Toronto, Ontario, Canadá

Palabras de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Ave Maria Centre of Peace
Lunes, 19 de mayo de 1997 3:40 p.m.

[…] los lleva a su Corazón; ella es tan generosa, tan compasiva, tan humilde que se da a todos y es nuestro deber seguirla y decir lo que ella hace también. Por supuesto, ella es la Virgen María, la Madre de Dios, nuestra Madre Celestial para asemejarse a ella es imposible pero tenemos que imitarla en todas las obligaciones que tengamos, sin decir que después, mañana… hoy, como un soldado, como un hijo verdadero que sabe apreciar a su Madre, que la ama y que la siente, que cuando sentimos a nuestra Madre Celestial nuestro impulso es caer de rodillas y pedirle mucha humildad y paciencia.

Así que tengan ustedes paciencia conmigo.

(Risas.)

Todos nos necesitamos, unos servimos para una cosa, otros servimos para otras, pero servimos todos. Tenemos que dar eso que tenemos por dentro, nuestras aptitudes que Dios nos ha dado para cualquier motivación.

Entonces, yo creo que esto me gusta, es un buen grupo, son buenas personas, están buscando a su Dios de verdad, a su Madre Santísima, nuestra Madre Celestial y ello es necesario en estos tiempos, especialmente en estos días, en estos años porque realmente tenemos que prepararnos.

El Señor se está acercando y ustedes me dirán: “¿Pero cómo, señora?” Sí, señor, Jesús convive entre nosotros espiritualmente, pero Él se está avecinando al mundo de una manera impensada por el hombre, anoche lo dije, no sé si se dieron cuenta.

Es por ello que tenemos que prepararnos, no es prepararnos que si la guerra, que si nos van a matar, no. Lo que venga, sea lo que Dios quiera, pero prepararnos nosotros para asimilar realmente lo que Dios quiere de cada uno de nosotros y saber por qué se está acercando, por qué está viniendo hacia nosotros en busca nuestra. Entonces, debemos reflexionar sobre de ello y apuntar en primer término: El Señor nos quiere preparar porque es el momento preciso en que todos tenemos que unirnos, no importa su raza ni su fe… nuestra fe es lo importante, nuestra Iglesia, nuestro Pontífice, nuestro sacerdocio que son los que nos llevan de la mano y nos enseñan los mandamientos de la Ley de Dios.

Entonces, hay que amar a esa Iglesia, hay que acercarse a ella con mucha humildad, una gran generosidad de corazón viendo en cada uno de nosotros a un hermano. Yo te veo a ti como mi hermano, te veo a ti como una hija, te veo a ti como mi superior.

Hay que respetar a las personas y los niveles, cada uno en su puesto, cada uno donde Dios lo ha puesto para desarrollar esa labor de unidad fraternal, de un encuentro en darnos las manos. Es hermoso poder tomarse de las manos y decir: Tú eres mi hermano; yo voy en tu busca, hermano; yo te puedo ofrecer mi oración por ti; yo te ruego que tú lo hagas por mí. Ya allí se está realizando un acto de humildad, un acto de hermandad, un acto de una verdad justa que lo necesitamos todos.

Por eso estoy aquí, porque yo me sentía muy mal esta mañana, pero cuando uno ama a su Señor y ama a su Madre no importan las dolencias, no importa nada… es un amar, un amar continuo… salvar almas, almas para Dios.

Todos nos necesitamos, quizás, ustedes tienen algo que yo no tengo, quizás yo tengo algo que ustedes no tienen, pero tienen sus gracias. Todos tenemos la gracia del Señor, todos tenemos las luces y las gracias del Espíritu Santo. El Espíritu Santo está soplando en el mundo de manera particular, grandiosa, única en la historia de la Iglesia, en la historia del mundo.

Estos son los momentos más grandes de la historia en el mundo – para que ustedes sepan – porque en este momento se están levantando cantidad de personas en busca del Señor, en busca de la verdad. Por supuesto, habrán otros hombres que no puedan comprender y no quieran entender, pero hay muchos, muchísimos que ahora en este momento y en todas partes del mundo se están poniendo de pie y dándose las manos para trabajar.

Y todo ello, ¿saben por qué? Porque María, la Madre Nuestra está dando su Corazón, lo está entregando de nuevo como en la Cruz, aquí al pie de la Cruz con su Hijo, con aquel dolor grande; y todo ello es para aliviarnos, para hacernos mejores en la vida y para poder comprender cuán grande es su Hijo Divino Jesús.

