Discurso de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Newman Center, Rowan University
Miércoles, 21 de abril de 1999
- En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
- El Ángelus.
- Gloria
Buenas noches a todos.
Miro y contemplo a toda esta gran familia, la familia de Jesús, de María, de José de Nazaret; y aquí tenemos al Padre, el padre de estos muchachos que los está llamando, sí para presentarlos al Señor a fin de que cada uno tome su camino, el camino que conduce verdaderamente a esa madre la Iglesia, nuestra madre la Iglesia – lo más grande que tenemos – sí, un Papa de Roma, Juan Pablo II, una vida santa, laboriosa, justo, humilde, sencillo, con un corazón abierto a la gracia para dar de ese corazón el amor a todos sus hijos de la Tierra. Todos nosotros somos sus hijos, él es el padre que representa al Señor que nos lleva de la mano, que nos está conduciendo para abrir rutas y caminos a los que vienen detrás, lo que crecen, los niños inocentes.
¡Qué hermosa misión! Qué gran tesoro tenemos nosotros los católicos, un gran hombre que ha dado su vida a esa madre la Iglesia, quien a pesar de todos los sufrimientos sigue incólume, intocable, recto, sencillo, generoso, humilde, bondadoso. ¡Cuántas cosas bellas tiene, cuántas cosas grandes en su alma guarda, cuántos sufrimientos, cuántas penas y quebrantos! Y él siempre de pie, firme, como los soldados que van a la batalla y triunfa porque su corazón esta abierto a la gracia del Señor por la humildad, por su sencillez, por su intuición, sí una intuición maravillosa, grande, en la que está plasmada allí la voz de Jesús.
Jesús con él, él con Jesús para todas partes llevando el mensaje de amor y de solidaridad humana al Pueblo de Dios, un pueblo que espera confiado en su Iglesia, en su madre la Iglesia.
Cuando digo: Madre la Iglesia; me llena el corazón de grandes esperanzas porque allí está cifrada la esperanza de todos los católicos del mundo, de todos los cristianos, de todos aquéllos que sentimos y amamos a esa Iglesia, porque Jesús nos las legó para que nos salváramos, para que pidiéramos una pausa de decir pensando:
- Señor, Señor, gracias por lo que nos has dado, la madre la Iglesia.
Y ahora, doy las gracias, Padre, por habernos invitado, muchísimas gracias. Con mucha humildad le digo sencillamente: Es usted una gran persona, tiene calidad humana, sentimientos, corazón, sencillez, inteligencia, tiene el don del entendimiento para entender todas las cosas para proveer cómo discernir con estos muchachos. El discernimiento lo tiene, un discernimiento claro, conciso para poder penetrar en sus corazones, en sus almas, en sus vidas. La misión que usted tiene ahorita es hermosísima.
Yo amo los jóvenes, yo he estado rodeada toda la vida de jóvenes; cuando era pequeña de niños y ahora que estoy señora, anciana, de puros jóvenes; es la verdad. Es lo más bello que existe… la juventud. Qué alegría transmite, qué sencillez, qué naturalidad, dicen lo que sienten, qué hermoso es todo esto sentir la verdad entre nosotros y ellos con ese conocimiento… que ellos creen que conocen mucho.
(Risas.)
Pero está ese sacerdote allí, ese padre suyo, de ustedes, intuyendo allí cómo hace para arreglar las cosas, cómo ordenarlas, cada cabecita a ver cómo está.
Vamos a enderezar muchas cabecitas esta noche aquí, lo vengo a ayudar (Risas.) para que cada cual tome su camino verdadero el camino que conduce al Señor, un camino trazado con mucho amor, con muchas rosas en el camino, rosas de María, rosas de humildad, de paciencia, del santo temor de Dios, del amor constante; como también del Patriarca San José brindándoles una profesión, un trabajo, las fuentes de trabajo; y aquel otro, el Niño Jesús, o sea, la Sagrada Familia. El Niño Jesús para que estudien, para que aprendan, para que sean los discípulos del Señor, discípulos verdaderos, discípulos del amor, de una conciencia exacta de sus deberes con naturalidad, con sencillez, con simplicidad no son muchas cosas allá, no, son cosas certeras, verdaderas, simples, sencillas en las cuales se aprende a vivir; aprender a vivir con los hermanos, aprender a vivir con los padres.
Vuestros padres son lo más grande que tenemos, nuestra familia, después nuestra familia de la Iglesia, la Iglesia. Yo amo a mi madre la Iglesia de una manera tan grande que cuando digo: Madre la Iglesia siento el mundo que se mueve o se conmueve ese mundo diciendo: “Venga a nos tu reino, hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo.”
Qué hermoso es el mundo, la humanidad entera, como cada persona tiene sus dones, sus gracias con mucha humildad, con mucha sencillez. Cuánta gente buena hay en el mundo. Aquí tenemos un maestro, es un maestro, sencillo, humilde, generoso, compasivo, comparte, sabe compartir y eso es lo que se necesita, saber compartir con las personas; no simplemente vivir así en el aire, no, no, pensando en cosas, sino tenemos los pies puestos aquí en Tierra y pensar que tenemos una mente abierta a la gracia del Espíritu Santo, un cerebro que piensa.
Entonces, tenemos que pensar que Dios convive entre nosotros de la manera más natural y simple. Jesús esta aquí, presente; no lo vemos pero se hace sentir en nuestros corazones con el recogimiento en la Santa Misa, luego de recibir al Señor en nuestro corazón para llevarlo como un tesoro escondido, que no nos los debemos arrebatar de los pecados del mundo que contaminan, quitan la fe, arrebatan la humildad, la paciencia y el santo temor de Dios.
