Framingham, Massachusetts, EE.UU.

Palabras de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Residencia de la Familia Fargano
Sábado, 3 de mayo de 1997 9:00 p.m.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Mira, mi amor, gracias por la invitación hoy, de abrir tus puertas.

SRA. LORRAINE FARGANO: Gracias por venir.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: A esta mujer, a su familia, estoy muy complacida de conocerlos a todos y espero que nos volvamos a ver.

Que estas puertas se mantengan siempre abiertas para poder entrar todas aquellas almas que Dios te mande.

Dios te bendiga, disfruta de tu matrimonio, disfruta de todo lo que Dios te dio con mucho amor, con mucha ternura siempre; esa es la base. Abiertas las puertas, pero todo en orden. Que Dios te bendiga – felicitaciones – para que crezca cada día, para que vaya creciendo esa llama hasta convertirse en una pequeña llama del Señor. Que Dios los bendiga.

Tú lo necesitabas, Dios te ha premiado.

Me pongo a la orden, pongo a la orden mi casa en Caracas; cuando vayan me visitan en mi casa. Bueno, van a Betania a ver a la Virgen, pero les pongo a la orden mi casa en Caracas.

SRA. LORRAINE FARGANO: Es un honor tenerla a usted aquí, María Esperanza, y a toda la familia, es un regalo para toda esta familia que está aquí.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Y esta es una gran familia, una comunidad – eso es lo más grande –. En la comunidad unos con otros se ayudan, se confortan, se consuelan, se tratan sus problemas, se hablan, en fin se van ayudando unos con otros con una palabra, con una mirada, con un sentir; eso es lo bello.

Que esta comunidad de Betania aumente, que todos se sientan liberados de los problemas para así liberados trabajar por la evangelización que va a comenzar ahora, cada uno, porque eso es lo que nos está pidiendo el Señor: evangelización. Una mirada, una palabra a tiempo, un apretón de manos, una esperanza, un consuelo… dar. No importa cómo lleguen ni de dónde vengan, lo importante es tenderle las manos y ayudarlos. Cada uno en su puesto, en su medio donde Dios los ponga con la condición humana de que nuestro corazón estará abierto para los que lleguen, aunque lleguen tristes y llorosos, o que vengan decepcionados, o que vengan con carácter; eso se aplaca, eso se pone en su lugar.

Dios bendiga su hogar, les bendiga su casa. Todo está hecho tan bonito. Yo soy una persona muy detallista, una crítica terrible, tremenda.

(Risas.)

Pero está todo tan bien, tan delicado, todo; pocas cosas pero en su puesto, no peroles así… Muy bello, todo muy armonizado. Hay armonía, hay condición humana y hay responsabilidad de los deberes; eso es lo importante: la responsabilidad de los deberes, allí es que está la práctica del bien del hombre de hoy, de la mujer de hoy.

Que Dios los guarde, que Dios los bendiga a todos.

Mi corazón queda en parte aquí, pueden estar seguros, los tendré en mis pequeñas oraciones, cuando reciba al Señor los pondré junto a mí para que así mi Señor los siga protegiendo.

Sister Margaret ha sido una gran mujer…

(Aplausos.)

…y esta es su hora, la hora del repiquetear las campanas. ¡Tilín, tilín, tilín!

(Risas.)

¡Vengan, vengan, vengan! ¡Entren, entren!

(Risas.)

Entonces, se verifica el milagro de la multiplicación de los panes. ¡Aquí tiene, aquí tiene, aquí tiene para las obras… y el agua clara de los manantiales!

Entonces, tenemos el pan y el agua y ¿por qué no el vino?

(Risas.)

Como se dice en la Santa Misa: El pan, el agua y el vino. Los tres componentes importantísimos en nuestra vida de cada uno de nosotros. “La mesa está puesta; venid todos, hijos, y recibid mi Cuerpo para ser alimentados eternamente. Aquí están mis sacerdotes quienes lo dejaron todo para seguirme,” dice el Señor. “Son mis aliados, son mis discípulos y Yo los amo tanto para que hasta el momento de su expirar estén Conmigo para ir al cielo, a la eternidad sin fin.”

Dios me los guarde.

(Aplausos.)

(La Sra. María Esperanza se dirige a un sacerdote.)

Es una gran persona.

(Aplausos.)

La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo, lo repito siempre. Es en la humildad donde reposa el Señor.

Entonces, adelante, hijo, adelante y di conmigo:

  • Estoy en tus manos, Señor, he hecho lo posible para servirte con amor. Entonces, haz conmigo lo que Tú quieras que aquí estaré de pie firme como los saldados, un soldado sacerdote.

Que Dios los guarde a todos.

  1. GEO BIANCHINI: Úsame hasta el final.

HERMANA MARGARET SIMS: Hasta mañana.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Hasta mañana. Dios los bendiga a todos.

HERMANA MARGARET SIMS: ¿Alguien quiere cambiar de opinión?

TODOS LOS FUTUROS MIEMBROS DE LA COMUNIDAD: ¡No!

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Los guardaré aquí en mi corazón, los guardaré aquí en mi corazón para siempre.

Muchas gracias.

TODOS: ¡Gracias!