San Isidro, Buenos Aires, Argentina

Encuentro con los jóvenes
Residencia de la Flia. Pérez
Miércoles, 14 de junio de 2000

Una hermosa concurrencia, una bella juventud con su sonrisa, con su alegría. La juventud motiva a los grandes.

  • El Ángelus.
  • Oh María, sin pecado concebida, rogad a nosotros que recurrimos a vos.
  • Gloria
  • Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
  • Corazón Inmaculado de María, sed la salvación mía.
  • Ave María purísima, sin pecado original concebida.

Pueden sentarse.

Con el permiso del Padre comienzo.

Buenas noches a todos, o buenas tardes, diría yo, porque éste es un atardecer muy hermoso y muy bello, ya las luces de la ciudad se hacen sentir iluminándolo todo.

Jóvenes, juventud jubilosa, juventud hermosa, juventud que ríe y canta, que ora, que verdaderamente es la luz del mundo; y digo luz del mundo, porque la juventud atrae la verdad, el conocimiento, porque están en busca de la verdad, en busca del conocimiento, en busca de su Dios, de su Madre Santísima la Virgen, en busca de valores morales, espirituales.

La juventud de hoy está saliendo adelante; y digo adelante porque están en busca de su verdad, la verdad de un Dios en perfección, la verdad de una familia: “Necesito tener mi familia, una familia que me dé valores, que me enseñe a vivir.” Eso es lo que hacemos nosotros los padres, enseñarlos a vivir, a conocer al mundo, a competir en las competencias que hay de los juegos en las escuelas, en los colegios… valores… de todo existe en el mundo, pero siempre nosotros tenemos que ir con mucho cuidado, no enredarnos. Los jóvenes tienen que pensar muy bien lo que quieren, lo que sienten y ese sentir es el Corazón vivo de Jesús que reina en cada corazón con el Corazón Inmaculado de María, especialmente en la juventud.

Jesús está buscando a la juventud, Jesús ama muchísimo a la juventud, Jesús es el Pastor de Almas que nos pastorea, que nos va llevando, pero a los jóvenes con especial cuidado porque Él quiere que se renueve la faz de la Tierra. El mundo entero debe renovarse con jóvenes buenos de verdad, jóvenes conscientes, equilibrados, sanos con un corazón robustecido de amor, de fidelidad a su Iglesia, a nuestra madre la Iglesia.

Hijos, lo más grande es la Iglesia, nuestra madre la Iglesia; y digo nuestra Madre la Iglesia, porque allí está la verdad, está Jesucristo, está su Madre, está un Dios en perfección, perfecto que nos creara a imagen y semejanza suya, que nos diera vida y ser… Dios, sin Dios no podríamos vivir nosotros, es Dios quien nos trajo al mundo, quien nos hizo creer y saber los derechos que nos corresponden en la vida y también la labor que tendríamos que hacer en la vida. Cada cual de ustedes tiene una labor en sus estudios, en sus trabajos, en sus casas, en sus hogares con sus familias, con sus padres.

Qué cosa tan grande es la familia; y digo la familia, porque la familia es lo más grande del ser humano, tu hija, tu familia, tu hijo, tu madre, tu padre que se sacrifica por ti, que hace todo para que tú lleves a efecto tus ideales, tus sueños, aprender a vivir entre hermanos. ¡Eso sí es difícil!, no todo el mundo sabe vivir al lado de otra persona y tenemos que aprender a vivir, a compartir, ¡a compartir! Tengo un pedacito de pan, lo comparto con mi hermano porque está en ese momento allí, es como un hermano; un amigo se convierte en hermano. Tenemos una pena, un quebranto o un dolor vamos a hablar con este amigo porque a lo mejor este amigo me da una palabra de consuelo; te da la palabra porque, quizás, está viendo las cosas más claras que tú en ese momento que tú necesitas saber una respuesta de algo. Pero para todo ello lo más grande son sus padres, hijos, en los padres ustedes van a encontrar todo lo que necesiten porque ellos tienen todo para dárnoslo.

Yo amé a mi madre… mi padre murió cuando yo estaba muy pequeña, pero tuve a mi madre que fue una santa mujer. Amen a sus madres, a sus padres. La madre es la benefactora; y digo la benefactora, porque ella es quien nos consiente más que los padres, los padres son más fuertes algunos, pero la madre está siempre escuchándonos lo que le contemos, lo que le digamos. Por eso, yo les digo a ustedes: No le nieguen nada a sus padres, a su madre especialmente porque el padre es más recio, es más fuerte y los puede regañar muy fuerte, pero la madre sosiega, calma, suaviza el ambiente, les da el calor humano que necesitan, les da la palabra justa que necesitan para salir de aquella pena, de aquel quebranto, de aquella angustia, de aquella debilidad que tienen en ese momento por cualquier motivación, por cualquier cosa que haya pasado.

De tal manera yo les ruego, muchachos, busquen a sus padres, su familia. Mi familia, mi hermano, mi primo, mi abuelo, mi tío, mi familia, mi familia… Eso es lo más grande que tú tienes, la familia. Lo digo yo porque yo tengo una gran familia: siete hijos y diecinueve nietos. Entonces, esto es tan bello, es tan grande… amarse, quererse, contarse sus cosas, no esconderles a sus padres nada; todo. “Aquí está lo que siento, papá; lo que siento, mamá, lo que siento, mi hermano.” “Hermanito, ven, ven que te tengo que contar.” No esconderse las cosas, prefieren al amigo antes que a su familia, no; la familia es sagrada, la familia es tan grande.

Vemos la familia de Nazaret, cómo se amaron Jesús, María y José, la Santa Familia de todos los tiempos, de todos los siglos que perdurará a través de generaciones y seguirá: Jesús, María y José el áncora de salvación del mundo, la familia, la Sagrada Familia.

La familia es lo más grande que tenemos, y lo vuelo a repetir: No le nieguen a sus padres nada. Muchachos, cuando tengan una pena, un quebranto, una tristeza ábranle sus corazones, ábranle el pecho: “Aquí está, mamá, me está pasando esto.” “Papá, me está pasando esto.” Les hablo así como a niños porque son en verdad niños, niños grandecitos algunos, pero les digo de sus padres porque cuando el padre o la madre saben que el niño tiene una pena, un quebranto o una angustia inmediatamente ellos tratan de ordenar las cosas, las ideas vuestras, las ideas que les permiten… que les abra su corazón total para ellos poner remedio al mal. Aunque se pongan bravos o se disgusten en un primer momento, pero no le oculten nada a sus padres. Muchachitas, las niñas, por lo menos las jovencitas, no le oculten nada a sus madres, hijas.

La mujer es una rosa blanca intocable, debe conservarse pura, limpia, casta, virgen hasta el día en que pueda casarse o busque la vida religiosa, que tenga la vocación para servir a Jesús, a María; a Cristo Jesús. Yo tuve muchas ansias de servirle al Señor, pero el Señor me tenía reservada otra cosa, una vida más agitada, más fuerte, más dura, diría yo, pero muy hermosa… una familia, y donarme y entregarme a todo el que me necesitara, dar de mí mi pequeño contributo a mejorar la vida de los seres, a consolarlos, a aliviarlos con sus penas, con sus tristezas, con sus enfermedades, con sus tribulaciones.

Qué hermoso es poder servir, qué hermoso. Hijos, sirvan; nunca digan: “No.” No, siempre digan: “Vamos a ver, yo voy a hacer todo lo posible.” Pero no digan: “No, yo no puedo.” Esa es una herida que recibe la persona porque se siente triste de que lo rechacen así; hay que ser muy suave en la vida, hay que ser muy tierno y muy generoso… o decirle: “No puedo ahorita, vamos a ver, pero vamos a ver cómo se resuelve.” Siempre buscando una claridad en todas las cosas, no ocultando verdaderamente el valor moral, espiritual que llevan dentro. Saquen todas esas cosas buenas que tienen, todas esas hermosuras, esas bellezas espirituales que Dios les ha donado a todos los jóvenes del mundo, del mundo entero: ricos, pobres; feos, bonitos; negros, blancos; de todos los colores, de todas las razas.