Y hablo de la humildad, de la paciencia y del temor de Dios porque es lo más hermoso; no es la humildad de vestirnos de harapos, no. Dios nos quiere libres, libres sin ataduras, simples, sencillos como seres humanos que somos, con nuestras debilidades pero también con nuestras buenas costumbres, con nuestros buenos modales, con nuestras buenas acciones en la vida porque tenemos que estar dando continuamente… una mirada. Muchas veces un alma se puede salvar con una mirada que se le dé, con una plegaria por él, por un apretón de manos.
Entonces, yo digo, son las cosas de la vida diaria… la convivencia. Qué cosa tan grande es la convivencia, saber convivir, saber adaptarnos al medio donde vivimos, donde estamos, donde nos encontrarnos con nuestros amigos, con nuestros parientes, con nuestros compañeros de camino; como vienen ustedes aquí que se recogen con él, él los está enseñando, los está llevando de la mano conduciéndolos, es su maestro. “Mi maestro.”
Qué hermoso es tener un maestro que te enseña, que te ayuda y que está haciendo tanto por esta comunidad. Qué hermosa es la comunidad, las comunidades para mí me llenan el corazón porque allí se aprende a amar y a vivir. Cada día tenemos una lección de pequeñas cosas; no de grandes cosas, pequeñas cosas, pequeñitas pero que nos enseñan a discernir cuán grande es la obra de Dios con sus hijos, con todos nosotros.
Entonces, yo diría, estamos para aprender todos los días, no hay un día que yo no deba aprender, no, todo los días, no es mañana, es pasado; es todo el año, luchando los muchachos con sus estudios, con sus libros con espontaneidad, con naturalidad, con sencillez sin la flaqueza humana. “Que me desmayo porque no puedo estudiar.” “Yo sí, yo aprendo, tengo que aprender y tengo que vivir el Evangelio.” No es tan fácil, cuesta, pero aprendemos con los días a convivir con las personas, a perdonar a tu hermano, a darle una mirada a aquél que está triste, una sonrisa en medio de todas las angustias que hayan, una sonrisa, porque a veces con una sonrisa se puede ganar un alma.
Yo conozco un caso de una muchacha jovencita que ella iba por la calle y un señor viejo, anciano, pidiéndole una limosna cuando y ella llegó le dio una sonrisa, él le dijo: “Esa sonrisa vale por todo lo que yo he estado viviendo en la Tierra, por todo lo que yo he vivido en la Tierra, esa sonrisa vale por todo y eso usted lo sabe.” Eso le quedó a ella en el corazón y ese viejo tenía una llaga de este tamaño, una pierna inflamadísima – son cosas – y eso no se le olvidó a ella más nunca, y entonces por ello ella le sonríe a todo el mundo.
Tiene que sonreír, porque la sonrisa es la motivación del ser humano para encontrarse con sus seres queridos, con sus almas y aún con los propios enemigos. A veces tenemos enemigos gratuitos, especialmente las personas que tenemos estas cosas espirituales que convivimos con tanta gente.
Bueno, muchachos, estoy tratando estas cosas simples así porque son cosas para vivir la vida de verdad. Qué hermoso es sentir al Señor, qué hermoso es sentir a María la Madre de Dios, ella María tan humilde, tan sencilla, tan espontánea, tan natural que se da, que se sigue dando a todos nosotros en nuestros hogares, en nuestras familias con nuestras madres, con nuestros padres, con nuestros hermanos, con nuestras familias, nuestros abuelos, tíos, parientes, amigos. ¿Saben lo que significa ello, convivir entre nosotros, una convivencia continua, perenne?
Yo les digo, muchachos, amen a su familia. Amar a tu familia, comprender a tus padres – tu madre y tu padre, tu padre y tu madre – tus hermanos con todas las flaquezas que haya y divergencias, porque a veces hay pequeñas pruebas, pequeñas cositas; limar todos esos pequeños resentimientos y darse la mano como verdaderos hermanos que han venido del cielo a predicar el Evangelio a la Tierra.
Hoy estamos bajando del cielo para nutrirnos con lo que Dios nos ha dejado en la Santa Misa, nos encontramos con el Señor, Él nos alimentó para fortalecernos y hacernos mejores en la vida y quitar de nuestro lado toda contaminación con el mundo de pecado, liberarnos, sentirnos libres como los pájaros que vuelan y nadie los detiene.
Qué hermoso es poder volar, volar y no cansarnos y desde allá dar una mirada al mundo para alegrar los corazones, para sentir que lo están mirando allá arriba. Qué hermosa es la vida, qué cosas tan grandes tiene.
De tal manera, muchachos, yo los invito, primero que todo a la meditación, a la penitencia, a la Eucaristía especialmente. Oración, meditación, Eucaristía porque hay que meditar. El que medita puede tener logros muy hermosos; cada detalle que tú veas, cada pedacito de cosa, cualquier cosa, medítalo, una palabra que te digan, o algo que tú hables, o algo que tú sientas o que leas en alguna parte.
Tratad de leer la Santa Biblia, es la enseñanza del Señor, allí encontraremos cosas tan hermosas para nutrirnos, nutrir a nuestras almas, enfervorizar nuestro corazón y abrir ese corazón completo a la gracia para que esa gracia lo toque en tal forma que no dependamos de nosotros, sino de Jesús completamente. Por supuesto, somos débiles para llegar a esto, pero sí se puede lograr con la oración, la penitencia, meditación, Eucaristía – como ya lo dije antes –. Esas son cuatro cosas importantes, diría yo, en la vida, las gracias tan bellas, tan generosas y compasivas con todos nosotros
Bueno, muchachos, alístense, tomen su libro debajo del brazo y sigan en su universidad los que estudian, no vuelvan atrás ni un paso, tienen que aprender, tienen que laureare como dicen los italianos, su laurea, sí porque es la hora del despertar de conciencias en el mundo y todos nos necesitamos.