Jesús en su Divina Misericordia, una de las apariciones más grandes del mundo, diría yo. Sor María Faustina, una monjita humilde, cuánto hizo – eso me conmueve tanto – con aquellos sufrimientos, aquellos días de frío tremendo que casi no podía levantarse y ella con aquella voluntad férrea pudo dejar su impronta en la Tierra de una verdadera santa. Una santa porque ella es una sierva, es una sierva de Dios que lo dio todo, dejó el mundo, dejó todo para servirle al Señor. Estas son las cosas que llegan al corazón, son cosas que nos conmueven. Y así, grandes personajes de la Iglesia que están dándose, que están trabajando.

Por ello, es el llamado de ustedes hoy.

Siéntense porque deben estar cansados.

(Risas.)

Se puede trabajar, así por grupos pequeños, no muy grandes. Un grupo hoy, otro grupo mañana y los ejercicios espirituales… porque ahorita me está llegando a Betania gente de todas partes para hacer los ejercicios espirituales.

Antes de venirme tuve un encuentro, ¡ay, bellísimo! Me vino gente de todo Estados Unidos, de Miami, de Washington, de todas partes, de México… son muy buenos, muy bien formados, ya unos habían ido como tres veces allá a Betania, otros nuevos, por primera vez… fue bellísimo, realmente fue algo hermosísimo.

Entonces, eso sí me gustaría a mí… los ejercicios espirituales. Yo sé que ustedes los harán, hay métodos, cada uno tiene el suyo. Yo amo mucho a San Ignacio de Loyola, los ejercicios espirituales suyos son muy fecundos, muy grandes, lo que toca es rectitud, eso es conciencia exacta de los deberes, y eso es amor y fidelidad a la Iglesia, eso es lo más grande, ser fieles a nuestra madre la Iglesia.

Yo he ofrecido mi vida por la Iglesia, por los sacerdotes, por las religiosas, por el Papa, mi vida por ellos y por el Pueblo de Dios, por supuesto, pero por ellos porque lo dejaron todo… su madre, su padre; yo que adoro a mis hijos. ¡Ay, Dios mío!, pensar que se me va un hijo es horroroso; mis nietos, eso es fuerte.

No crea la separación de la familia y dejarlo todo. Yo iba a dejar a mi madre, iba a dejar todo, yo lo quería, pero lo quería porque amaba a mi Señor, yo amaba, pues, a Jesús de una forma muy grande y después me mandó al mundo: “Tienes que ser madre…” Qué fuerte, y me decía: “…para que puedas así palpar a todos mis hijos a la mano, aquí encerrada no lo podrás hacer.” Para mí fue fuerte, yo le tenía miedo a la gente; con las personas así yo era muy recatada. No creas, uno espiritual y tú la lanzas al mundo; es fuerte.

Por eso, yo las comprendo a cada una de ustedes: a las madres, las esposas, a todas, porque son tantas las personas que necesitan vivir el Evangelio. Para que esa esperanza se realice tenemos que tocarlo, sentirlo, convivirlo juntos; no uno que se la quiera echar de santo allá apartado, no, ya no. Ya no podemos hacer eso. Ahora tenemos que enfrentar al mundo, a las personas, a las criaturas, a todos en una convivencia continua de fe, de amor, de fidelidad a Cristo, de fidelidad a las personas, a los hermanos.

Entonces, yo les diría a ustedes: reúnanse, sigan reuniéndose con su sacerdote, el día que le toque a un sacerdote que les dé una práctica – y ustedes también – entonces, a cada uno le va tocando. En ese momento, allí viene la gracia del Espíritu Santo y entonces tú puedes hablar inspirada por esa gracia, porque eso viene y es necesario, porque eso nos va modelando, nos va enseñando, nos va dando una cierta autoridad espiritual y nos ayuda a discernir realmente lo que Dios quiere de cada uno de nosotros.

Por eso estoy hablando de esto, porque es muy interesante, porque hay muchas alabanzas, mucha: “Gloria a Dios.” ¿Tú sabes?, pero la persona se tiene que preparar para lo que venga. Tu fe, esa no te lo puede quitar nadie, es tuya, el Señor te la ha dado, tú te has preparado, no es una cultura, una preparación muy alta, muy grande, no; son las pequeñas cosas de la vida diaria, es el saber vivir: la convivencia.