Hay tantas razas en el mundo, tantos seres que sufren, tantos seres que están sufriendo en estos momentos y cada uno de nosotros, quizás, tengamos nuestro techo, nuestras necesidades bien remediadas, y tanta gente que sufre y pasa tanto trabajo. Pensemos en ellos cuando vayamos a la Eucaristía a recibir al Señor:

  • Las necesidades de los que sufren, Señor, de los que agonizan, especialmente los agonizantes, de los que mueren trágicamente.

Hay que pedir por todo el mundo, hay que estar con todos, todos estrechándonos los brazos, no importa que aquél esté en Pekín, esté donde esté, pero tú cuando tengas al Señor, que tú lo sientas en tu corazón que te está renovando, que está removiendo tus entrañas, tu vida, tu ser, tu mente para que recapacite y vea la luz de la verdad y del conocimiento divino, en ese momento piensen en todos los tristes, en todos los enfermos, en todos los que no tienen un techo, un hogar, una familia.

Y les hablo en esta forma porque realmente éste es el momento culminante de la historia de la Iglesia, de la madre la Iglesia. Nuestra madre la Iglesia cómo está trabajando silenciosamente, cómo ha trabajado hasta ahora… sus sacerdotes que dejan sus padres, sus madres, lo dejan todo por seguir la vocación. Yo hubiera querido ser monja, ese fue mi ideal, pero Dios me quiso en el mundo batallando, aunque me duela mucho, pero batallando continuamente para lograr un poquito de consuelo en las almas, en los corazones, en los niños, en los ancianos encorvados por los años que ya uno empieza a envejecer.

Yo les diría especialmente: No pierdan la Santa Misa, si es posible diariamente con la Comunión. Yo sé que muchos no podrán hacerlo, pero el que lo pueda… hágalo. Eso lo que lo conserva a uno fresca y lozana su alma, su espíritu, su corazón fuerte, firme y dispuesto siempre a dar una palabra de esperanza y de consuelo a las personas. La Comunión es el refugio y la esperanza del cristiano; la Comunión es la luz viva, votiva de Jesús que se presenta a nosotros trayéndonos su alimento, su Cuerpo Místico, un Cuerpo Santo, un Cuerpo Divino, un Cuerpo Purísimo donde Él nos abriga con ese Cuerpo, nos limpia, nos depura, nos hace mejores, nos hace humildes.

La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo, sin humildad no hay nada que hacer en el mundo; una persona puede ser muy talentosa, muy intelectual, muy preparada, muy culta… todo, pero no tiene ese algo, ese sentimiento puro del alma dispuesta a darlo todo. No hace nada, no está haciendo nada en absoluto. Sí, hijos, se los digo porque es la corriente maravillosa de las almas que buscan a Dios.

Sean modestos, muy modestos, hijos, no es vestirse de harapos… decir que es la modestia, no, es vivir como Dios quiere que vivamos, en donde Dios nos ha colocado, en nuestro ambiente. Tú vives en tu ambiente, yo en el mío, el otro vive en el suyo, pero todos vivimos y todos nos tratamos. ¿Por qué? Porque es la regla de las virtudes de la fe, esperanza y caridad; la fe que motiva, la esperanza que da alientos y la caridad que da el amor.

No esperen de mí un gran discurso de cosas allá muy talentosas, muy hermosas, no; de mí esperen de una mujer, de una madre que ha batallado desde niña porque mi madre quedó viuda y le cuesta a una madre criar a cinco hijos, es fuerte. (La Sra. María Esperanza empieza a llorar.)

Me conmueve porque yo sé cuántas madres estarán pensando en sus hijos en este momento y que los están perdiendo porque se han ahogado en el pecado, porque no han tenido la suficiente voluntad de volver sus pasos hacia Jesús, hacia María, hacia el ángel de su guarda y se están perdiendo esos jóvenes, pero yo confío que aquéllos que están ahorita sufriendo alguna tempestad del tiempo y de los días se recuperen y vuelvan sus pisadas a la casa que los vio nacer con su familia, porque yo sé que hay muchos muchachos que se han ido de sus casas, de sus familias porque no se entienden con su familia. Si no nos entendemos con nuestra familia, ¿con quién nos vamos a entender? Piensen en ello.

Es necesario tratar de visualizar a la Madre del cielo, a María, Madre de Dios y Madre nuestra que está entre nosotros, María convive entre nosotros diariamente en nuestros hogares, en nuestras familias; no la vemos, pero sí sentimos en ciertos hechos de que ella está allí presente visualizándonos, viéndonos, siguiéndonos.

La juventud tiene que crecer especialmente en sus estudios. Qué hermoso es estudiar, aprender a conocer la vida y el mundo, desarrollarse con serenidad, con aplomo, con coraje, con energía, con valores humanos; qué hermoso es todo ello.

Entonces, yo les diría a todos ustedes, los invito a vivir el Evangelio. Yo sé que tienen a sus sacerdotes y religiosas – así lo espero – que los aconsejan, que los han llevado por buenos caminos sus padres, su familia, pero también una voz más no está de más, sentir algo… una madre, una madre que ama y siente a todo el mundo en su corazón, no importa de dónde vengan ni cómo lleguen, lo importante es darle la mano en el momento preciso para asirlos a mi corazón, no importa todo lo demás.

El impulso de la madre santifica al hijo, fíjense en esto, porque ese corazón se abre y cuando se abre lo da todo, todo ese amor que flota, que está adentro sale para afuera para recoger a sus criaturas, a sus seres queridos, a sus niños amados, a sus jóvenes que comienzan a dar los primeros pasos en la vida.

Yo diría: Recójanse ahorita en este mismo momento, un minuto siquiera y piensen en sus hogares, en sus casas, en sus familias; todos piensen en sus hogares, en sus familias, en sus casas, véanse en su casa. Deben tener un lugar siempre para estudiar, para orar, vayan a ese lugar o al patio, donde esté. Vayan a sus casas en este momento porque Jesús los acompaña, Jesús quiere conversar con ustedes, Jesús es amante de la juventud. Yo amo también mucho a la juventud, mi vida ha sido con pura juventud, toda la vida desde niña hasta ahora que soy madre y ya con mis años.

Jesús está en cada corazón vuestro, en cada alma, en cada espíritu, en cada persona en un solo ser; Él, Jesús, el Bien Amado de la creación, el Hijo de Dios, el más Grande entre los grandes, Jesús de Nazaret.

  • Mi Bien Amado Jesús, te entrego a estos niños Señor, yo sé que ya son tuyos; son tuyos, Señor, pero en esta tarde recíbelos y llévalos de la mano, condúcelos. Yo sé que lo estás haciendo, Señor, pero, quizás alguno se te quiera salir de la mano porque a veces los muchachos se revelan.

“¿Qué rezadera es esa?” “Que si mi mamá, mi papá.” Eso es innato y eso es corriente, pero yo quisiera que Jesús permaneciera en cada uno de ustedes, Él está entre nosotros, Él permanece aquí y permanece en todas partes del mundo, pero yo quisiera que ustedes lo recibieran con el corazón rebosante de alegría, de ternura, de amor con la ilusión de pensar: “Yo voy a sacar mi carrera, yo voy a ser algo en la vida, algo noble, algo generoso, algo que valga la pena. Tengo que llegar como han llegado tantos que han sabido valorar las virtudes de la fe, esperanza y caridad y han aprovechado eso para asumir la responsabilidad de hacer bien las cosas.”