Unos servimos para una cosa y otros sirven para otra, pero servimos, lo importante es servir y ustedes que tienen la oportunidad de estudiar tienen que llegar a conocer realmente lo que significa un hombre preparado con una cultura por delante. Esa es la esperanza y la vida de todos nosotros, sí señor, la esperanza y la vida unidas las dos viviendo vida auténtica cristiana, vida de los hijos de Dios, vida auténtica de los hijos de Dios.
Todos somos hijos de Dios, pero no es posible que alguien que no cumpla con los deberes tenga derecho a estar con aquél que ha estudiado y ha pasado por un seminario sometido a sus superiores con humildad. Por eso nosotros cuando tenemos a alguien que encontramos como él, hay que someterse a él porque él estudió, él se preparó y salió a dar la Palabra de Dios, especialmente los santos sacramentos que es lo más grande. Lo que hemos recibido hoy nosotros, el banquete del Señor que nos lo brinda, que nos lo obsequia… ¿Quiénes somos nosotros? Y pregunto esto porque hay que saber valer los derechos del Señor a como dé lugar, son los derechos que Él nos pide que sepamos cultivar en nuestro corazón como tiene que ser con mucha humildad, con mucha sencillez y con mucho amor a todas las cosas buenas de la vida, porque es amor lo que necesitamos. Cuando hay amor hay un corazón abierto a la gracia, esa gracia continua no cesa de derramar sus gracias hacia nosotros.
Con humildad recibámosla en esta noche especialmente con esta preparación tan bella, tan hermosa, tan grande. Todos vamos a recibir: el que tenga alguna pena o quebranto; una enfermedad incurable; o alguna cosa en su hogar, en su casa; o tenga que arreglar sus cosas serán ordenadas, porque el Señor nos está visitando. El Señor convive entre nosotros; no lo vemos, quizás pero Él está presente, presente en el altar allí en la Eucaristía.
Entonces, yo diría, vamos a prepararnos – yo sé que están preparados todos – pero prepararnos para recibir algo muy hermoso. Primero, saber convivir… la convivencia, eso es lo primero, Padre, la convivencia, respetarse; si ves que tu hermano está más adelante déjalo en paz, especialmente la convivencia; luego lo demás, lo demás significa sus estudios, cómo vivir, cómo acatar las órdenes de sus superiores y cómo realmente desarrollar su talento, todos tenemos una cabeza y allí hay luces, hay el don del entendimiento para entender las cosas.
Entonces, yo diría que el don de entendimiento en esta noche cubra todas sus cabezas para que la gracia del Espíritu Santo conviva entre nosotros; y al decir convivir quiero decirles que no se aparte más de ustedes. Oren mucho, y sigan al Señor cada día y alegren sus corazones con la música, sigan con su música, sigan ustedes desarrollándose con alegría, con armonía… su música.
¡Qué bella es la música! Sus voces son bellas, ya está alegrado el espíritu de todos nosotros, ya con ustedes estamos llenos por dentro.
Entonces, yo diría, vamos a hacer una convivencia espiritual, silenciemos un momento, pensemos que el Señor está presente entre nosotros – porque está presente – y que Él realmente toque nuestra mente, nuestro corazón, nuestra vida, nuestra persona para así sentirnos uno con Él, que estamos a su lado como estaban sus apóstoles conviviendo.
¿Yo quisiera saber – me excusa, Padre – qué sentiste?
RESPUESTAS DE LOS JÓVENES: Paz.
Amor.
Paz y amor.
De todo.
Entendimiento.
Que Dios estaba aquí.
Me sentí volar.
SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Muy bien, cuando uno se desprende vuela. Bueno, tiene buena gente, tienen conciencia.
La conciencia es el temor de Dios, es hermoso. Yo amo al santo temor de Dios, lo amo porque cuando tenemos el temor de Dios no somos capaces de una mala acción con nadie, con ninguna persona; el santo temor de Dios lo salva a uno de las debilidades de la carne, del pecado. ¡Qué hermoso es!
Estoy muy feliz, porque tiene calidad humana, buenos sentimientos y la buena voluntad de aprendizaje, quizás puede haber alguno que está así, pero están compactados. Confío verdaderamente que este grupo se conserve porque el Padre Newman, Monseñor Newman, yo lo amo mucho. Fíjense ustedes, yo después que fui allá a Filadelfia a conocerlo – qué belleza, qué cosa tan grande – quedé prendada, quedé tocada
Entonces, es hora de despertar, de corregir todo y de edificar los muros, reedificar los muros, éste es un lugar santo, no importa lo que esté alrededor, lo importante es que el Señor tiene sus Templos y sus casas donde lo lleva a uno. Esténse tranquilos aquí por ahora, hasta que Dios les dé otra cosa; pero es un lugar sencillo, humilde, generoso, tiene buenas vibraciones. Yo toco y me siento serena, es como si estamos apartados del mundo, como que todo esto que está por aquí está en silencio, nadie los puede tocar ni rozar, ni angustiarlos. Qué hermoso es sentir al Señor, su presencia se hace presente… infinita y dulce.
Jóvenes, ésta es una nueva etapa que comienzan a vivir y vivirla para predicar el Evangelio. Evangelización necesitan estos tiempos, no hay otra cosa más grande que la evangelización… a toda la gente, como cuando el Señor comenzó de un pueblo a otro, de aldea en aldea llevando la Palabra de su mano, así les va a tocar; pero el Señor nos lleva los primeros tiempos.
