Palabras de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Residencia de la Flia. Cannon
Domingo, 11 de junio de 2000
[…] para que el hombre se levante a evangelizar, ya no es solamente el clero, las monjas, no, nosotros en familias porque hay que enseñar a sus hijos.
Yo veo al Japón, esa parte de allá del oriente así y tengo mucho miedo. Estados Unidos tiene que protegerse, yo sé que se está protegiendo y que sabe hacer las cosas muy bien hechas, pero a veces pueden equivocarse, no hay que lanzarse a la deriva así; hay que esperar y ver las cosas más claras para poder discernir realmente el mensaje que el Señor les está dando a todo el mundo en este momento.
Ustedes van a comenzar a darse cuenta de que hay algo en el mundo, de que hay algo que se está moviendo, pero que al mismo tiempo les da la base para reafirmar sus pisadas. Ustedes dirán: “¿Qué pisadas tendremos que dar?” Esas pisadas son las de la renovación espiritual de nuestras almas, de nuestras mentes, de nuestros corazones para que así se avive la fe y se aprenda a convivir con los hermanos porque todos nos necesitamos; unos servimos para una cosa y otros sirven para otra, pero nos necesitamos. No vamos a decir: Yo no necesito. Todos nos necesitamos.
De tal manera que yo creo que Buenos Aires es una nación muy generosa, muy buena, dotada de gracias especiales porque pienso que los valores humanos aquí no se están perdiendo, habrá sus desmedidas, sus cosas así por allí, pero hay calidad humana, hay sentimiento, hay oración, hay base religiosa y no sé por qué estoy diciendo esto. Lo digo porque pienso que ha llegada el momento de recogernos todos, de aunar fuerzas, de formar una cadena de oración permanente, seguida, auténtica con la verdadera fe del hombre o de la mujer que desea colaborar con sus hermanos para perfeccionar esas vidas; y digo perfeccionar aunque no existe la perfección, me parece que es difícil, pero sí corregir las fallas que haya y orar más, pensar menos en nosotros mismos y pensar también en los niños.
Hay que salvar a los niños a como dé lugar porque los niños y la juventud son los seres que van verdaderamente a orientar al mundo dentro de unos años, dentro de 10 años en adelante. Ahorita, todavía están las cosas así… que no saben qué hacer. “Yo no sé qué hacer.” El otro no sabe, pero viene un momento en que nos van a llamar a cada uno de nosotros a trabajar para dar gloria a Dios, gloria a María, a la Santísima Virgen María.
Ya ha llegado el momento de la Virgen María; y digo el momento de la Virgen María, sí, la hemos amado durante años y siglos la gente y todos nosotros también, pero hay que darle el puesto de la Madre corredentora del mundo. Sí, la Iglesia está haciendo mucho, pero falta todavía un poco que pasar para que se den cuenta, porque realmente María es la luz del mundo; Jesús es la luz del mundo, pero su Madre María viene a ocupar el puesto de su Hijo, o sea, que su Hijo le da a la Madre la luz, como diciéndole: “Madre, ocúpate Tú de mis hijos, ocúpate de mis seres queridos, ocúpate los míos, de los inocentes, de los que crecen, ocúpate porque Tú como Madre podrás tocar los corazones aún más, porque Yo me debo ahorita, en este momento a Mi Padre para crear en el mundo la fuerza positiva del amor, porque todavía el amor brilla por su ausencia.”
Digamos así, o sea, que no es ese amor que haga capaz a una persona de dejarlo todo por Dios. Es muy difícil que la gente lo deje todo por Dios que se lance, pues a la oración, a la meditación, a la penitencia, a la Eucaristía, que se lance a llevar la Palabra de Dios porque todo el mundo tiene miedo de que lo persigan o le hagan. Sí, la Iglesia está haciendo mucho, está haciendo, es verdad, pero todavía faltan muchas cosas que arreglar y que ordenar; por lo menos, reunir a las personas, lograr reunir a las personas, lograr que tengan su grupo de almas y ese grupo se perfeccione más, aunar fuerzas corrigiendo las fallas, ¿no?, y levantándose para llevar la Palabra de Dios.