Tome cada uno ahora su cruz: “Es mi cruz, la cruz de Cristo que llevó sobre de sus hombros la llevo yo.” Llévenla, hijos, cada cual tome su cruz, mediten sobre la Cruz que le abrió los brazos a mi Jesús. La cruz es hermosa y bella, la cruz es motivación de renovación espiritual, la cruz es fuerte, es firme, es poderosa, es grande, es suave cuando la arrastramos dulcemente en nuestro costado como la vemos en el Señor; amen la cruz. A veces dicen: “Yo no quiero llevar cruces, yo no quiero saber nada.” No, hijos, aprendan a vivir, tenemos que aprender a vivir; hasta los viejos tenemos que aprender, cada día aprendemos una cosita más que nos enseña a vivir el Evangelio y ello es lo que quiero yo, evangelización.

Todos ustedes con el Evangelio en la mano discurriendo, ya se acabó eso de que: “Yo no voy porque no tengo una cultura, una preparación muy grande, yo no voy a ir.” No, los más humildes, los más pobres… Yo he conocido seres que eran tan pobres que no tenían nada y han llegado a ser ilustres y grandes personajes en la vida. ¿Por qué? Porque han aprovechado el tiempo con la oración, con la meditación, con la penitencia, con la Eucaristía todos los días fuertes, firmes, decididos, comprensivos y humanos, y salieron a flote, hoy están ocupando grandes puestos, grandes cosas, han hecho mucho y han ayudado a su familia, han ayudado a sus seres queridos, han ayudado a mucha gente.

Entonces, yo diría, todos tenemos derecho, cada uno de ustedes tiene derecho y ese derecho debe estar en la enseñanza de la evangelización, evangelizar… una mirada, un toque de mano, una sonrisa, una palabra a tiempo, todo eso, ello es lo que tenemos que inyectar a los hombres, a la vida, al niño, al joven, a la madre, al anciano, al padre, a todos porque nuestros padres y nuestras madres nos están dando el néctar del amor suyo que es el amor verdadero, el amor que no lo compra nadie… su padre, su madre; eso es lo más grande que se tiene en la vida, es la salvación nuestra, de todos los seres de la Tierra.

Yo quisiera que todos ustedes no faltaran nunca, yo sé que quizás lo hagan, los primeros viernes al Sagrado Corazón de Jesús y los primeros sábados a la Santísima Virgen María. Es tan bella esa devoción al Corazón vivo de Jesús con el Corazón Inmaculado de su Madre pudiendo así sentirse sobrecogidos del aliento divino del Señor y de su Madre, saliendo airosos en todo momento de todo contratiempo, de toda tristeza, de todo mal rato que pueda pasar o pueda haber pasado.

Yo no soy nada, aquí está el Padre, él sí sabe, él que es un sacerdote, que es un religioso que se entregó a Cristo, que lo dejó todo, que ama al Señor y que está constantemente en la mesa allí para decir la Santa Misa, para dar el alimento, el Cuerpo Místico de Jesús y lo hace todos los días, todas las mañanas o todas las tardes, no hay cansancio, no hay temor, no hay tristeza; es suavidad, es ternura es amor. ¿Por qué? Porque Jesús está con él. ¿Y saben lo que significa ello? El sacerdote representa a Cristo en la Eucaristía allí, cuando ellos están consagrando está el Señor con ellos, viene Jesús de verdad; ese pedacito, esa Hostica que ustedes ven pequeñita, eso vale más que todo el oro del mundo, eso es lo más grande que nosotros tenemos en la vida. No dejen la Comunión, no la dejen nunca.

Yo les repito esto, porque me da un dolor a veces que muchos jóvenes que podrían recibir al Señor, no lo reciben, son débiles, no tienen tiempo. “¿Para qué?” La Comunión, la Sagrada Comunión despierta fortaleza, despierta poder, la gracia de Dios, fuerza sobrenatural, se identifica con Jesús, se identifica con María, se identifica con sus hermanos, con sus padres; especialmente con sus padres que es lo más grande que uno tiene.

Sus padres, respeto al padre, respeto a su madre, respeto a sus hermanos. No pelearse las familias, no pelear en la casa por una tontería, por un juguetico o cualquier cosa… un pleito, no, no, no. Eviten todas esas cosas que puedan dañarlos con mucha ternura, con mucho amor, con mucha suavidad y con una gran alegría. Siempre estén alegres, nunca: “No.” Siempre riendo, siempre sonriendo suavemente alegres, felices, contentos, siempre sacar de una cosa desagradable, llevarla a una cosa agradabilísima. “Esto no me gusta, esto me desagrada.” Eso ya lo dejamos allí, pasemos a otra parte y estamos contentos, alegres y felices; inmediatamente se siente uno renovado.

A estudiar y a aprender con una rectitud muy grande, hijos, con una confianza ilimitada en el Señor y con un corazón abierto a la gracia porque la gracia está en todos nosotros, todos tenemos la gracia de Dios. “No, que tú no la tienes.” Todo el mundo tiene la gracia de Dios porque Él es poderoso, Él nos da las gracias sobreabundantes para que nosotros las aprovechemos y sepamos vivir el Evangelio.

Evangelización necesitan estos tiempos y todos tenemos derecho de evangelizar, ya no solamente el sacerdote, el sacerdote nos prepara para que nosotros también evangelicemos, salgamos, no importa que no tengas una cultura vasta, una doctora allá, una cosa muy grande, no, no. A Dios le gustan las cosas débiles y flacas, pero fuertes y firmes en el interior de su alma para poder batallar y esas batallas son de amor, batallas de amor, de amor sublime, de amor perfecto, de amor que lo inspira a uno a hacer cosas muy hermosas, muy bonitas y muy bellas; esas cosas pertenecen a Dios, son cosas de Dios.

Dar de sí su contributo a la sociedad humana ¿Saben lo que significa ello? Darse a los demás, no importa cómo lleguen ni de dónde venga la gente: rica, pobre; fea, bonita; negra, blanca, no, pero darle una mirada, un apretón de mano, una sonrisa. Sonreír siempre, hijos, no estén… no, sonrían. La sonrisa da dulzura, suavidad, ternura en el corazón y uno se siente desbordado de las caricias celestiales de María y de Jesús, ello es el contentamiento del niño inocente. Al niño cuando tú le haces una gracia, el niño ¡ay!, se sonríe, está alegre y feliz. ¿Saben lo que significa tener un niño en los brazos sonriente y alegre? Una ternura infinita, es algo que te toca, que te llega.

Yo diría, todos ustedes se preguntarán: ¿Qué pasa con esa señora? Pasa, hijos, que la vida lo va enseñando a uno mucho y esas enseñanzas nos sirven para llevar a los corazones la esperanza de un mañana mejor, ese mañana mejor es la ilusión por las cosas generosas, por las cosas buenas de Dios que nos da, apreciar en todo concepto lo que significa: Dios entre nosotros.

Dios convive entre nosotros de la manera más natural; no lo vemos, pero Él está presente en nuestros actos de la vida, en nuestro comportamiento de vida, en todo sentido. Por eso, tenemos que estar alertas de no cometer errores porque pesan con lágrimas en el alma luego, después.

Entonces, vamos a pararnos un momento. Piensen en toda su familia, en todos sus hogares, en todos sus enfermos, en todas las personas que ustedes aman y quieren para que a ellos también llegue esta visita del Señor en esta noche, porque Él los va a visitar a todos en sus hogares, en sus casas, en sus familias para aliviar sus penas, consolar sus enfermos, darles la salud, darles la paz, darles la sabiduría, el entendimiento para sus clases a los muchachos, a todos ustedes darles un corazón sensible, generoso, compasivo con sus hermanos, darles el don del entendimiento para entender realmente lo que ha querido significar esta noche en este día, haber venido yo aquí, a esta casa, a este hogar, a esta familia que se lo agradezco mucho su invitación.