Y aquí en Estados Unidos más que todo, como nunca, porque hay grandes tempestades, hay momentos muy difíciles que se presentan y solamente la oración puede realizar el milagro de la renovación de las almas, de las personas, de los seres porque se ha desencadenado como… la gente está buscando al Señor… sí hay, pero la gente también está hacia las partes extrañas, “yo estoy aquí,” extraña, de gente extraña, de gente, de cosas así extrañas, raras, que no es la robustez de una Iglesia, que no es el amor de esa Iglesia, que no es la superación espiritual de una alma que busca a su Dios, que busca a su hermano para compartir, para vivir el Evangelio.
Bueno son pequeñas cosas, pero que eso poco a poco… estamos para eso.
Qué hermosa es la juventud, qué bella es, cuántos sueños, cuántas esperanzas, cuántas ilusiones y qué dolor da cuando se pierden por la guerra. Hay que pedir mucho por la paz del mundo, por la conversión de los pecadores, por las necesidades de nuestra Santa Madre la Iglesia, por nuestras familias, por nuestros centros de cultura.
Hay que orar muchísimo, hay un momento difícil. Sabemos que todo está muy bien aparentemente, pero esperemos que todo pase, Señor, que Dios me le de la vida a Juan Pablo II, nos le dé un poquito más de prórroga, por favor, él ha detenido las guerras con su poder y su gracia que Dios le ha dado.
Necesitamos reconocer que nuestra Iglesia católica es lo más hermoso que tenemos, lo más grande, nos llena el corazón de ilusiones, de esperanzas.
Me excusan que haga esto pero tengo que hacerlo, porque ésta es otra cosa que estoy haciendo. Cuando yo voy a las Iglesias es que hablo que no me paro. Esto ahorita… me perdonan, ahorita estoy aquí como poniendo en orden todo lo que está en desorden, ay perdón, todo el que esté y no esté, ordenando la gente, bueno yo no, el Señor es quien lo hace para que amen su centro, para que lo sientan, para que se socorran uno al otro, para que hablen entre amigos, para que se cree un lazo amoroso de fidelidad, de amistad, de sinceridad, de recogimiento, de donación personal al que te necesite, hablen entre ustedes mismos, sean amigos sinceros, recupérense de los momentos difíciles que han tenido algunos de ustedes. Ya pasó el vendaval, ya viene la paz y la serenidad, el recogimiento espiritual.
Y ahora, hijos míos, la fidelidad a las enseñanzas de nuestros padres es un hermoso tesoro que llevamos dentro de nuestro corazón sacudiendo los pies. Debemos sacudir los pies para seguir nuestro camino sin volver atrás la cabeza. Con esto quiero significarles que ya ese camino de ustedes está abierto y tienen que apresurarse a encender las luces. Y ustedes dirán: “¿Y cuáles son esas luces que vamos a encender nosotros?” Yo les diré: Las luces de la fe, de la humildad, de la confianza extremada en el Señor, especialmente una gran compresión entre hermanos, entre amigos, aprender a conocerse mejor de una manera infinita, tierna, generosa, compasiva, humildes de verdad. En la humildad está el Señor, si no tenemos humildad no hay nada que hacer. Entonces, seamos humildes y sepamos escuchar porque todo nos sirve de algo y ese algo es mucho y ese mucho es Dios que está presente entre nosotros, que lo tenemos así muy cerca de nosotros, quizás no lo vemos pero sentimos en el corazón que Él está presente diciendo que tenemos que darnos cuenta que en realidad el Señor está clamando justicia en el mundo y que sus hijos, los jóvenes, crezcan, se desarrollen, que armonicen con sus familias, con sus seres queridos, con sus amigos, con sus profesores, con todos cuantos se crucen en su vida porque sólo así el mundo irá mejorando y creciendo esa juventud hacia la luz del nuevo amanecer de Jesús.
Cuando digo: El nuevo amanecer de Jesús es porque algo, un acontecimiento de algo muy grande, se vivirá en el mundo y tenemos que estar preparados para asirnos a Él y poder superar la prueba y vamos a superarla porque el Señor está entre nosotros, el Señor convive entre nosotros; no lo vemos, pero sí a veces sentimos que está cerca. Tengamos esa seguridad para que lo que hagamos caminemos, pues, y vayamos hacia la luz de ese nuevo amanecer de Jesús reafirmando nuestras pisadas viviendo el Evangelio tal cual Él nos lo enseñó.
Bueno, muchachos, alegraos. Ustedes quizás hoy no será ni mañana, pero en esta semana próxima ustedes van a notar en ustedes un cambio, es el Señor, yo no. Yo soy una pecadora, una persona, una madre de familia, no soy una virgencita, (Risas.) soy madre, sí, y las madres tenemos que tener hijos.
(Risas.)
Ustedes van a sentir algo tan nuevo, tan grande, – yo no voy a decir que todos… yo creo que todos – un cambio interior, una cosa así que tú sabes cuando vas a hacer una mala acción o vas a hacer una cosa enseguida te llaman al botón, tú sientes que estás haciendo daño, que estás haciendo mal o que vas a hacer. Te van a tener seguido, los van a seguir, el Señor los va a seguir y esto es sagrado, es santo, no es juego, son delineamientos.
De tal manera, que yo confío que todos van a cambiar su actitud frente la vida, si había estado un poquito así, van a cruzar el caminito, el puentecito, después el salto mortal a la luz y entonces una mañanita clara. He aquí la verdad de un camino trazado para que vivan el Evangelio y lo esparzan en el mundo corrigiendo todos sus defectos y debilidades de la carne.
