hace con humildad, con mucha humildad, con mucha paciencia, con un gran deseo de sentirnos todos en uno, uno en todos, todos en Dios, Dios en cada uno de nosotros.

Y ahora, que Dios los guarde a todos y los bendiga.

Estoy agradecida, agradezco a todos, a todos, a todos… de Medjugorje.

A toda esta misión hermosa que está naciendo que crezca con frutos jugosos de la vendimia de este año en septiembre para que así la gracia del Espíritu Santo se siga derramando sobre todos ustedes las luces de la fe y del conocimiento, que es el conocimiento de reconocer que hay un Dios perfecto como son perfectas nuestras obras – tienen que salir bien – porque está el Señor de por medio y el Señor hace sus cosas perfectas porque es el único que las puede hacer perfectas si las ponemos en las manos de Dios.

Quedan en tus manos, Señor, todos tus hijos. Gracias, Señor; gracias, Señor; gracias, Señor.

Gracias a vosotros todos, gracias

(Aplausos.)

            Les dejo aquí la imagen de María Reconciliadora de los Pueblos para que con la Madre María de Medjugorje que es una sola Virgen, Madre de Dios, trabajen para la gloria de Dios y el bien del Pueblo de Dios que es un pueblo que ama y siente a su Madre bajo todas las advocaciones.

En este día la Virgen de Medjugorje con María Reconciliadora se dan las manos porque es una misma Madre que clama: paz, amor, justicia y bien para sus pueblos.

Dios los guarde. Dios me los bendiga.

(Aplausos.)