Que Dios los bendiga y derrame todas sus gracias sobre de este hogar, sobre de esta familia, sobre de todas vuestras familias, de todos ustedes con la presencia del Padre, dándonos él la esperanza, el consuelo, el alivio porque él lo dejó todo, dejó el mundo, está en ese mundo, pero dejó de ser feliz, feliz como llamamos nosotros: “Mi esposo, mis hijos, esto…” No, él prefirió a Cristo. Yo preferí a Cristo, pero Dios me quiso aquí en esta forma; a él Dios lo quiso para Él sólo para que viviera el Evangelio y lo hiciera vivir a todos para transformar las almas como lo está haciendo porque es muy inteligente, muy bueno y muy humilde.

La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo, sin humildad no hay nada que hacer, con la humildad lo conseguimos todo, lo logramos todo y eso es lo que tiene usted, Padre. Que Dios lo guarde.

De tal manera que los voy a dejar en las manos del Padre para que él les hable, porque los superiores tienen que ocupar su puesto, y usted ha venido aquí para darnos el consuelo, la esperanza, la ilusión de tocar esos corazones, esa juventud jubilosa.

Yo amo también a la juventud, mi vida se ha desarrollado con los muchachos, con toda la juventud desde niña, muchas muchachas, muchas amigas, muchos seres queridos; y digo que es hermoso tener sus amigos sanos, robustecidos por la fe y el amor de Dios, limpios y pulcros; los quiero así dotados de carismas del Espíritu Santo.

Ahora, muchachos, piensen en sus hogares, en sus familias, en sus estudios, en sus profesores, en sus colegios, en sus liceos, en sus universidades los que están en la universidad, piensen que un rayo de luz ha caído del cielo en este atardecer y ustedes van dotados de los dones del Espíritu Santo para estudiar, aprender y visualizar realmente que Jesús convive entre nosotros de la manera más natural; no lo vemos, pero sí está presente, sí sentimos su presencia cuando tenemos una angustia le pedimos a Él. Él está presente con todos nosotros y está conviviendo con nosotros de la manera más natural suavemente, tiernamente y con un amor indescriptible, no hay palabras.

Los amo, muchachos, sigan adelante, que Dios me los guarde, me los bendiga, gracias a todos.

Pase, Padre, usted.

(Aplausos.)

PADRE IGNACIO RACEDO: Yo les voy a dar sencillamente a todos la bendición, ya que me lo pide María Esperanza. Seguro que mientras que la escuchábamos, a María Esperanza, sentíamos que nuestro corazón se abría; que el Señor con esta bendición los abra aún más, los llene del Espíritu Santo – hemos vivido la fiesta del Espíritu Santo, ahora el domingo – que se derrame abundantemente en el corazón de cada uno, de cada una, sobre todo en ustedes jóvenes por intercesión de María joven.

El Señor esté con ustedes.

TODOS: Y con su espíritu.

Jesús Resucitado los colme de la abundancia de los dones y de los frutos de su Espíritu Santo para que resplandezca en ustedes la semblanza de María. Amén.

Que el Espíritu Santo guíe siempre los corazones de ustedes, queridos jóvenes, para que puedan vivir y la vida de ustedes irradie como vida y convivencia de verdaderos hijos de Dios. Amén.

Que María Santísima sea para todos el ideal, el camino, la mano que nos ayuda siempre a ser fieles, como ella, hasta la Cruz y hasta la Resurrección a Su Hijo Jesucristo. Amén.

Y a todos, a sus familias, a todos sus seres queridos, a tantos que hoy hubieran querido venir y no están aquí los bendiga Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI:     Gracias, Padre, gracias a usted y gracias a esta familia también por esta invitación… a Julie, a Ana María y también a ti, hija mía, a toda esta familia les doy las gracias de esta invitación y espero y confío que abundancia de gracias recibirán todos. Gracias, Padre.

PADRE IGNACIO RACEDO: ¿María Esperanza, sería posible que respondas algunas preguntas de los chicos y chicas?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, si puedo, lo que pasa es que estoy ronca, esta noche estoy trancadita, estoy ronquita, bueno sí… de todas maneras.

UNA JOVEN: ¿Hay algo que la Virgen le haya dicho especialmente para que usted se lo plantee a los jóvenes?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Sí, porque la juventud es la esperanza del mañana, en la juventud se refleja Jesús, Jesús joven, Jesús cuando transitaba por la Tierra y Él viene a tomar a los jóvenes para que esos jóvenes crezcan en gracias de amor, de beneficios espirituales para salvar al mundo porque hay que salvar al mundo. Ustedes me dirán: ¿Y cómo se va a salvar el mundo? Si la gente es buena, el mundo se salva, no hay enfermos, no hay tristes, no hay gente mala, todo mal desaparece y el bien es lo que triunfa. Tenemos que triunfar y ese triunfo es el bien y la gracia; si tenemos la gracia de Dios los logramos todo.

Dios te bendiga, hija, eres muy graciosa. (Risas.)

UNA JOVEN: ¿Qué se siente cuando usted ve a la Virgen?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Muy bueno está eso, esa pregunta. Bueno, es tan grande que no hay palabras, podría decirles que es una felicidad que irradia amor continuo, como burbujitas así, (Risas.) ¡ay!, que llegan y que el corazón late apresuradamente y la mente nuestra queda con esa lucecita de la Virgen y la vemos por mucho tiempo. Ella sigue continuamente allí en nuestros ojos, en nuestra mente, en nuestra alma, en nuestro espíritu, en nuestro corazón porque María es vida del cristiano, María es nuestra verdad.

Acójanse a ella. Qué linda es, es tan dulce, tan suave, tan generosa, cómo perdona; ella perdona a todos, ella tiene para todos una comprensión muy grande, una humildad inmensa, una caridad que traspasa los límites del mundo, diría yo, del mundo tras mundo y nos recoge, nos enseña a perseverar y aunque no seamos muy inteligentes o muy talentosos, etc., ella tiene paciencia con todos, humildad.

La humildad de ella es lo que a mí me ha conmovido, la humildad de María de tan grande que es; su humildad no tiene precio y es inagotable ese amor de ella hacia nosotros.

Yo quisiera que algunos de ustedes algún día, en este noche escojan a alguien aquí y que vieran a la Virgen Santísima.

UNA JOVEN: Yo. (Risas.)

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Muy bien, te felicito… todos, no, todos pueden ver a la Santísima Virgen.

[…] con los pies bien puestos, a mí me da vergüenza después quedar mal, entonces, que va y vinieron todos, yo estaba asustada y le dije a Geo: Ay, Geo, allí viene la Virgen y ahora ¿qué hago yo? Bueno, todo el mundo se preparó, toda la gente y la vieron muchas personas por eso la aparición inmediatamente… es la aparición más rápida en que han dado el sí; la aprobación fue después de tres años y medio. Eso es difícil, eso no la aprueban tan rápido, fue la aprobación más fácil, más rápida.

UNA JOVEN: ¿La Virgen escoge quién la ve?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, fíjate, que ese día vino ella y la vieron todos.

  1. GEO BIANCHINI: Y ninguno estaba escogido. (Risas.)

Se presentaron solos invitados por María Esperanza a la celebración de una Misa, por cierto, eran personas que ni conocíamos, se agregaron a la invitación otras personas. No estaban escogidos por María Esperanza, a lo mejor la Virgen los había escogido, quién sabe.

UNA JOVEN: ¿Cómo uno la puede ver?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, quién sabe, no sabemos. Ya se está acercando.

UN JOVEN: ¿Qué fue lo primero que hiciste cuando viste a la Virgen?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Caí de rodillas dándole las gracias y que me perdonara mis debilidades, pues, todas mis cosas, que yo quería ser mejor todavía, muy buena, que quería ser buena, muy buena.