Tenemos que tener una gran fuerza de voluntad para no apegarnos a las criaturas… amar a nuestras criaturas, consentirlas, darles una palabra y estar con ellos, pero frenarnos en nuestros sentimientos muchas veces, porque después nos apegamos tanto que después es difícil, nos cuesta. Esto es para los jóvenes. Van a amar ustedes lo que Dios quiere que amen, lo que Él quiera que ustedes sigan, no es otra cosa. Tienen que tener mucho cuidado, la juventud tiene que cuidarse porque después cuando se entra en ciertos caminos es muy difícil volver atrás.
La honestidad es la base primordial de un hijo de Dios, si somos hijos de Dios, no podemos cometer el error de debilitarnos y entrar en el pecado; evitar el pecado. Quizás sea un poquito fuertecita, no sé que piensen pero es lo que me viene, yo soy sincera, quizás a veces me vienen otros discursos, otras cosas muy elegantes y muy bonitas, pero yo estoy yendo aquí hacia el camino, porque a cada uno le están poniendo su inyeccioncita sin darse cuenta y para eso están sus sacerdotes, sus religiosas, personas conscientes, equilibradas, estudiosas para discernir realmente lo que quiero significarles hoy.
No es el gran discurso, a veces viene, pero otras veces es hablar de decir lo que mi corazón siente porque mi Madre me lo pide y Jesús lo quiere así. Con mucha humildad y sencillez reciban estas pobres palabras que les quiero dar para que abran los ojos y abran su corazón también a la gracia del Espíritu Santo, que sean conmovidos en las raíces más profundas que tengan – que tenemos todos – para obrar con sencillez, con rectitud, con humildad y con un gran amor a todas las cosas creadas por Dios y amar a todos los seres que tenemos cerca, no distanciarnos, no embravecernos, no notar uno contra otro, no, siempre estén de acuerdo; en la unión está la fuerza.
(Refiriéndose al Padre Mazzarella, la Sra. María Esperanza expresa:)
Vean este joven como estudió, como llegó. (Risas.) Ellos lo tienen como modelo. (Risas.) No sí, es una gran persona. Tienen ustedes una gran persona, muy inteligente, muy suspicaz también. (Risas.) Sí, muy entrador, pero con suavidad, ternura, con carácter y voluntad también. Tiene que ser así. La debilidad no cabe en esto; bueno, las debilidades… bueno, a veces que nos sentimos así porque la carga es fuerte, pero esta carga es amorosa, es una carga de amor, de fidelidad a Dios, de renacer de la vida de los jóvenes y del conocimiento a esos jóvenes para que ellos se sientan que están creciendo cada día, reverdeciendo como reverdecen las plantas, como vienen las rosas hermosas, y con la humildad de la violeta silvestre, de la margarita del campo de la Jerusalén triunfante.
Entonces, les dejo, quizás querían oír un discurso. Simplemente hemos venido para conversar, para un encuentro, yo no pensaba hablar de esto, resta lo que tiene que restar, pero sean humildes.
La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo; sin humildad no hay nada que hacer, con la humildad tú lo logras todo. Para mí es una de las cosas más grandes que hay, no porque yo sea muy humilde, no, no, no, la idea es de humildad. Dios nos quiere como somos, como seamos, pero siempre tratando de ocupar tu puesto, tu lugar con sencillez, con decoro, con amor fraterno.
Ustedes van a pensar en algo… Yo les voy a pedir algo muy hermoso, por cierto, desde mañana o pasado mañana, búsquense un diario, tengan su diario íntimo con el Señor – yo le decía mi diario íntimo con Jesús, yo les diría a ellos su diario íntimo con el Señor – porque ustedes así podrán escribir por inspiración, van a recibir. Y usted también.
(Risas.)
Bueno, usted esta joven todavía, su diario lleno de inspiraciones, de la gracia. Es una belleza, es algo tan grande que ustedes mismos se van a sorprender, porque viene la gracia, el Espíritu Santo los va a iluminar y ustedes van a escribir lo que sientan, un pedacito, lo que venga, aunque sean pocas palabras o muchas pero escriban cuando se sientan, porque así es como podemos recibir al Señor dándonos un entrenamiento, digamos, para combatir con este mundo, pero un combate de amor, de fidelidad a Él y con un espíritu persuasivo, con gran deseo de poder dar de sí su contributo a la sociedad humana.
Porque recibirán inspiraciones muy hermosas, muy bonitas, con las cuales se van a sentir tan felices, van a tener algo que hacer, no solamente sus clases de la universidad, sus estudios y sus responsabilidades diarias, sino también ello. No todos los días porque a veces no podemos todos los días estar uno pendiente de una cosa, pero sí el día que se sientan. Ustedes en el primer momento, quizás, les parezca que es una tontería pero después ustedes van a notar que fluye a la mente, al alma, la luz del Espíritu Santo, la luz de la gracia, del amor infinito de la Madre la Santísima Virgen con cariño, con amor, impulsándolos a estudiar, impulsándolos a vivir bien, especialmente el sentimiento de Jesús tan profundo hacia ustedes, hacia todos ustedes. ¿Me entendieron?
Yo les digo esto porque son grupos grandes que me han tocado en la vida a mí, me han tocado mucho muchachos, mucha juventud, ahora ya todo el mundo es grande y ya se casaron, pero les ha ido bien a todos, todos, todos, todo el mundo está bien, ya están grandes, desarrollados, grandes hasta con su familia. Y ustedes van a ver que es algo tan grande que, bueno, yo no lo puedo decir porque sería como una exageración, pero es una felicidad que se siente tan honda, tan profunda que pensar que Dios está con uno y uno dice: ¿Cómo es posible, yo soy digno de esto? Pero sí, somos dignos, cada cual tiene sus gracias.