Yo estoy aquí… yo no sé, el Señor me ha traído, me ha traído por una motivación. Ni pensaba hablar siquiera, pero yo pienso que ustedes van a entenderme mejor porque cada uno de ustedes va a recibir. Ustedes dirán: “¿Qué voy a recibir yo?” Cada uno va a recibir su chispa, la chispa divina, la chispa del amor, la chispa de la esencia de Cristo y eso es lo más grande que tenemos: Jesús en estos tiempos entre nosotros. Ustedes dicen: “¿Pero cómo?” Jesús penetra en las almas, penetra en las mentes y se vale de esas almas, de esos seres, de esas criaturas para que lleven el mensaje de que es la hora de levantarse todos para aunar fuerzas y constituirse en hermanos de una misma patria, de un mismo pueblo, de una misma nación, o sea, todas las naciones unidas, los pueblos reuniéndose todos.
Ustedes se van a acordar de mí, aquí va a venir una reunión en el mundo de llamar gentes – acuérdense de esto – unidas las naciones. Van a tener que hacerlo porque es un momento que se va a presentar difícil, yo tengo mucho temor de que de oriente a occidente venga algo fuerte que hay que detener a como dé lugar. Fíjate lo pude… una cosa en el corazón tremenda.
Que Dios le dé la vida al Santo Padre el Papa, que nos lo deje así viejito como está y todo, pero que no sufra mucho. Ay, Dios mío, es que se nos está yendo, pero hay que orar mucho por él porque él va a dejar cosas muy hermosas que después lo vamos a saber nosotros todos, cosas para el Pueblo de Dios, para la vida del hombre, para el crecimiento del niño, para la mujer, para todos: niños, niñas, hombres, mujeres; él nos va a llamar a todos para prepararnos.
De tal manera que, yo diría, estoy aquí como quien dice: Un alerta al mundo de corregir las debilidades, de ser mejores, de llamarnos nosotros mismos y no engañarnos de que somos muy inteligentes y que lo sabemos todo. No sabemos nada, el único que sabe es Dios Nuestro Señor y los talentos que Él ha escogido en la vida, uno que otro, pero no es que lo podemos hacer todo, no. Somos débiles, mientras hay carne, sangre y sentidos el alma no puede ser perfecta; hay debilidad.
Entonces, en este día, Julie, Dios ha querido que viniera a tu casa, gracias a Dios y estoy contenta y feliz porque veo que tú estás haciendo una labor bonita, una labor de amor, de unión, de fe, de caridad, de conciencia exacta de los deberes y un gran deseo de dar a tus hermanos la fuerza constructiva del amor que es muy bonito.
Ahora, les voy a pedir que todos los jueves Eucarísticos el que pueda me vaya a la Santa Misa y me comulgue. Los jueves Eucarísticos, eso es lo más grande que tenemos, la entrega de Jesús en la Eucaristía, entonces, esa entrega de Él la tenemos que seguir nosotros para aprender a vivir y lograr que nuestra vida mejore, nuestros sentimientos, nuestros corazones todos se encuentren para salvar al mundo, para salvar al hombre, para reeducar a los niños, a los inocentes, a los jóvenes… reeducar, no diría: Educar, reeducar porque la educación no ha estado vasta todavía, falta un poco todavía; hay que corregir muchas fallas en los hombres.
Entonces, se necesita una voz de los alto que encienda los corazones, que les dé el fuego del amor de Jesucristo y que nos ayude a soportar y a sobrellevar nuestras cargas, nuestras luchas, nuestros deberes, nuestra cruz, diría yo, una cruz a cuesta amorosamente no con desprecio o decir: “Yo no puedo ya más.” No, todos podemos hacer un poquito más.
Les voy a decir algo: Julie, que Dios te bendiga, hija; bendiga a tu esposo, tus hijos, tu familia, toda tu gente que venga de Buenos Aires y a todas las personas especialmente las que están contigo para que esa misión siga aumentando, creciendo y conservando el corazón limpio de ambiciones personales. Todos tenemos ambiciones personales, la mayoría, pero ir con paso… sin correr, en tu puesto para que así la luz del Espíritu Santo llegue cálida con una luz suficiente para iluminar a todos los que te rodean; y también que sus esfuerzos sean para los niños, el catecismo, la catequesis a los niños, las Horas de Adoración los Jueves Eucarísticos, la Santa Misa los domingos, por supuesto, los sábados, pero aquellas almas que estamos muy cerca de Dios, no muy cerca de Dios, digamos, que amamos a Dios, que seguimos al Señor tenemos que hacerlo todos los días si es posible. No dejen la Comunión diaria, ello es el alimento que nos transforma y nos da vida sobrenatural, nos da vida nueva y nos la va a seguir dando desde hoy en adelante.