UNA JOVEN: ¿Está la Virgen en este momento acá?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Mira, ¿qué te digo? Sí, puede estar en este momento aquí; no la vemos, pero la sentimos, la siento en mi corazón… ese sentir; yo no sé si hay alguien que la siente también, no sé, ese es asunto de conciencia y de razonamiento, aunque no se razona cuando es una cosa tan grande así, uno no puede estar sacando partido a las cosas, no, son sencillas, vienen y se van, van y vienen, vienen solas.

UN JOVEN: ¿Te ha dado ella algún indicio de a qué tiende la humanidad a futuro?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Sí, claro que sí.

  1. GEO BIANCHINI: Los designios de Dios.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Los designios de Dios son perfectos, no se equivoca, Él sabe lo que está haciendo y ella sabe lo que está haciendo también. Ella va tocando sus almas porque es la renovación, hay que renovarse, renovarnos todos, la renovación del mundo, la renovación de las clases y la renovación de todos nosotros.

Tenemos que ser muy humildes, muy pacientes, muy comprensivos, muy humanos para poder lograr – eso sí – esperar y confiar, aunque te digan que estás locos, tú sencillamente sin pleitos ni ponerte a decir, a discutir con nadie; nunca discutan. El silencio es lo mejor para no entrar en querellas.

UN JOVEN: ¿Cómo vestía la Virgen, qué es lo que lleva?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Vestía de blanco, la primera vez vino vestida de blanco, después vino vestida de azul; bueno, es que vino varias veces. Pero ese día la vimos todos en el aire así… la veíamos así… porque es una finca, pues, y allá se veía Ella como decirte allá… bellísima, ¡ay! Yo me acuerdo de eso y me dan ganas de llorar, no me puedo acordar porque me dan ganas de llorar, me parece que… ¡Ay, si nos hiciera..! ¡Ojalá, si nos diera una prueba esta noche, ¿verdad?! Qué lindo sería.

TODOS: ¡Ay, sí!

(Aplausos.)

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, pero puede ser, tenemos una conciencia exacta de nuestros deberes y tenemos mucho temor de Dios. Yo soy muy temerosa de Dios, el santo temor de Dios es muy necesario en la vida del ser humano, acuérdense de esto, es lo más grande, cuando tú tienes temor a Dios no eres capaz de una mala acción a nadie, no te atreves a cometer una falta, un pecado grave, no eres capaz de una mentira, no te atreves porque es algo de conciencia y tenemos una conciencia para saber cuál es el bien y el mal, para discernir bien.

UNA JOVEN: ¿Cómo haces para comunicarte con la Virgen? ¿Le hablas en castellano?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: En castellano, ella habla en el idioma que tú hables. (Risas.)

Venezolanito, mi ’ja, en español y muy claro. Algún día yo les voy a mandar algunos mensajes para que los lea el Padre, sí, están en Internet también, por Internet. Habla bello a los jóvenes, les habla bello, los mensajes son muy, muy bonitos y acertados.

UN JOVEN: ¿Qué valores positivos rescata en los jóvenes cuando dice que allí está la esperanza del mañana?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: La esperanza del mañana porque los jóvenes son los que pueden dar tanto porque van creciendo, van desarrollando su personalidad y van siendo mejores en la vida, sin cometer errores graves. Los valores son las buenas obras, las buenas intenciones, todo lo mejor que tú hagas. Todo lo que tú hagas bien, bien hecho está, pero que sean buenos, siempre con el bien y con una gran humildad.

Yo digo siempre: La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo, sin humildad no hay nada que hacer, con la humildad lo logramos todo. Eso es… no es decir: Yo sé mucho. Tú puedes ser muy talentoso, pero si no tienes humildad… Uno tiene que callarse la boca y decir:

  • Señor, hágase tu voluntad, cúmplase en mí lo que Tú quieras, para lo que me quieras y donde me quieras.

Y darse, darse y darse, no cansarse de que lo molesten, esa es otra cosa. (Risas.) A mí me dicen: “Ay, tú estas loca, mi ’ja, ¿cómo es posible? Te van a matar… la gente.” (Risas.) ¡Ay, qué horror!, yo no tengo que ver nada, lo único cumplir con mi deber, darle una palabra en el momento. Hay mucha gente, mi ’ja, que sufre, ¡uy!: matrimonios, jóvenes, de todo.

EL JOVEN MATÍAS: ¿Lo que te dice la Virgen, siempre son mensajes?

  1. GEO BIANCHINI: E indicaciones.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: E indicaciones. ¿Tú crees que yo vine aquí, óyeme, si ella no me dice que venga? No hubiera venido. (Risas.) Yo me he movido por todo el mundo y ¿tú sabes lo que es eso? Todas las tierras – ay, Dios mío – me he movido por aquí, por allá, por todas partes; bueno, es una gracia… es fuerte para una persona ya de edad.

SRA. JULIE DE CANNON: Esto es un gran regalo y un gran milagro el que ella pueda estar acá, porque tampoco está muy bien de salud.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: No, mi salud no está muy bien, mi corazoncito está allí andando, pero ese relojito a veces tiene sus fallitas, pero sigue adelante hasta el día que ella lo quiera, que el Señor me quiera… donde me quiera, para lo que me quiera y lo que sea, que se cumpla su santa voluntad.

Yo digo que seamos humildes de verdad, yo quisiera ser muy humilde, Señor, me falta todavía mucho, pero quisiera ser muy humilde. Yo creo que la humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo.

UNA JOVEN: ¿Qué puedo hacer para tener más fe?

  1. GEO BIANCHINI: Orar.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: La oración es el puntal de luz que ilumina al hombre en medio de la oscuridad de la noche; oración, humildad. ¿Me entendiste, mi amor? (Risas.)

UNA JOVEN: Yo quería saber si puede decir algunas palabras para los jóvenes que están deprimidos y muchas veces dicen que ya no quieren vivir.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Tienen que vivir, por lo menos los que estén aquí, una comparación. (Risas.)

Tienen que vivir desde esta noche como si estuvieran naciendo a la vida, están naciendo de nuevo, un renacer, una vida nueva.

  1. GEO BIANCHINI: Una gran responsabilidad.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Una gran responsabilidad tienen, por eso tienen que cambiar. Yo sé que hay algunos que sufren, que hay problemas familiares, hay una serie de cosas, unos están muy solos, muy tristes, pero el Señor es tan… ¡Ay, mira, aquí está llegando la brisa! ¿La sienten?

TODOS: Sí.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Ay, gracias, Señor. Me encanta cuando viene esa brisita así suave, nos viene a tranquilizar, nos arrulla. Gracias, Virgen Santísima. Este, para estos muchachos yo les diría: Hijos, la felicidad estriba en que nosotros seamos humildes, no importa lo que suframos, no importa lo que nos pase, que nos comprendan, no nos comprendan. ¿Me han entendido lo que les quiero significar? Aún nuestros propios padres; tenemos que sobrellevarlos y ser humildes, generosos y compasivos. No rebelarnos; rebelarnos contra de nuestros padres es un pecado mortal, así ellos cometan un error, lo que sea, nosotros no somos nadie para decirle: “Mi papá es malo, mi papá es esto, mi mamá no me…” No, no, no, con la humildad, con la frescura de su juventud y el aliento divino de Jesús pueden ustedes esta misma noche resolver ese problema. Recuerden esto. ¿Me entendieron?

TODOS: Sí.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Esta misma noche un cambio, y los van a visitar a sus casas esta noche, todos van a tener la visita de la Santísima Virgen.