Yo les hubiera podido hablar de otra forma, pues, un adorno bien bonito, y listo y se acabó; no, pero no, yo quiero ir a la raíz. Están muy jóvenes, son jóvenes que todavía no han experimentado muchas cosas de la vida, han experimentado muchas cosas pero todavía falta y esto los va… es que con la presencia del Señor ya… Es algo tan grande que yo estoy asustada, estoy impresionada porque es primera vez que yo vengo aquí, esto es una cosa tan bella, tan grande que lo que me dan es ganas de llorar, pero no puedo llorar, ahorita no estoy para llorar, porque estoy conmovida.
Bueno, Padre, lo felicito, lo felicito porque es un grupo bonito, son muchachos buenos, habrá alguno por allí así pues medio… (Risas.) pero es gente buena, pero son buenos, hay honestidad, son sinceros entre paréntesis; cuando no les gusta una cosa no se lo… pan, pan, vino, vino, y así tiene que ser la persona sincero consigo mismo y sincero con los demás.
Yo los felicito, muchachos, les han dado una buena formación – los que ha podido tener más cerca – para poder dar de sí su contributo a esta sociedad humana. Eso tiene un gran valor porque usted es un joven, lo felicito de verdad, es un tipo con paciencia, porque a veces se me presentan dos grupos, son buenos también, no han sido malos, pero que ay, Dios mío, (Risas.) que se paran y dicen lo que les parece.
Entonces, voy a finalizar diciéndoles: Reafirmen sus pisadas hacia el Monte Sión y cuando digo esto quiero significarles, Jesús iba siempre al Monte Sión con sus discípulos donde está la verdad del conocimiento divino, silenciosamente. Por cierto que la última vez cuando fui a Jerusalén lo que sentí fue algo bellísimo. Los dejo… piensen en la inspiración del Monte Sión, lean todo lo relacionado con el Monte Sión. ¿Qué me dice, Padre?
(Risas.)
Sí, hay muchas cátedras y cosas muy bellas allá, pero el Monte Sión porque es lo más alto y que se dirigiera a todos, a toda la humanidad la luz; porque he estado desde que yo me senté, desde que estoy hablando aquí, yo me veía allá y yo decía: ¿Y que hago yo por aquí, todo el tiempo en el Monte Sión?
Entonces, quiere decir que hagan una investigación sobre todas las cosas sobre el Monte Sión, es importante, parece una locura, pero es una gran realidad, es una inspiración, parece un sueño y una locura también pero es una realidad que estamos viviendo y con los días se van a dar cuenta.
Yo espero que ustedes, muchachos, sigan sus estudios, sigan serios con su personalidad propia, pero con una mejoría por supuesto, cada día leyendo e instruyéndose… la vida de Dios, la vida de Jesús, la vida de José, la vida de María. ¿Por qué Jesús nació en Jerusalén, en Belén? ¿Por qué desarrolló su vida allí? ¿Por qué tuvo que ser crucificado? Hacer todas esas experiencias, o sea, que ustedes van leyendo y van empapándose de la vida del Señor. Lo que se siente es algo tan hermoso, es algo tan dulce y tan suave que llegará el día en que irán allá todos, irán, yo espero que no vengan guerras grandes y que no se prenda la guerra por allá. Ojalá, Dios mío, que nos salve el Señor. Pero después, más adelante sí, porque es el sitio más grande.
Yo he ido a Jerusalén cuatro veces, yo siempre voy allí, yo cada vez que salía en estado iba, parece una locura, pero es verdad, a mí me pasó eso créanlo, todas mis barrigas pasaron por Jerusalén, hasta sola me llegué a ir, a veces Geo no podía ir, hasta una vez con María Inmaculada; no le tenía miedo a nada. Bueno, son cosas que pasan.
Bueno, pero no sé, fíjate tú, yo directamente yo quiero estar es en Roma. Roma es mi vida, allí, pues, porque he vivido mucho, muchas cosas. Bueno, quiero mucho a Jerusalén, Jerusalén es el nacimiento del Señor, es un nuevo renacer de la gente, es un renacer y un reconocimiento de que esa vida de Jesús salió de allí, y las guerras no han podido con ella.
Entonces, toda esta juventud que crece y se desarrolla tiene que aprender a amar a Jerusalén y a sentir a Jesús por medio de esa tierra para que puedan crecer espiritualmente y darse cuenta que Jesús dio el palpitar, convive entre nosotros de la manera más natural, no lo vemos, pero Él está presente humildemente, sencillamente sin rebuscar palabras, sino nada… simple, Él está entre nosotros, no lo vemos pero sí sentimos. Ustedes van a sentirlo, muchachos, de ahora en adelante cuando lo reciban en la Sagrada Comunión van a sentir algo nuevo.
Quizás, yo haya sido demasiada sincera en hablar todas estas cosas que nunca las he hablado, pero algo me pasa, debe ser que realmente, Padre, me ha conmovido con su grupo. Son muchachos buenos, muchachos buenos de verdad que están buscando la verdad y buscan saber realmente lo que significa mi Señor, nuestra madre la Iglesia, buscan conocimiento y eso es hermoso, eso es único. Yo le digo, es muy difícil que el muchacho quiera aprender a conocer la profundidad de la Iglesia, es difícil que ellos quieran aprender verdaderamente a vivir el Evangelio realmente.
Ellos la están buscando, están buscando su propia verdad y esa verdad no la van a adquirir ya ni mucho menos, eso va a ser con los días con mucha paciencia y con mucha humildad y vuelvo a repetir: La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo, sin humildad no hay nada que hacer. Tú puedes ser muy hermosa, muy bella, muy linda o el muchacho un gran galán, pero si no tienes humildad no hay nada que hacer.