Ustedes van a cambiar completamente, ustedes van a seguir siendo iguales en sus cosas familiares, en sus familias, pero van a cambiar ustedes como personas ante los ojos de Dios.
Los llamo a la meditación, los llamo a la penitencia los viernes, los llamo a la Eucaristía, eso es lo más importante en la vida, lo más grande que tiene la Iglesia: oración, meditación, penitencia, Eucaristía; vuelo a repetir: oración, meditación, penitencia, Eucaristía; oración, meditación, penitencia, Eucaristía porque eso lo conduce a uno a desarrollar los sentidos en todo sentido con luces, con gracias, con carismas del Espíritu Santo y hay que desarrollarlos porque se necesita en estos momentos.
Vamos a necesitar en el mundo mucha capacidad intelectual, espiritual, material, de todo aspecto porque nos van a llamar, va a ser un momento de un llamado mundial para que el hombre despierte y verdaderamente se complementen todos en unión fraternal de identificación de valores, de amor de Dios, de comprensión.
Los hogares, los padres de familia, los muchachos… llamar a sus hijos, recogerlos, habarles, hacer una Hora en su casa los Jueves Eucarísticos en sus hogares, la Eucaristía… Hacer la Hora de Adoración en la Iglesia el que pueda que lo haga y el que no pueda por cualquier razón, lo hace en su casa con su familia.
Eso es mi pedido de esta noche, de este día: la Hora de Adoración. Es lo más grande que tenemos, hijos, porque en esa hora logramos quitar todos los obstáculos del mundo que nos azotan, que nos dañan, que nos perjudican. Vamos a comenzar con el santo rosario diario, todos los días.
Y ahora, pues, no tengo más nada que decirles, sino: Apuren el paso, mediten, piensen y se darán cuenta de muchos detalles que uno a veces cree que está muy bien, que está muy bien en la onda de esa Iglesia santa y a veces estamos distanciados sin darnos cuenta. Vamos a apurar el paso y a encontrarnos como niños inocentes y como personas adultas también, pero que están dispuestas a mejorar su vida interior y a vivir el Evangelio.
Dios nos guarde a todos.
TODOS: Amén.
(Después de una reunión donde todas las personas participaron, la Sra. María Esperanza continuó expresando:)
[…] porque él es un santo varón que derramará mucho bien el día que se vaya, los milagros serán múltiples.Ésta es una convivencia, la convivencia estrecha lazos, estrecha los valores, estrecha las manos con un apretón de manos, una mirada, una sonrisa, una palabra, un gesto todo ello contribuye a acercarnos y mirarnos a los ojos con lealtad, con honestidad, con honradez, con pulcritud y nos enseña a soportar las horas aunque estemos parados – me da mucho dolor con los que están parados porque yo no puedo aguantar mucho estar parada – nos da la resistencia, el valor, nos da la paz, la serenidad, la quietud.
Por eso, tenemos que estar con mucha paz, con mucha serenidad, con mucho amor, con mucha humildad, con mucha paciencia, con mucho temor de Dios y un gran espíritu de soportación, soportar. No importa, digan lo que digan, usted va hacia delante con Dios, con Él siempre con Él, Jesús el Divino Maestro con sus enseñanzas, Él nos enseña a aprender a convivir. El aprendizaje de convivir, eso es lo más importante en la vida, parece mentira, pero eso es lo más grande: La convivencia, si no sabemos convivir con las personas estamos perdidos en el horizonte, pero si sabemos convivir podremos ganar muchos corazones, muchas almas, muchos seres bien dispuestos, como ha estado dispuesta Julie a trabajar para darle gloria a mi Madre Santísima, a Jesús; a la Virgen, a María la Madre suya, María Virgen y Madre de la Iglesia, Madre de la Iglesia.
¡Cómo amo yo esa advocación: Madre de la Iglesia! Es tan grande ella, son sus ministros, sus sacerdotes… la salvación del Pueblo de Dios.
Hay que pedir por nuestros ministros, por nuestros sacerdotes cada día para que sientan el regocijo en su corazón al levantarse de que van a escuchar la confesión de un ser y que le van a dar la absolución de sus pecados a esa persona; que van a decir la Santa Misa para que la escuchen y darles el Pan Divino del Señor en su boca para que se alegre su espíritu y se conviertan y se salven todos.