UNA JOVEN: ¿La vamos a poder ver?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: No puedo decirles que si la van a ver, pero se siente el calor, se siente algo bello a veces con olor a rosas, otras veces con un sentir, con un sentimiento, algo que no es corriente, impensado, es algo tan bello, Señor.

SRA. NORMA DE VARONE: ¿Y los grandes también la vamos a sentir hoy? (Risas.)

  1. GEO BIANCHINI: También, todos los presentes.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Todo el mundo.

  1. GEO BIANCHINI: Y quien la sienta tiene que mandar una tarjetica después a María Esperanza diciéndole cómo la vio y cómo la sintió. Eso es importante.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Los va a visitar, no, en verdad, en serio.

EL JOVEN PEDRO: ¿Cómo hacemos para saber lo bueno realmente, qué es lo que sentimos y no es lo que pensamos? No mezclar lo que pensamos con lo que sentimos. ¿Qué es lo que María realmente quiere y no mezclarlo con lo que nosotros queremos y con nuestro pensamiento?

  1. GEO BIANCHINI: El dominio de los pensamientos.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Muy bien, el dominio de los pensamientos. Mira, hijo, te voy a decir una cosa; ahorita me ha pasado una cosa muy particular con él. ¿Cómo te llamas tú?

EL JOVEN PEDRO: Pedro.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Pedro, como San Pedro. (Risas.)

Mira, Pedro, piano, piano, como dicen los italianos, vemos decir cosas que no sabemos, no podemos imaginarnos cosas que no sean las verdaderas. ¿Me entendiste?

EL JOVEN PEDRO:

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Entonces, hijo, te diría, el silencio es lo mejor y vamos a esperar, y a confiar. Te vas a acordar de mí. Eres inteligente, pero a veces te aturdes, sí. Se aturde, ¿tú sabes?, porque él quisiera saber todas las cosas de una sola vez. (Risas.)

Y hay que ir piano, piano para hablarte de todas estas cosas se necesitarían semanas, pero en esta misma noche tú vas a sentir el impulso de algo muy nuevo que entra en ti. Acuérdate de esto. No, no, no es un juego… algo. Pero me gusta la gente así también como tú: Gallito. (Risas.)

Sí, que no se queda callado: ka, ka, ka. (Risas.)

Sí señor, te felicito, hijo, sigue adelante y vamos a vencer todo, toda dificultad.

PEDRO: Muchas gracias.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: La gente se va a dar cuenta que el Señor está con usted y lo está llamando a gritos. ¿Me entendió? Lo está llamando a gritos. Fíjese usted.

  1. GEO BIANCHINI: Esto es importante. El Señor te está llamando a gritos. Imagínate, es súper importante.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Eso es importante, eso es sentirse usted en las nubes, para que se entere. Lo felicito, hijo. Que Dios te bendiga, te dé luz, gracia, dones especiales para que impulsado por la fe y la confianza en el Señor puedas vislumbrar claramente lo que Dios quiere de ti. ¿Me entendiste? La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo, yo siempre digo esas palabras porque así es como logramos las cosas.

A mí me han pasado cosas tan imposibles en la vida, a mí mucha gente me dice: “¿Bueno, y cómo haces tú?” ¿Verdad, Geo?

  1. GEO BIANCHINI: Sí.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Pero es con la simplicidad, uno tiene que ser simple, dejarse llevar como un niño que no sabe nada. Esa ha sido mi táctica, yo no sé nada, todo el resto lo sabe el Señor y después salen las cosas todas. ¿Verdad? Bien hecho todo. Gracias a Dios.

De tal manera que lo felicito. Él tiene su gracia.

UNA JOVEN: ¿Cómo la reconoce a usted?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Ay, yo sé que tendré mis debilidades como todo el mundo las tiene, pero si me quiere hablar ¿qué hago yo? (Risas.)

  1. GEO BIANCHINI: Hay seres especiales que tienen algo que les permite entrar en contacto con lo sobrenatural. ¿Qué es? No lo sabemos. María Esperanza lo siente, yo no lo siento, esa es la diferencia. (Risas.)

Es interesante

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Sí, no te angusties, mi amor. Yo le mando la asistencia a ella, muy buena muchachita. Que Dios te bendiga, hija.

SRTA. VICTORIA: Yo te quería preguntar: ¿Cómo podemos hacer para ser más solidarios, como dar no lo que nos sobra, sino aprender a no ser egoístas y dar parte de uno?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Sí, exactamente… una palabra a tiempo, una sonrisa, un apretón de manos, “te falta esto, aquí está.” ¿Tú sabes? Esas cosas así.

  1. GEO BIANCHINI: Es un don, se llama el don de la caridad.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Es un don. Que Dios te bendiga, estás pensando muy bien, es el don de la caridad, eso es lo más grande; eso es lo más grande, la caridad. Sin caridad no hay alma que se salve; con la caridad nos salvamos todos.

UNA JOVEN: ¿Cómo podemos hacer cuando nos sentimos perdidos y no encontramos el camino?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Que buena pregunta está ésta. Mira, hija, yo dije ahorita: La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo. Y ahora lo repito: Con la humildad, con la generosidad de corazón, con el llamarnos al orden también para no equivocarnos, para que no nos trajinen en medio del camino… trajinarnos, que te lleven de aquí para allá. ¿Me entendiste? Déjame verte la carita bien.

Tenemos que ser muy recios, a veces es doloroso ser recio, es fuerte, pero hay que serlo muchas veces para poder obtener los logros que queremos con la espiritualidad renovada, con el corazón abierto a la gracia, con la mente despejada, – que no nos para nada – una mente abierta que allí puede entrar la gracia con mucha humildad y tocar el corazón, y al tocar el corazón ya ese corazón rebosa de alegría, de humildad, de paciencia y de temor de Dios para no ofenderlo, y de una caridad inmensa, una caridad que se desborda en alegría continua, es algo que… tan feliz que uno se siente, hija.

Ojalá que tú lo sientas también. Yo sé que tú lo sientes, pero a veces te pones durita que no quisieras entender, pero tú entiendes muy bien y eres inteligente. Dios te guarde y bendiga y sigue adelante porque tienes tus gracias.

SRTA. NATALIA: ¿Cómo hago para ser más humilde?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Mi amor, allí está la cosa. (Risas.) Bueno, tú sabes, sencilla y no disgustarte porque no quieras esto, porque te digan esto, porque te digan alguna cosa o porque tú quieras sobresalir. No sé si me entiendas. ¿Me entiendes?

SRA. JULIE DE CANNON: Es Natalia la que hizo la Confirmación el otro día. Párate.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: ¿Dónde está? Déjame verte la cara mi ’ja. ¿Eres tú, mi amor? Ay, no te veía por ninguna parte, figúrate, (Risas.) yo buscándola y no…

Bueno, Natalia, usted es una gran niñita muy bonita, muy pensante, te voy a decir: La base primordial de un ser humano es la rectitud y una conciencia exacta de nuestros deberes y la base fundamental es el arte de saber vivir el Evangelio. El arte… figúrate, ya no vamos a vivir el Evangelio así, sino con arte. ¿Me entendiste? Entonces, yo diría, sigue tu camino con tus libros debajo el brazo.

SRTA. NATALIA: ¿A qué te refieres con: Vivir el Evangelio?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Vivir el Evangelio es vivirlo, mi amor, vivirlo continuamente por delante.

  1. GEO BIANCHINI: Enseñamientos.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Enseñamientos, si tú vives el Evangelio cumples con tus deberes, con los preceptos de la Iglesia, cumples con tu casa, cumples con tu familia, cumples con todo el mundo… una sonrisa, un apretón de mano, un regalito, un “ven acá, ven”; a fulano le falta un vasito de agua, vamos a buscarle el vasito de agua… es moverse, movilizarse para hacer el bien. No quedarnos a que nos vengan a traer todo, no, imposible, hay que movilizarse y hay que caminar. Yo soy una vieja y fíjate cómo me muevo. (Risas.)