Entonces, pues, les doy las gracias, las gracias, Padre, por su invitación. Quizás ahorita parezca que no hay nada pero con los días van a ver los resultados, los resultados de este tipo de personas maravillosas, porque hay calidad humana, hay sensibilidad, hay sentimiento, hay búsqueda y cuando se busca se encuentra; y especialmente un deseo de crecer y hay que crecer, muchachos, hay que crecer con la humildad, con la paciencia, con el santo temor de Dios y con la alegría de vivir vida auténtica cristiana.
Que Dios los bendiga.
Padre, yo lo felicito, le doy las gracias por esta invitación que me ha llegado profundamente al corazón. Quizás he sido demasiada sincera, nunca me paso de lo que tengo que hablar, siempre estoy cuidándome, pero yo he sentido que aquí Dios quiere hacer algo muy grande con estos muchachos. Estoy impresionada, mire que yo he ido a grupos de muchos muchachos y no me había pasado esto; como yo he hablado hoy tan sinceramente nunca había hablado jamás porque siempre una cosa así por encima y ya está.
Yo los felicito, hijos, están bajo la gracia del Espíritu Santo, el Señor los ama.
Y ustedes mamás, madres, las felicito que tienen buenos hijos, porque si alguno tiene… está un poquito así… (Risas.) pero ellos van a coger la cuerda todo el mundo, y van a dar la talla que el Señor les va a pedir con los días. No es necesario decirle: “Levántate, muchacho, temprano; mira, estudia; mira, esto…” No, va a ser espontáneo, cada uno con una calidad humana maravillosa.
Yo estoy conmovida, me ha conmovido; no me pongo a llorar porque no voy a derramar lágrimas, pero estoy conmovida de verdad porque hay sentimiento y los padres son buena gente, hay buenas familias, hay sentimiento, hay humanidad, hay humanidad crística y cuando hay humanidad crística está Dios allí presente. Es una enseñanza grande, esto es para enseñar, esto es para aprender, esto es aprendizaje con ellos; y le digo que estoy conmovida, de verdad.
Los felicito, hijos, sigan aprendiendo, valorando a su Iglesia, su madre la Iglesia y sus sacerdotes y sus religiosas, amando a sus padres siendo humildes y generosos; no se les monte en la cabeza porque le digan que: “Usted, ay, ya llegó a doctor” y usted cree que sabe mucho, no, todos los días tenemos que aprender un poquito más.
Entonces, yo diría, pues que es como si yo toda la vida hubiera estado aquí, como si no es la primera vez que yo los veo a ellos… natural, así igualita, así, estoy tan impresionada, impresionada estoy yo y me conmueve. Es tan difícil encontrar muchachos buenos, los muchachos que eran tremendos y que después se compusieron, se les arregló la cabeza.
(Risas.)
Es difícil pero aquí va a servir todo el mundo, servir a su Dios, a sus padres, a su familia, a su Iglesia, a esa madre la Iglesia que necesita tantos sacerdotes, y religiosas, y madres y padres de familia también; porque también tienen que casarse.
(Risas.)
El que pueda se case, sí, no se puede obligar a nadie, todo el mundo no tiene vocación sacerdotal ni religiosa; a mí me gustaba, pero después yo sentí que el Señor me dijo…. y me fui a las monjas y estaba, pues, encantada y fascinada y después me dijeron que no; fue de una manera bellísima, violenta también, cuando ya yo me iba a quedar, ese día, pues – ¡ay, qué cosa tan grande! – Santa Teresita del Niño Jesús, yo la adoro, bueno nunca lo he dicho me da pena, pero ella me hizo el milagro, o sea, yo me iba a quedar y todo, estaba feliz porque la superiora me adoraba como si fuera su hija, porque ellas me visitaban en mi casa y me querían tanto y después no sé, de golpe me vino la vocación, no sé, me fui a Mérida yo, de Caracas me fui a Mérida con ellas, me vinieron a buscar y me sentía tan feliz y todo, y una mañana en la Santa Misa estaba sentada ya después de la meditación; ¿usted sabe, cuando se hace la Santa Misa después se hace la meditación, un silencio? y después – esto no me gusta, me da vergüenza contarlo – resulta que estábamos en oración el grupo de muchachas jóvenes que estábamos y las monjitas, algunas quedaron, y allí vino Santa Teresita del Niño Jesús tan grande como yo así… en el altar mayor, en el altar así de lado y dije: Santa Teresita del Niño Jesús para la vocación de verdad pero que sea una vocación para entregarme totalmente al Señor, que yo no me vaya después a debilitar, yo quiero cumplir la voluntad de Dios, sólo su voluntad, yo ahorita tengo el gran deseo, pues de que me dejes aquí.
Bueno, ustedes no lo van a creer, pero es una realidad tan grande, al momento yo estoy así cuando yo veo una rosa que viene volando, veo que ella hace así, me tiró una rosa y era una rosa de verdad. Eso fue delante de toda la gente, se me estaba escapando la rosa, se me estaba yendo y la agarré con la otra mano, me punzó un poquito aquí con las espinas, sangré un poquito y yo le dije: Señor, te ofrezco esta sangre por la Santa Madre la Iglesia, por la conversión de los pecadores, por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Pero en el momento que yo sentí eso, que vino la rosa, que todos la vieron, allí la vio la vio la Madre – ellas me adoraban, Dios mío, me dio un dolor venirme – entonces me dijo, sentí, me dijo: “Serás esposa y madre e irás por el mundo llevando mi palabra.”