¡Qué difícil es la convivencia, pero qué hermoso es cuando se puede convivir! Esto es lo más esencial en este momento.

La gente está pensando en pajaritos, en cositas, que viene la guerra, que nos vamos a morir, que la bomba atómica, que nos vamos a acabar; no, no, no. Yo no dudo que vendrán… Cosas están pasando en el mundo, pero no eso de las cosas que asombran y que lo ponen a uno nervioso. No crean en esas cosas. Nosotros como católicos tenemos que tener un camino y ese camino nos conduce a la Iglesia, y esa Iglesia nos enseña a convivir con todos y a vivir el Evangelio.

Por ello, es necesario la evangelización y cada día abrir la Biblia; cuando te levantas a ver qué te dice el Señor, qué te toca – sea en tus meditaciones espirituales, sea en la Sacra Biblia – pero abres y ves, y eso es lo que te está diciendo el Señor. Así vas a dedicar tu día en algo bueno, en algo que dé gloria al Señor y que nos dé una sonrisa María de que verdaderamente estamos trabajando.

Esto es esencial en estos momentos, porque yo creo que la gente está buscando por aquí y por allá, y no saben dónde pararse. “No, porque fulanito, y que éste y que el otro” No, no, nada. Cuando tú entras en el aro con el Señor, tú no tienes que estar mirando el ojo del otro, los defectos, no. Vamos a pensar que no tenemos defectos, que somos buenos, suaves, generosos, sencillos; que te comprendo a ti, comprendo tu problema, tú me comprendes el mío; y en fin, somos hermanos, somos hijos de Dios.

Esos hijos de Dios tienen que dar la talla en estos tiempos, para que así las pruebas sean más benignas y misericordiosas. No formarnos la idea de que va a pasar algo. Yo no dudo de que pasen cosas, pero tenemos que vivir de esperanzas, tenemos que vivir con sanidad espiritual y con un corazón abierto para quien nos necesite y nos llame.

Yo no soy nada, pues, para hablar de estas cosas, pero esto es lo que siento. Siento que necesitamos prepararnos más, pulirnos más, defendernos de los que aúllan en medio del camino de la noche, de los lobos rabiosos. “Esas católicas que son unas bobas, que son unas beatas, que son esto” No. Tú impecable, que nada te roce, que nada te toque. Te puede pasar así… puede rozarte, pero tú sigues tu camino.

  • Voy hacia Dios, Él es mi locura de amor, y si estoy con Él, ¿qué puede dañarme? Nada, porque tengo una conciencia exacta de mis deberes y su amor me alimenta, su Cuerpo místico me llena completamente, ése es mi alimento, ello es mi amor y mi vida. Mi vida es vida por Él, porque cada mañana me levanto y voy en busca suya. Si no puedo ir en la mañana, voy en tarde, pero lo busco, no puedo estar sin Él.

Recuerden esto: La Comunión diaria es lo más grande que existe. Y esto lo digo yo, porque lo he visto en mí. Yo estoy de pie porque Dios quiere, porque no es que tenga una salud muy perfecta, ni mucho menos… Esto está malo, pero este corazón está andando, no se ha parado todavía.

Entonces, hijos y señores, realmente estoy muy conmovida, es un centro mariano, pero pónganse de acuerdo, dense las manos todos, ayúdense el uno al otro con una palabra, con una sonrisa, con un apretón de manos, con una mirada; dar, dar, dar siempre. No quedarte tú fría, como que tú te lo mereces todo, no… una humildad extrema, una generosidad infinita, una ternura que sea la ternura de María que te toca, que te llega y que nada puede apartarte de su presencia.

Eso es lo que nos pide nuestra Madre: acierto y seguridad en los pasos que demos, especialmente un gran deseo de aprender cada día, porque cada día aprendemos algo; no son las grandes cosas, son las pequeñas cosas, las cosas del día, de la vida diaria, pero que nos hacen bien, para poder aprovechar y poder así realmente dar de nosotros lo mejor, o porque así la Virgen estará contenta, Jesús abrirá su Corazón y nos dirá: “Venid a mí, hijos míos, entrad en mi Corazón, aquí los guardaré y aquí aprenderán de este Hijo de Dios”.