Me puedo cansar claro, pero me agrada, ¿ves?, siento que el Señor está haciendo su trabajo. Eso lo hace Él, a mí no me importa que me crean o no me crean, yo lo que quiero es que me amen al Señor y me amen a la Virgen sinceramente, no es para que digan que yo… no, no, no, no señor. Yo le tenía miedo a la gente, mi ’Zita, figúrate tú, jovencita yo le tenía temor a la gente, era así media campesinita, a mí no me gustaba mucha gente.

Bueno, mi amor, que Dios te bendiga.

UNA SEÑORA: ¿Quería saber si es real que la Virgen siente como un regalo cada rosario que rezamos?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Claro que sí, sí es un regalito bonito, chica, porque la estamos tomando en consideración, pero no es que se lo vamos a regalar, sino que se lo vamos a ofrecer, ofrecerlo de corazón, con un gran sentimiento humano, con un gran amor, con una gran humildad y paciencia, así:

  • Mamita, yo te ofrezco este santísimo rosario para que tú me ayudes y me des luz y me des conocimiento de qué tengo que hacer, cómo debo comportarme, cuál es tu santa voluntad sobre de mí para yo ser mejor, para yo cambiar de actitud frente a la vida, ser mejor, cada día mejorar mi vida interior, verme por dentro que no esté mal, que yo me sienta bien ante mis padres, ante mi familia, ante mis amigos, ante mis hermanos con buena voluntad para hacer bien las cosas

No con flojera, no, no, no nada de flojera. Aquí es trabajo y trabajo, mi ’ja. (Risas.)

No cansarse: “Ay, que me están molestando” A veces me dan ganas de reír cuando la gente dice: “Ay, qué gente para molestar tanto.” Yo digo: Ay, qué horror. (Risas.)

Qué falta de conciencia. No, mi ’ja, nada; te molestan y tú sales contentica con tu sonrisa a hacer el bien. (Risas.)

Como hace Julie que la llamo: Ven, Julie; y Julie sale corriendo. (Risas.)

Sí, ella es muy buena persona.

SRA. MARÍA ESPERANZA BIANCHINI (HIJA): Que la han llamado muchísimo en estos días, hasta al celular y su mamá dice: “¿Cómo aguanta?” Eso es el amor.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Sí, hay que aguantar, mi amor. ¿Cuántos años tengo yo aguantando? Desde que era una niña, mi ’ja, porque desde los 14 años estoy en esto.

  1. GEO BIANCHINI: Hay que insistir, no cansarse de llamar o de escribir.

UNA JOVEN: ¿Cuál es nuestra misión, qué quiere la Virgen que hagamos?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Cumplir con sus deberes con su familia, primero su familia, – lo más grande es tu familia, el Santísimo con tu familia – amar tu familia, ser comprensiva, humana, no ponerte disgustada por cualquier cosa, siempre tratar de quitar los momentos difíciles, suavizar los momentos tensos, buscarle siempre un acomodo a las cosas, buscando con mucha humildad la generosidad, tratar lo mejor posible de hacer las paces. Si alguien está resentido contigo, alguna cosa, tú te haces la desentendida y sigues tu caminito y no lo miras a la cara. “Yo no vi nada de eso.” Y siempre sonreída, mi amor, la juventud tiene que sonreír continuamente. La risa es muy bonita, la sonrisa es muy bella.

Mira, ella es atractiva. Mira, te voy a decir: Cuídate, hija, porque a veces corres así de momento, ¿qué pasa?, quieres hacer las cosa rápido, Dios mío, pero es muy buena persona, muy buena. Dios te bendiga. Tiene mucha simplicidad espiritual, sencillez espiritual y un gran deseo de hacer el bien. Sí, señor, muy buenos deseos de hacer el bien, de estar presente en cualquier cosa así que se ofrezca, ella está allí.

Verdaderamente te diré que el Señor te ama, te está buscando a gritos, así que tienes que portarte mucho mejor. Te está buscando. (Risas.)

Que Dios te bendiga, te vas a sentir muy bien y muy feliz, desde hoy en adelante todo se te va a aclarar porque a veces estás… ¿Tú sabes? Todo, todo, todo claro, una serenidad, una paz, una armonía, una alegría interior grandiosa. Dios te bendiga.

Lleva a tu casa la luz del nuevo amanecer de Jesús.

Lleven a sus hogares la luz del nuevo amanecer de Jesús en nuestras almas, en nuestros corazones, en nuestras vidas, en nuestros hogares, en nuestras familias, en los recónditos del mundo, en los que sufren.

Gracias, Señor.

SRTA. ANA MARÍA: ¿Cómo se hace para ayudar a una persona no humilde?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: No, mi amor, eso no importa humilde o no humilde. (Risas.)

Lo importante es hacer el bien.

SRTA. ANA MARÍA: ¿Cómo lo ayudas?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, entrándole de una manera suave, fíjate, que no sé dé cuenta.

  1. GEO BIANCHINI: Cuéntale de la vida de Santa Teresita.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Santa Teresita del Niño Jesús. Tienes que leer la vida de Santa Teresita del Niño Jesús, léala, mi amor.

  1. GEO BIANCHINI: Tenía monjas que la perseguían, no la querían y la hacían sufrir, ella se volteaba y les daba una sonrisa. (Risas.)

No les amargaba la vida, ella se volteaba y les daba una sonrisa era una manera de llevarlas a la humildad. ¿Es verdad o no?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: A ella la perseguían allá en el convento. Ay, yo la adora a Santa Teresita. (Risas.)

De tal manera que Dios la bendiga, muy buena muchachita también.

Hay unas caritas bonitas, muy buenas caritas, muy buena niña. Dios te bendiga, hija. Sea muy fiel al Corazón de Jesús, al Corazón Inmaculado de María, a sus padres, a su familia y procure estudiar. (Risas.)

No, yo sé que, pobrecita, ella estudia, déjenla quietecita, pero yo le digo así para que estudie más. No, ahora, sí vas a estudiar de verdad, seriamente y vas a salir adelante, sí señor, desde esta noche y vas a sentir la visita así de la Virgen; no es que a la Virgen la vas a ver así, pero vas a sentir un rocío, como una paz, una armonía, una alegría tan grande, íntima en tu corazón que es tan grande que tú misma te vas a conmover, vas a llorar, pero eso va a ser bello. No sé cuándo será, pero va a ser. Desde esta noche la luz del Espíritu Santo estará contigo.

¿Cuándo naciste tú, mi ’jita?

SRTA. ANA MARÍA: El 9 de junio de 1987.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Es joven, es una criatura.

  1. GEO BIANCHINI: Tiene 13 años.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Trece añitos. Dios te bendiga, Dios te acompañe. Cuídese mucho, sea muy buena, muy honesta, muy justa en sus apreciaciones; nunca lance una palabra así que no sea justa, no… se cierra. ¿Me entendió? Bueno, esa era la cosita que veía allí que estaba malita, pero ya está todo arreglado. (Risas.)

Dios la bendiga, mi amor, muy buena niña.

SRTA. DENISE: ¿Cómo poder amar más a las personas y cómo poder ver al mundo de distinta manera?

  1. GEO BIANCHINI: De una manera mejor.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, yo te diría… ¿Ella quiere ver al mundo mejor? Si tú quieres ver al mundo mejor tienes que darte a los demás: a tus padres, a tu familia… más desenvuelta, pues. “Mira, mamá que se te ofrece esto, mamita, y….” (Risas.)

Esa es la condición porque si tú das tienes derecho a recibir; quien no da no tiene derecho a nada; sépanlo.

SRTA. DENISE: ¿Cómo?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Quien da tiene derecho a recibir, quien no da no tiene derecho a nada.