Eso sí es grande: Poder dar la Comunión a multitudes. Pensemos en todo ello y sentiremos que nuestro corazón se recoge de dulzura inefable por Jesús para recibirlo y hacer que nuestros hermanos lo reciban, hijos. Eso es lo que tenemos que hacer todos… nos llena el corazón, nos vivifica, nos da ternura, nos da humildad, nos da paciencia, temor de Dios, nos da valor, entereza y voluntad. Porque las obras de Dios se hacen con voluntad, con entereza; no discurriendo solamente y hablando, no, no. Vamos al caso… adelante, a pararse de pie y firme, adelante caminando, entrando donde tenemos que entrar, donde el Señor nos lleve, donde el Señor quiere formar sus grupos porque es el Señor… nosotros somos solamente pequeñas ovejitas que somos llamadas a llevar la Palabra de Dios, a encender los corazones, a aliviar las penas y quebrantos de nuestros hermanos, a consolar a los enfermos, a los tristes y a ayudarnos mutuamente todos en un solo corazón que es el Corazón Inmaculado de mi Madre Santísima María con el Corazón de Jesús su Divino Hijo.
Qué hermosa es la gloria de Dios. Qué hermosa es María, qué bello es Jesús. Dos seres que se amaron tanto y se siguen amando, Madre e Hijo. Piensen un momento, ver a la Virgen con Jesús, ella como Madre y Él como Hijo pequeño. Qué belleza, es una belleza sin igual nunca sentida por el hombre, ojalá que lo sintieran todos lo que significa una Madre con su Hijo en brazos… la Madre y el Niño, la Madre y el Hombre.
El hombre que se levanta por la mañana para ir a su fatigosa labor del día en las familias a buscar el pan de sus hijos; qué belleza es eso. Las mujeres que también nos levantamos a nuestros trabajos; qué hermoso también ocupándonos de nuestra casa, de nuestro hogar, de nuestra familia, hacer los alimentos, montar la olla en la cocina, darle frente a las necesidades diarias de que tenemos que hacer esto; aquello el hombre en la fatigosa tarea de su trabajo en la calle o donde tiene que trabajar.
Qué hermosa es la vida, si todo eso lo vemos así es bellísima, es hermoso como florecen todas las rosas del jardín de mi Madre, cómo salen todas las margaritas tan humildes, tan bellas que se mueven, es como el rocío de la mañanita clara todo lo llena de nieve blanca. Qué hermosa es la vida, tenemos tantas bellezas; si pudiésemos pensar por un momento lo que nos ha dado Dios, tendríamos que estar de rodillas diariamente, todo el día dándole gracias de mañana y de tarde para pensar:
- Señor mío y Dios mío, qué grande eres y nosotros tan pequeños. ¿Qué haremos, Señor, para hacerte feliz?
La felicidad estriba en el amor, en el amor puro, en el amor casto de un niño inocente, de una niña virgen, de un alma santa de Dios.
Entonces, hermanos, estamos aquí para observar un poco cada rostro, cada persona, cómo razonan, cómo piensan, cómo nos movemos, cómo nos hacemos los unos a los otros por las manos, cómo nos miramos, cómo nos comportamos. Es un silencio, el silencio de Dios que permanece en silencio para mirar y sentir cómo estamos de verdad.
Entonces, yo diría, en respuesta a ello: El Señor ilumina a sus hijos, los conserva sanos de mente y de cuerpo, sólo que por las debilidades de la carne el hombre flaquea y cae en el peligro… la mujer, pero como Él nos ama se detiene a nuestro lado para preservarnos del mal, de las debilidades de la carne; por lo menos, yo diría, de los jóvenes, que sean preservadas las vírgenes, las muchachas de las malas horas que puedan tener y los muchachos también preservarse del mal, del pecado. Por eso, tenemos que meditar mucho, por eso son las Horas de Adoración en el mundo para crear un recinto sagrado donde la polilla no venga a llenar los bancos de sucio, para que aprendan, niñas, a conservar frescas y lozanas sus almas; para que se cuiden las vírgenes, las muchachitas, jóvenes para que no den impulso a sus sentimientos, a su corazón a cometer errores… limpias, puras, dignas con el Evangelio en la mano y los jóvenes también con el Evangelio en la mano leyendo cada día.
