Glevenis, Lac St. Anne, Alberta, Canadá

Discurso de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Colegio Alexis School Expansion
Lunes, 25 de mayo de 1998 2:20 p.m.

[…] sembrar una plantica, tejer un bordadito, en sus casas con sus padres en la cocina cuando se vayan, cuando se lava.

Todos tenemos que aprender y vivir el Evangelio que nos enseñó el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, Jesús el Salvador del Mundo que nos ha dejado el alimento más grande, el Pan Místico en todos los altares del mundo, que es su Cuerpo, que es su vida que no las entrega para alimentarnos.

¿Han hecho su Primera Comunión? Los felicito, a todos los niños.

Jesús está con ustedes, ha restado en su corazón para siempre. Procuren ustedes, los que no la han hecho, aprender el catecismo y en fin prepararse para poderlo recibir muy pronto, cuanto más rápido lo hagan – la Comunión – mejor se sentirán ustedes para reflexionar y hacer sus estudios de la manera que se sientan muy felices de que saben leer, de que saben escribir, de que sacan sus cuentas muy bien hechas y que están dispuestos en adelante a convertirse en hombres y mujeres que tienen una profesión, que saben comportarse bien en la sociedad humana, y en fin, cumplir con sus deberes, con sus padres especialmente.

La familia es lo más grande que tenemos: Nuestros padres, nuestros hermanitos, nuestros abuelitos que ya están ancianos, y en fin, todo ello llena el corazón, nos embriaga el alma con deseos de aprender más y más de lo que significa la vida cristiana, la vida que se ofrece para servir a Dios, para servir a sus hermanos.

Si alguien de sus compañeritos está enfermo pregunten a sus padres: ¿Cómo está? Si hay que visitarlo se visita. Cumplir con las personas. Un compañerito tuyo no sabe la clase ayúdalo, dile: “Esto es así.” Y así todos se van cada día uniendo más con la caricia de María, con la delicadeza de María, con la sencillez de esa Madre que tenemos en el cielo, que convive con nosotros en la tierra; no la vemos pero ella está cerca, ella está en cada uno de nosotros cada día ocupándose de todas de sus cosas, de cuidarlos, de protegerlos que no les pase nada.

Cuando vayan por las calles ustedes ir atendiendo de que un carro no los vaya a estropear, si hay un peligro; si se van a bañar, María está pendiente para salvarlos, para que no se ahoguen, para que no les pase nada.

Ustedes tienen que ser comedidos en sus acciones, en sus actos de la vida para que así el influjo maravilloso de María – su humildad, su paciencia, su donación como Madre – los ayude y los tenga en su Corazón para siempre.

Ustedes van a despertar; y al decir despertar… van cada uno de vosotros, pequeñitos aunque sea, a ir tomando conciencia del bien y del mal.

A un hermanito no se le pega ni a un amigo tampoco. Eso de golpes, no, tienen que evitarlo, tienen que ser muy suaves, muy tiernos, muy generosos con sus hermanos, con sus amiguitos; reunirse la familia, tomar los alimentos juntos sentados a la mesa, y en fin, llevar una vida en cónsona con nuestra madre la Iglesia.

Porque tenemos una madre la Iglesia que la rige un Papa reinante y ahorita ese Papa se llama Juan Pablo II, que hace muchos viajes por el mundo llevando la Palabra de Jesús, convirtiendo almas, salvando seres. Entonces tenemos que amar a ese Papa, pedir porque Dios nos lo conserve, que le dé salud y vida sobrenatural; y digo sobrenatural, porque el Señor nos da vida sobrenatural.

Ustedes me ven aquí… yo vivo de milagro, un milagro del Señor, yo desde niña hubiese muerto ya, no viviría, pero mi fe, las oraciones de mi mamita, de los míos pidieron al Señor y yo me salvé, cuando estaba pequeñita; y después cuando tenía doce años y en fin. Tuve muchas enfermedades y me enfermé del corazón y mi corazón ha resistido a las pruebas.

Entonces, ustedes tienen que aprender a resistirlo todo con mucha humildad. La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo, sin humildad no se pueden realizar las obras porque si hay soberbia, ¿cómo entra la humildad?

Entonces, seamos humildes y generosos, seamos muy buenos y actuemos con mucho criterio; y al decir criterio quiero significarles, ser ingenuos, naturales y actuar con mucha bondad, con mucha ternura, porque todos necesitamos del amor, del cariño del uno, del amor del otro, darnos las manos, ayudar a tu amiguita que está pasando un momento triste… de su familia o algo, ayudarla, darle una palabra de consuelo porque estamos para servirnos unos a los otros.

Ustedes tienen que tomar muy buenos ejemplos porque tienen a un ser aquí muy especial, que es el que manda aquí: Alexis, que es una gran persona, es un gran ser que Dios escogió para esta misión tan grande para vosotros, de vuestra raza, de vuestro pueblo. Obediencia, humildad, mucha serenidad y un gran espíritu de generosidad. Seamos generosos con nuestros hermanos.

Estudien sus clases, ya lo saben pues, que sean niños muy honestos, muy dignos, muy generosos; no digan malas palabras, nada, nada, siempre recogidos en su puesto.

Me gusta verlos tranquilos, me gusta verlos como están en este momento. Yo sé que se cansan si les hablo mucho, pero es necesario en este momento para que aprovechen el tiempo, los días, los meses, los años. Ustedes van a crecer y van a ser hombres y mujeres, y esos hombres y mujeres del mañana le van a enseñar a los otros que no saben, y que van a ser aquellos pequeñitos, y ustedes ya van a ser hombres grandes y mujeres. Quizás algunos no me entiendan, pero otros sí me comprenden, los más grandes.