María es tan humilde que ella está pendiente de todos los detalles de cada persona, de cada ser humano que la invoca, que la llama, que recibe a su Hijo en su corazón, que vive con su familia en paz y en armonía, y que trata – aunque haya preocupaciones y angustias – de dar la serenidad, el amor a la familia, la ilusión, aunque sea en pequeñas cositas.

Ya lo dije, no son las cosas grandes que tú hagas, las grandes obras – claro, las obras hay que hacerlas porque son muy bonitas – pero, son dádivas divinas de amor que ella nos ofrece que hay que tomarlas y ofrecerlas a quien las necesite con mucha humildad, con mucho amor y más que todo con un gran deseo de crecer espiritualmente.

Nuestro crecer debe ser diario, nuestras ansias de superación espiritual deben ser intensas, sí, porque si superamos todas las pequeñas cosas de la vida diaria podremos dar de nosotros lo mejor que tengamos, la capacidad con que Él nos va enseñando cada día en el cual María se complace en hacernos sus pequeños hijos de su Corazón.

Ella nos habla así: “Mis pequeños hijos.” No dice: “Mi gran hijo.” No. “Mis pequeños.” Como si tuviese en su seno materno a su Hijo Divino, así nos ama María. Parece como una fantasía, pero es una verdad en todas las partes del mundo. Por eso se está apareciendo, ella sigue apareciéndose porque está llamando al mundo a rectificar, a reconocer lo que es su Divino Hijo, es el Hijo de Dios, es lo más grande, a Él no lo va a suplir nadie, más nadie puede llevar sobre sus hombros el peso de la humanidad… siendo Hijo de Dios lleva ese peso sobre sus hombros.

En estos tiempos del año 2000 en adelante, para el 2004 tiene que comenzar la paz del mundo, la unidad, la fraternidad. No es decir: “Tú eres tal religión, yo no te puedo ver, tú eres esto.” No, nadie, porque cuando tú naciste tus padres eran hebreos, eran judíos, eran de cualquier religión y ellos te criaron así, como nos criaron a nosotros que amamos a nuestra religión. Yo me dejo matar, a mí no me importa dar mi vida por mi Iglesia, por mi fe. Entonces, tenemos que tener una gran comprensión, pedirle a Dios que nos ilumine porque Cristo es la verdad y hasta que a Él no lo reconozcan no habrá paz en el mundo, viviremos en guerras continuas.

Tenemos que tener una conciencia exacta de nuestros deberes en la vida, de lo que tenemos que hacer; no dejarnos llevar de la corriente: Porque estos son así… esto es allá. ¡Ay, no, no! Ellos pueden hacer contra nosotros, pero nosotros los católicos no podemos hacerlo.

¿Ustedes no ven al Santo Padre como va de un lugar a otro derramando bendiciones y gracias? Lo hirieron, han tratado de matarlo, le han hecho de todo y él con aquella humildad. Esto es lo que me llega al corazón… con una humildad, con una sencillez. Eso es grandioso, tenemos algo en la historia para el futuro muy hermoso. Está entregándose y dándose, ya no puede con sus dolores, porque él lo que tiene es horroroso, todavía eso no está bien y así sigue viviendo. Eso es lo que a mí me conmueve, eso tiene que ser obra de Dios, Dios no puede dar una fuerza tan grande a un ser si no lo merece y él lo merece.

Entonces, veamos ese ejemplo vivo. Pequeñas debilidades en algunas personas, en algunos seres que cometan errores, pero no estamos exentos de los errores que se cometen y tenemos que perdonar, y tenemos que ayudar, especialmente a nuestros sacerdotes, tenemos que ayudarlos con mucha humildad y tratar de comprenderlos porque es una vida diferente a la nuestra, ellos tienen que darse a Nuestro Señor y les cuesta porque Él es fuerte; no es tan así.

Tenemos que tener una confianza en María, en esa Madre para que ella nos conduzca, ella nos ayude a pensar realmente cuál es la verdad en todas estas cosas, porque estamos buscando la verdad. ¿Dónde está la verdad? Porque dijeron esto, que si dijo fulano… unos dicen que se va acabar el mundo, que viene la guerra, que bu-bu-bu, ¡Ay, Dios mío, pobrecitos! A mí me da dolor porque las tragedias… no, ya estamos hasta aquí de tragedias, de guerras, de muerte, de cosas raras, no, no, no puede seguir esto.