Tomen el Evangelio, abran, donde le sale ese es un llamado del Señor y en ese llamado se aprende tanto, nos enseña tanto el Señor, por eso tenemos los Evangelios, tenemos esa carta maravillosa suya, ese libro suyo, esa donación suya para enseñarnos a vivir el Evangelio, enseñándonos que ese es el libro más grande que tenemos, el Evangelio, los Evangelios, allí podemos ser maestros, podríamos llegar a ser si los leyéramos continuamente todos los días, porque allí los pasajes son grandiosos, únicos en la historia del mundo, por eso cada uno tiene que tener sus Evangelios en su casa, en su hogar, en su familia, su Biblia para constituirse en hermano a la disposición de Dios, de la Iglesia.
Todos somos Iglesia, somos de la madre la Iglesia, somos parte de esa Iglesia. No es nada más el sacerdote, sí, ellos son nuestros pastores que nos iluminan, que nos ayudan, que nos confiesan, que nos dan la Comunión, – muy bien – pero nosotros también somos dueños de ese Evangelio porque el Señor nos lo ha dejado, nos lo ha entregado en la mano para que lo leamos y para que aprendamos a vivir el Evangelio, por eso se habla de aprender el Evangelio. No es que no lo viste, que no se ocupan de a los hijos enseñarlo; esa es la base primordial.
Cuando ya el niño toma conciencia, comienza en familia a reunirse y abren, lo que salga allí, esa es una respuesta del Señor, en ese día, en esa fecha, en esa hora, porque así se aprende a vivir, a concientizar, a valorar los hechos de los apóstoles, de la vida que vivieron, los hechos de Jesús, sus curaciones, lo que Él vivió, sus momentos también que tuve Él turbado. Muchas veces se turbaba por ciertas cosas que veía que no eran lógicas. Qué fuerte fue para Jesús cuando se enfrentaba con los apóstoles, alguno de ellos que quería, pues, traspasar los límites y Él con aquella prudencia tocaba las cosas muy suaves, pero cuando alguien se imponía tenía carácter y voluntad, con una recia voluntad, con un Corazón de oro – fíjate tú, dos cosas tan grandes: un Corazón de oro y una voluntad recia y fuerte – para enseñarnos que tenemos que saber manejarnos con la docilidad humana y con el carácter y la voluntad también.
No podemos ser así que nos manejen, que nos lleven, no. Cada persona tiene su personalidad y esa hay que cuidarla… celo apostólico, un celo apostólico por las obras del Señor, por su Doctrina, por su amor que nos da, por su humildad que nos enseña, por su carácter. Un gran carácter tuvo Jesús, un carácter indomable y, sin embargo, había sus horas en que Él con la humildad del justo, del sencillo hombre de pueblo se postraba por tierra para darle gracias a su Señor, las gracias que le daba continuamente. Así fue llevando a los apóstoles, así llegaron todos y formó a su gente, los formó a todos… unos traicionaron, quizás, pero luego se arrepintieron, luego se arrepintió el que lo vendió.
Entonces, yo diría, no vamos a pensar que todo el mundo va a ser fiel, que todo el mundo nos va a seguir, que todo el mundo nos va a querer, no, no. En la vida espiritual, no, hay mucho enemigo, mucha gente, porque la gente no cree en la sinceridad de las personas, la mayoría no cree que las personas hagan las cosas sino por hacerlas, que no las hace con verdadero amor, con el sentimiento humano que tiene aquella persona.
De tal manera que, yo diría, seamos cautos, vayamos con pie firme, pero bien decididos cuando lo demos, esos pies cuando los movamos, y no nos vayamos… que aquí está pasando esto. “Vuelo por aquí y por allá buscando la verdad.” Iglesia, Iglesia, Iglesia, nuestra madre la Iglesia nos enseña. Fulanito me enseña esto, no; voy a la Iglesia, hay sacerdotes, hay religiosas, hay gente preparada para eso. Tenemos que estar bajo esa vigilia de ellos, son los vigilantes de la Iglesia, nuestros sacerdotes, nuestras religiosas, nuestros seres queridos que amamos, familiares también que amamos y queremos.