En ese momento fue para mí, bueno, el dolor más grande de mi vida, allí lloró todo el mundo, todas las monjas, todas las muchachas y me dijo: “Tienes que ir a Roma, – pasaron otras cosas con las religiosas – pero tienes que estar en Roma.” Yo nunca le había contado esto a nadie, pero yo se los estoy contando a ustedes. Y entonces le dije: Mamita, me mandan a Roma… y a San Gabriel que era mi madre superiora que me adoraba, murió hace poco, 90 años tenía, pero en esa época estaba joven, para mí fue una locura. “¿Esperancita, pero cómo es posible, qué es esto?” Pero vieron la rosa y estaban todas las monjas allí, todas las muchachas del colegio, no era que eran unas campesinas y me dijeron que venía volando la rosa y yo estaba en el banco así, que cómicas, dieron un salto. “¿Cómo vas a hacer esto… dejarnos? Bueno, que las monjas le cuenten. Yo siento que me tengo que ir, es que tengo que ir a Roma. “Bueno, yo te respeto. Nosotras te queremos tanto y nos duele de verdad.” Bueno, eso fue llanto y lágrimas.
Me fui a Roma y allí fue que conocí a Geo (Risas.) y allá llegué al Instituto Ravasco, allí me vistieron las monjas, bueno fueron las dos novicias, las monjas que me iban a vestir y estaban todas las monjas… los zapatos, las medias, o sea, salí de monja para casarme.
Conocí a Geo, a mí primero no me gustaba (Risas.) porque yo seguía todavía con la idea de que yo podía en Roma… Yo dije: A lo mejor me mandan a Roma para que yo allá haga mis cosas. Y me fui con ellas, con las otras monjitas. Eugenia Ravasco se llamaba, muy bella, la quiero muchísimo y allí salí vestida yo de novia para la Iglesia, para San Pietro en la Basílica, el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada Concepción.
Esa capilla no la abren así, ese día la abrieron. Vi y estoy viendo como milagros tan grandes que era imposible llegar al Papa, todo se me facilitó con Pío XII, tan es así que Monseñor Giulio Rossi cuando fue a hablar conmigo me dijo: “María, no es posible.” Yo le dije: Yo me quiero casar en esta capilla. Me dice: “¿Qué?” Después le dijo al Santo Padre: “¿Santo Padre, sabe que María Esperanza dice que ella se quiere casar en la capilla del coro?” – “¿Y no se le podía ocurrir otra cosa?” Que solamente a mí se me ocurrían estas cosas, (Risas.) porque yo adoraba a la Inmaculada Concepción, por eso el día de ella, por eso es que para mí el 8 de diciembre es tan grande, tan hermoso y por eso yo a Pío XII lo quise tanto, bueno a todos: Juan XXIII, a todos los papas, pero él fue algo especial porque ya hubo una cosa tan grande.
Bueno, hijos, yo no sé porque estoy hablando estas cosas.
(Risas.)
Parece que esta señora habla mucho, pero en verdad yo este cuento no se lo he dicho yo a nadie, a muy poca gente, pero he sentido como una sinceridad para que ustedes sepan. Tenemos que ser sinceros en la vida, tenemos que ser buenos de verdad, humildes, generosos, compasivos con nuestros hermanos, no demos una… decir: “Fulano es así, o me parece esto.” No, se calla uno, nunca demos una mala… si tú no vas a hablar bien de una persona no hables, cállate la boca porque es como una falta de caridad, falta de amor.
Tenemos que tener una conciencia exacta de nuestros deberes, una humildad muy grande, una generosidad, ser muy generosos, muy compasivos con nuestros hermanos, especialmente un gran deseo de salvar almas. A veces cuando te gusta un dulce, deja ese dulce: “Mi Señor, por la conversión de un pecador, por la salvación de un alma, por un alma que está sufriendo.” En fin, ofrecer todos tus detalles de la vida diaria para salvar almas.
Gracias a todos y perdóneme tantas cosas porque quizás hablé de más, pero no sé, Padre, he sentido como si hubiera estado en mi familia así aunque yo no conozco esta gente ni mucho menos, pero es así como que aquí va a haber un crecimiento muy hermoso y una fidelidad muy grande hacia su persona.
Yo lo felicito y realmente me voy con mucho amor en mi corazón por ver a esta juventud que crece y se desarrolla buscando su luz. Que encuentren esa luz y que perseveren en el camino con Cristo Jesús, con María, con José y con sus sacerdotes que los acompañen para que ustedes desarrollen sus facultades espirituales y sean ejemplo en el mundo. Dios los guarde y los bendiga.
Olvídense de mí, olvídense de esta mujer, olvídense de todo y todas estas cosas así que no vayan bien armonizadas, todo, todo. Yo lo que quiero es armonía, paz y serenidad, alegría del niño inocente y la capacidad del joven para aprender y reconocer que su Dios es lo más grande que tiene con sus padres.
En el Nombre de mi Padre, Yo los bendigo, hijos míos;
en el nombre de mi Madre, Yo los curo del cuerpo y del alma
y los guardo, aquí en mi Corazón, los guardaré, los guardaré,
los guardaré aquí en mi Corazón desde hoy y para siempre.”
Que la paz sea con vosotros y que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas. Están en paz y en armonía con el mundo entero.
Gracias te doy, Señor, por los beneficios a nuestras almas.
Gracias Padre.
PADRE CADMUS MAZZARELLA: El Señor está en mi mente y en mi corazón y con ustedes.
- En el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Que la paz sea con ustedes.
Quiero agradecer a María por sus palabras
(Aplausos.)
Quiero invitarlos arriba a un refrigerio y quizás María pueda hablar con algunos de ustedes personalmente.