SRTA. DENISE: ¿Cómo puedo dar más?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, con tu oración, con tus buenas costumbres, con tus estudios, con tus razonamientos, con tus buenas acciones, con las personas alegre, feliz, contenta. No: “Mamá, que yo me siento mal…” No, nada de mortificarla.

  1. GEO BIANCHINI: “Aquí estoy yo, aquí estoy yo.”

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Siempre de pie y firme.

  1. GEO BIANCHINI: Siempre lista.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Lista, y tú vas a ver que todas las cosas te van a venir tan suaves que tú misma te vas a sorprender. Es algo tan bello que, bueno, no hay palabras que lo puedan explicar; y es liviana la carga… los estudios, tienes que estudiar, pero no es una carga fuerte; tú tienes que hacer una cosa y se te resuelve; se te dan las cosas, todo, todo tan limpio, tan pulcro que uno dice: ¿Dios mío, es posible esto?

SRTA. DENISE: ¿Para los estudios se necesita la paz?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Claro que la necesitas, para estudiar necesitas mucha paz, armonía, mucha tranquilidad, serenidad, muchas apreciaciones espirituales. Tienes que estar consciente de lo que estás haciendo, de lo que quieres, de lo que amas, de lo que deseas.

De tal manera que Dios me la bendiga.

UN JOVEN: ¿Cómo se pueda hacer para rezar con el corazón?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Ay, mi amor, ésta es una pregunta muy maravillosa. Tiene sentimiento humano, tiene sensibilidad, tiene capacidad. Mi amor, con las buenas acciones; tú la sientes porque está el instrumento, está el Señor, está Dios, está allí, está contigo, está la Virgen o está Jesús, el ángel de tu guarda, está un factor que te lleva a esa sensibilidad, a ese amor tan grande, a ese ideal.

Dios te bendiga, Dios te ama mucho, hijo, te ama muchísimo; todos te quieren también, mucha familia, tu familia, todo el mundo te quiere. Sea muy bueno, hijo, procure usted estudiar, (Risas.) pero estudiar de verdad porque tiene una cabecita inteligente, lo que pasa es que a veces está medio flojito. (Risas.)

No, no, no, él no es flojo, eso lo digo así por no dejar, él es inteligente, tiene capacidad; óyeme, qué inteligente es, que Dios lo guarde. Dios te cuide, Dios te bendiga. Que Dios me lo cuide, me lo proteja y me lo ayude porque tiene sensibilidad humana, óyeme, tiene una gran sensibilidad y un espíritu fuerte al mismo tiempo, no es que él es muy suavecito, tiene su carácter, pero eso es bueno. La persona tiene que tener carácter porque si tú no tienes carácter juegan contigo, los amigos y todo el mundo se ríen y dicen: “Ay, ese es tonto”, o creen que es tonto; no es tonto… carácter, voluntad y a la vez la alegría.

Sea muy alegre, eso sí, muy alegre en medio de todo eso, en medio de los dones o de las gracias que se tengan hay que estar siempre alegre.

Te voy a visitar a tu casa, pero espiritualmente, voy a hacerte una visita.

UN JOVEN: La voy a esperar.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Sí, pero espiritualmente. Cuando tengas alguna angustia así piensa en mí, hijo, piensa en la Virgen, le pides a ella, a Jesús, pero piensa en mí y ora por esta señora también porque todos nos necesitamos, todos nos necesitamos en la vida, unos servimos para una cosa, otros sirven para otra, pero servimos; y Dios te ama mucho.

¿Hay algún franciscano que tiene que ver con ustedes porque veo como… o a San Francisco, si han sido devotos de San Francisco de Asís?

EL JOVEN FRANCISCO: Yo me llamo Francisco.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Ay, chica, bueno, San Francisco de Asís me está diciendo. Se llama Francisco, yo no sabía. Yo sentí a San Francisco de Asís, ahorita, lo acabo de sentir, lo vi.

  1. GEO BIANCHINI: Está protegido por él.

SRA. JULIE DE CANNON: Ella se ha parado porque dice que tiene relación con un sacerdote franciscano.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Éste es un caso de otra cosa, ya está, él se llama Francisco, fíjate, yo no sabía que se llama Francisco como San Francisco de Asís.

Y tú, quizás, tengas también, a lo mejor llegó también la pregunta para ti.

  1. GEO BIANCHINI: ¿Qué relación tiene?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: ¿Tienes relación con un franciscano?

UNA JOVEN: Le hago acompañamiento a un Padre Franciscano, sí, me dirige.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Te dirige espiritualmente, es director espiritual tuyo, muy bien, también.

Bueno, era con él que yo hablaba, pero salió otra, entonces, sigue adelante firme, decidida, espontánea, natural, correcta, derecha, sin mirar ni aquí ni allá, con mucha voluntad. La voluntad es lo más grande que tenemos nosotros para hacer bien las cosas y para que se nos dirija.

De tal manera que de todas maneras, cuídate mucho porque tú eres muy sensible, sí, ella es muy sensible y a veces está como indecisa, que no sabes qué hacer. Yo te voy a mandar la asistencia… 24, 48, 72 horas, en estos tres días va a cambiar todo el panorama, todo muy correcto, todo muy derecho, todo muy estricto, usted pulcra, que no me la toque nada. ¿Me entendió, hija? Que Dios me la bendiga, me le dé la felicidad. Dios te cuide, Dios te bendiga. Todos tenemos de todo, pero es muy buena, muy buena persona.

¿Y usted, qué dice, hijo?

UN JOVEN: Yo conozco un Padre que entró en el seminario por San Francisco de Asís, un amigo que entró en el seminario este año también por San Francisco de Asís. Y hay una pregunta que le quería hacer, la pregunta es: ¿Si uno puede ganar fuerza para vivir, para tener la voluntad de ser un San Francisco de Asís hoy en día?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Eso sí es difícil hoy, sin embargo, el Señor da sus dones y da sus gracias, si esa persona sabe tratar con esa gracia puede alcanzar la santidad con el tiempo, con los años, con mucho sacrificio, dejándolo todo porque cuando uno quiere ser santo tiene que dejar todo, todo, el mundo, todo; entregarse a Dios, al bien, a la caridad con una conciencia exacta de sus deberes, sin faltar a los reglamentos, a las reglas de donde esté, de San Francisco de Asís, de San Antonio de Pádua, de quien sea, pero siempre con las reglas. “Tengo que cumplir unas reglas.” Todos los sacerdotes tienen sus reglas, todas las personas tenemos que tener nuestras reglas ordenadas con tiempo, con mucha meditación, con mucha oración, con mucha penitencia, con mucha Eucaristía.

Entonces, yo diría, pues que estamos en el tiempo de los tiempos donde todos tenemos que trabajar, todos tenemos que estudiar, todos tenemos que hacer planes, los planes son darnos las manos unos a los otros y ayudarnos mutuamente. Ese es el plan del mundo, de este momento, la gente no lo quiere saber porque la gente vive egoístamente, para él solo, es muy difícil que veamos personas buenas verdaderamente que puedan dar la talla espiritual para llegar a las conciencias.

Padre, hable usted.

PADRE IGNACIO RACEDO: María Esperanza, quiero proponerte si quieres recibir la Sagrada Comunión. (La Sra. María Esperanza acierta con la cabeza.)

Entonces, te acompañamos con todos estos jóvenes que van a adorar contigo al Señor, hacemos una pequeña celebración y luego podrás entregarles un recuerdito a todos.

Entonces, después también mientras esté aquí María Esperanza los que aún no pudieron plantear su pregunta lo podrán hacer, así que tengan un poquito de paciencia.

Preparémonos, entonces para acompañarla en este momento de su Comunión.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: ¡Muy bien, ay sí, ay qué belleza! Sí, yo les traje una cosita.