De tal manera que, yo diría, cada persona también tiene que tener un director espiritual. Yo tuve los míos, toda la vida los he tenido. Hay que tenerlos porque a veces somos débiles y podemos cometer faltas y no tenemos ni la culpa, quizás, por una tontería, por cualquier cosa, nos creemos saber manejar muy bien; no, no es así. Uno cree que está perfecto, que está muy bien; tú tienes que tener el sacerdote que te absuelva los pecados, que te llame al botón. No es decir: “Ya yo me siento una santica.” No, cuánto le falta a uno, muchísimo, todos tenemos muchos defectos, somos débiles; cuando tenemos carne, sangre y sentidos el alma no puede ser perfecta, somos débiles.
Entonces, yo diría: Hijos, llamémonos a nosotros mismos a conciencia, reflexionemos, busquemos un confesor, un buen director espiritual; ustedes dicen: “Que me ayude a vivir realmente el Evangelio y a vivir en cónsona con esa madre la Iglesia.” Porque somos todos Iglesia, toda una Iglesia, pero lo importante es que en verdad convivamos con esa Iglesia como tiene que ser, como debe de ser, como tendría que ser para todo el mundo, por lo menos los católicos, todos los católicos del mundo y pedir por la conversión de todos los pecadores y buscarnos a nosotros mismos para encontrarnos con Jesús, buscarnos a nosotros mismos para encontrarnos con Jesús, – vuelo a repetirlo – buscarnos a nosotros mismos para encontrarnos con Jesús. De otra manera no podremos, estaremos esperando siempre: “Vamos a hacer esto.” Y no lo hacemos. “Y vamos a esto.” No, nada de sí y de no; todo tiene que ser concreto, perfecto, las obras de Dios son perfectas allí no hay violencia, nada de eso, allí hay rectitud.
Entonces, yo les voy a decir a los muchachos, a los jovencitos: No le nieguen a sus padres nada, los jovencitos que estén por allí o niñitos. Al padre y la madre no se le puede negar nada porque son los únicos que pueden poner remedio a las cosas y un buen confesor, más nadie, porque uno cree que está muy bien y se lava las manos y resulta que no. “Mi amiguita…” La amiguita, entonces te traiciona y te dice el secreto que tú le has dicho porque a mí me llegan muchos casos. Entonces, no hay necesidad de desacreditarse una persona siendo una inocente criatura que por una debilidad tal o cual, pasó tal cosa y ya todo el mundo tiene que saberlo. Por eso, no le nieguen a sus padres nada, cuéntenle a sus padres todo, hijos, por lo menos las niñas y los niños también.
Es tan hermoso tener los padres, nuestros padres y nuestras madres que nos motivan a que seamos mejores, a enseñarnos, que nos enseñan, que nos dan todo; esto es con la juventud. Y ésta es una juventud jubilosa, hermosa, bella y radiante. Que esa juventud se desarrolle y crezca espiritualmente para donarse a quien lo necesite; y digo donarse, porque hacer el bien es la fórmula bendita que nos lleva al cielo. Dar y dar y no cansarse de esperar, dar y dar y no cansarse de que te están molestando, no, no se molesten; el que pide en Nombre de Dios no puede molestarle a ninguna persona porque está ejercitando su espiritualidad de manera que tiene que dar lo mejor de ella, lo mejor de él.
Yo sé que estamos cansados todos, a lo mejor, verdaderamente ya es tarde, pero yo quería… Ese puntico que traté allí es muy importante, el de los jóvenes, el de los muchachos; y eso es detrás, no es que los vamos a fastidiar: “No salgas para acá, no vayas para allá.” Pero seguir los pasos: “¿Qué hacen? ¿Cómo están? ¿Con quién van por aquí y por allá? Seguimiento a los hijos porque por eso es que están pasando tantas cosas. Los casos que a mí me llegan son desastrosos muchas veces de gente, pobrecita, que me da dolor, madres vueltas locas. ¿Por qué? Porque no supieron en el momento frenar a los muchachos; el muchacho se frena cuando está jovencito, después de que ya llega a los 21 años ya no hay nada que hacer, a los 18 años ya empieza el muchacho a desplegar sus alas para afuera y lo mismo las niñas que ya son señoritingas, no, no; hay que seguirlas para que no haya tanto atropello, tanto dolor y tanto llanto.
Por eso es que me preocupa la juventud a mí, que no sean engañados, que no sean ultrajadas las vírgenes, que no se maneje en esa forma tan violenta como lo están haciendo estos en estos días. En estos momentos en el mundo que se están perdiendo las personas por causa de la violencia […].