Así, hijos míos, mis pequeños niños que la Virgen Santísima María me los bendiga, me los proteja, me los guarde. Ella les manda una bendición para que ustedes se sientan muy felices. Y su Divino Hijo Jesús los guarde para siempre. Reciban esa bendición.

Yo soy una mujer, pero no importa, la mujer también como madre… puedo dar una bendición, todas las madres tenemos el derecho de dar la bendición a nuestros hijos, en este momento yo los quiero como su fuesen mis hijos. Entonces, reciban esa humilde bendición de una mujer que ha venido a conocerlos y a traerles a su corazón el amor de Jesús, el amor de María, Jesús como Niño, María como Madre, Madre Virgen, Virgen y Madre consoladora de los afligidos, de los tristes, de los enfermos, de los que vacilan en el camino, la autora del bien, de la esperanza de todos los hombres de la Tierra.

Y ahora, reciban esa bendición. Yo no soy nada, mis pequeños, soy una mujer como cualquiera otra mujer del mundo, pero amo mucho a los seres, amo a los niños, a los jóvenes, especialmente amo mucho a los jóvenes también, a mis pequeñitos, a los grandes, al hombre, a la mujer, al niño a todos los amo, amo la naturaleza, los campos, el verdor. Cuándo venía… qué belleza tan grande, Señor, qué hermosura, qué tierra bendita tienen ustedes.

¿Saben lo que es nacer aquí? Es nacer con el Señor porque es una tierra consagrada a Dios porque vuestros padres creen en el Señor, en Jesús, el Maestro, el Profeta, el Redentor del Mundo que lo dio todo, dio su Sangre, su vida para salvarnos a todos nosotros.

Y ahora, que Dios me los bendiga.

Sean muy buenos con sus maestras, con sus profesores, con todas las personas mayores; y sean muy humildes. La humildad es el puente de cristal que nos lleva al cielo.

Entonces, yo quiero que ustedes resten para siempre – niños, jóvenes, hombres o mujeres – en las manos de María, en las manos de Jesús para realizarse en no lejano tiempo; cuando ustedes crezcan sean hombres y mujeres que den frutos al mundo, den su palabra, den sus buenas acciones, den todo lo que llevan dentro. Tienen que aprender y esforzarse a ser grandes almas dispuestos a ayudar a sus hermanos y de dar la vida si es posible por quien lo necesita para salvar al mundo que en estos momentos está sufriendo tanto. El hombre está en una incertidumbre muy grande.

Y ahora, pues, alégrense, estén muy alegres, estén muy contentos, rían, jueguen, brinquen, salten, pero siempre en orden sin golpear un amiguito o una amiguita, siempre conscientes para realizarse en un mañana mejor. Yo sé que ahorita están… ¿tú sabes?, pero quería serenarlos para que sean unos niños muy bellos.

Ustedes son unos niños muy bonitos, muy dulces, veo sus rostros, veo sus corazoncitos que laten al unísono uno al otro.

Y ahora vamos a prepararnos a recibir la gracia del Espíritu Santo. Parece mentira, quizás un sueño mío, pero esto que estoy viendo aquí, yo lo vi ya hace dos semanas atrás, me parece haberlos visto ya. (La Sra. María Esperanza comienza a llorar.) Esto me ha conmovido a mí mucho cuando levanto los ojos y veo aquello… es como si el Señor me hubiera traído ya aquí a convivir unas horas, para traerme de nuevo conviviendo realmente como persona, ya no en espíritu ni en el pensamiento, sino realmente.

Y ahora para todas las personas mayores: Los hombres, mujeres, las maestras, los profesores, todos los que trabajen aquí, para todo este pueblo, para toda esta nación, para todas estas tierras que el Señor los cubra con su protección maravillosa y puedan afianzar la fe de sus hermanos para colmar sus anhelos y deseos de salvar al mundo que se pierde, salvarnos todos.

Y ahora, recojámonos:

En el Nombre de mi Padre, Yo los bendigo, hijos míos;

en el nombre de mi Madre, Yo los curo del cuerpo y del alma

y los guardo aquí, en mi Corazón desde hoy, les guardaré,

les guardaré, les guardaré aquí, en mi Corazón desde hoy y para siempre. Amen.

Que la paz sea con vosotros y que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas. Están en paz y en armonía con el mundo entero.

 

  • Ave María Purísima.

Y que este colegio reciba muchos, pero muchos, niños y todos se abrasen así.

Un besito.

Dios los bendiga.

Aleluya, aleluya, aleluya, gloria a Dios.

(Aplausos.)

JEFE RODERICK ALEXIS: Quiero agradecer a María y su familia.

Cuando estudien Estudios Sociales, ellos vienen de Sur América, cuando estudien los distintos países, ellos vienen de Venezuela, Caracas la capital de allá, de allá vienen.

Ella es una dama muy especial, ella va a todas partes evangelizando y enseñando a rezar, ha venido aquí para rezar por ustedes y yo pienso que ustedes han sido muy bendecidos por tenerla aquí en la escuela. No muchas escuelas canadienses tienen es honor y privilegio.

Así que quiero agradecer a María y a su familia por las canciones que han interpretado y por las bendiciones que ella les ha dado a ustedes, a la escuela y a todo el equipo de profesores.

En nombre de los niños quiero agradecerle, Ish nish, estoy feliz, algún día estaremos todos unidos en el cielo.

(Aplausos.)