Continuación del discurso por parte de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Residencia de la Flia. Kyle
Jueves, 8 de marzo de 2001 7:00 p.m.
[…] con esta Misa tan hermosa, con sus palabras para esta bella familia, que han estado muy callados y silenciosos con mucha paz, recibiendo al Señor. Recibir al Señor es el alimento más grande que tenemos, es la vida, la vida que crece, que se fortalece, porque la Comunión es la vida que llega al alma, al corazón, a las profundidades de nuestro espíritu, de toda nuestra persona porque el Señor toma posesión de nosotros, con todas nuestras debilidades. Es por ello, nos sentimos felices, felices porque Él está viviendo dentro de nosotros, en nuestras almas, en nuestro espíritu, en nuestro sentir de persona, porque lo amamos… para hacer algo bueno en la vida, hacer bien, caridad a manos llenas, espontáneos, naturales, dando lo mejor de nosotros a quien nos necesitara.
La Santa Misa me ha llegado al corazón con mucho sentimiento, con mucho amor… espontáneos, naturales, como verdaderos cristianos. Ustedes como sacerdotes han venido aquí porque el Señor lo ha querido así.
Me siento feliz, por Ron y Charlene, son tan buenos, generosos, compasivos, buenos amigos con esa sencillez y esa espontaneidad natural que tienen.
De tal manera que estoy llena del espíritu de mi Señor, estoy conmovida, es una sorpresa para mí, Él me va llenando de una felicidad. Hoy justamente el Señor se ha presentado, ha venido a darnos su luz, a darnos esperanza, la ilusión de seguir adelante viviendo el Evangelio, amando a nuestros hermanos, aumentando nuestra fe cada día, aquilatando esa fe, pudiendo merecer, ser vistos en el cielo por el Padre Nuestro, el Padre, Nuestro Padre y Señor en su Hijo Divino y el Espíritu Santo, iluminando nuestras almas, amando a nuestros hermanos, sintiéndolos en nuestros corazones y tratando por todos los medios de hacernos mejores, fortaleciéndonos, enseñándonos, encausando nuestros pasos hacia la luz verdad, de la justicia, de la comprensión, del amor, de la humildad.
¡Qué hermosa es la humildad!, la paciencia, una conciencia exacta de los deberes, con un corazón abierto a la gracia – eso es lo mejor que puede tener un ser humano – ser espontáneo, natural, dispuesto a servir a todo lo que se presente, con humildad aceptar las cosas de la vida, pensando que Jesús convive entre nosotros de la manera más natural.
Convive entre nosotros; no lo vemos pero lo percibimos: sus palabras, podemos sentirlo en nuestras almas con su presencia fuerte, recia, dulce y suave al mismo tiempo; con sus palabras, el Padre Nuestro que está en el cielo. Él nos viene a enseñar de nuevo que sigamos adelante, seamos firmes, concientes, con un gran deseo de dar gloria a Dios, de amar al Padre, al Padre que está en los cielos.
Y para usted, Padre, siga adelante con humildad, con paciencia, entendiendo a los muchachos, a los jóvenes. Es un trabajo fuerte pero es un trabajo hermoso, maravilloso, único, tener sacerdotes para salvar almas, muchas almas a como dé lugar, no importa cómo llegue la gente, lo importante es salvarla; y usted, Padre, ha tenido un trabajo tan grande todos estos años. Con humildad, con paciencia siga adelante salvando muchas almas para Dios; ya ha salvado muchas criaturas con sus oraciones, con su humildad, con su paciencia, con la Santa Misa.
La Santa Misa eso es lo más grande que tenemos; es el regalo más grande, la Santa Misa; la Comunión, eso es lo que a mí me tiene parada, como sea todos los días, a como dé lugar, ese es el regalo más grande que Dios nos ha podido dar a los católicos. Siempre adelante con la Comunión diaria, siempre.
A ustedes también los invito: Comunión diaria, nunca se cansen, siempre firmes, fuertes, recia voluntad para recibir al Señor, Él te fortalece. Podemos estar enfermos, tristes, no importa, pero tratemos de ir; el Señor nos está esperando para guiarnos, para darnos fortaleza, para ayudarnos a caminar mejor motivados por su Corazón, por su Corazón Divino para aliviar nuestras penas.
Entonces, yo diría, estamos aquí para seguir al Señor, seguirlo a como dé lugar. A nuestros hermanos debemos enseñarles cómo el Señor está en el corazón, a ser espontáneos, naturales, con una conciencia libre de toda contaminación con el mundo del pecado, libres, cada día acercarnos a nuestros hermanos, a nuestras familias, a nuestros seres queridos, a nuestros amigos, a todo el que se cruce en nuestra vida con una mirada, con un apretón de manos, una palabra a tiempo.
Todo lo que tú hagas con caridad eso vale: una mirada, un apretón de manos. No importa cómo lleguen ni de donde vengan, lo importante es dar, darnos en continuación, aunque parezca una locura, pero una mirada, una palabra, no dejar a las personas con una palabra que necesite.
La alegría… debemos estar alegres con serenidad, en paz, con un conocimiento escondido entre nosotros de la manera más natural. Nosotros tenemos que sentirlo en nuestras almas porque Él está silencioso esperándonos, Él está viéndonos cómo vivimos, cómo estamos.
Es necesario todos los días, en la hora que podamos, orar; si es posible hacer la Hora de Adoración. La Hora de Adoración te hace firme, fuerte, decidido, te sientes libre en las manos de Dios que te lleva, te conforta, te calibra el alma, que tu corazón reluce de su claridad, de espiritualidad renovada, franca, espontánea, natural. Así es que debemos ser, siempre frescos, libres, libres de las ataduras del pecado.
Gracias, Padre, gracias por este hermoso regalo del cielo, gracias por compartir estos hermosos momentos con nosotros.
Yo me siento conmovida. Quiero decirles que yo no olvidaré este día, porque sentí algo muy especial en mi corazón, algo bello que me llenó el corazón de esperanza, esperanzas nuevas, esperanzas que espero que se conviertan en realidad, en un nuevo futuro; no me importa nada, nada que me ate al mundo, lo importante es amar a Dios sobre todas las cosas, claro amar a mi familia, a los míos, pero amar a Dios es lo más grande, porque tú te sientes fuerte y firme aunque estés enfermo, aunque estés triste, pero estás con Él, ese el regalo más grande de hoy cuando lo recibimos a Él, que nos alimentáramos con su Cuerpo Místico.
Gracias, Señor; gracias, Padre; gracias a todos, que Dios los bendiga a todos.