Tenemos la droga que es horrible que está acabando con tantos seres, con tanta juventud. Cómo está la gente, la vida que llevan, hay personas que llevan una vida doble y se presentan ante ti con la cara muy bonita y resulta que por dentro… Señor, me da miedo.

Entonces tenemos que ser muy sinceros con nosotros mismos y llamarnos al botón. No es que yo cometo la falta y me voy a creer que yo estoy muy santa, no señor, a llamarte tú, tú eres el responsable de tus actos. Tienes que tratar de mejorar tu vida interior, eso no te lo va a mejorar nadie, eres tú mismo… recoger los consejos que sirven pero tú tienes que tratar de mejorarte, de sentirte de que tú puedes levantar tu mirada al cielo y verlo con tu cara limpia, que nada te detiene, ni que tengas que avergonzarte, ni que hayas sufrido alteraciones en tu vida de tantas cosas…

Es perdón y misericordia lo que recibes de Dios si te arrepientes, si se quiere vivir una vida en cónsona con esa madre la Iglesia.

Especialmente tenemos que ocuparnos – yo lo hablé anoche – de las familias; hay que recuperar las familias. Las familias están muy separadas, hay unos que entre ellos no se pueden ver, no se comprenden, los hijos se rebelan; a veces las madres abandonan los hijos; a veces los padres.

Hay mucho problema en el mundo, muchos problemas, no hay responsabilidad, y tenemos que tomar responsabilidad y conciencia.

Nuestro mensaje debe ser de amor y de reconciliación porque tenemos que reconciliarnos; mientras no haya la reconciliación en el mundo viviremos en guerra, estaremos: Dime, que yo te diré.

Entonces, pues, realmente yo deseo que esta comunidad sea una comunidad de esperanzas, de ilusiones, de alegría. No que tú estás en la comunidad tal… ¿Quién ha dicho? Alegre… es tu comunidad, es donde tú hablas, en donde tú conversas con tus amistades, con tus seres queridos, donde tú te encuentras para orar, para discernir el santo rosario, para la Santa Misa con tus hermanos, hablas tus problemas, dices tus cosas. Entonces, tenemos, pues, que unirnos como se unen las olas del mar.

[…] no porque la gente lo que quiere es que le adivinen, que les digan, bueno es una cosa humana; pero no es ello. Es la formación lo que me interesa a mí, es la formación de las personas para esa madre la Iglesia de la que somos servidores.

No solamente los sacerdotes son los que tienen el derecho, ahorita tenemos el derecho nosotros los laicos. Es la hora del laico en el mundo entero – sépanlo – del laico. Levantarse como un soldado al servicio de esa Iglesia, ante las comunidades religiosas de nuestras partes donde vivamos, de las localidades donde estemos… trabajar, darse y hablar. Sépanlo bien, porque a veces la gente está en un grupo y no se conoce uno al otro, están distanciados, apenas se hablan.

Bueno, entonces, yo realmente los invito para que vayan a Betania un día para que hagamos los ejercicios espirituales. Son bellos porque cada uno va contando su experiencia, sus cosas, es muy bello. Bueno, Dios le da la inspiración a las almas, eso no hay que dudarlo, está controlado, eso viene de arriba, allí vemos la chispa de cada cual, es bellísimo.

Esa que dijeron, ay, fue una belleza de las que yo he tenido, de las más bellas, fueron cinco sacerdotes, y 55 personas, eran 60 personas por todos. Se fue esa gente tan alegre. ¡Ay, Dios mío, qué felicidad! Sí, porque allá es otra cosa, ahorita es una cosa así… pero eso allá es muy bello, muy bello sentir al Señor y sentir a su Madre en el ambiente, que tú sabes que está allí con una brisa muy así… ¡Ay, qué bellezas! Y esos olores, de esos que vienen suaves. ¡Ay, Dios mío, es precioso, es algo muy hermoso!

Entonces, yo espero y confío que este centro mariano realmente viva el Evangelio y todos se den las manos, se soporten, se amen, se quieran y se ayuden mutuamente. “¿Hermano, qué te hace falta, qué te pasa? Porque a veces uno necesita que le digan: “¿Qué te pasa?” Porque a veces la gente toda solita no tiene con quien hablar. No es que tú vas a propagar tu problema, no, pero sí alguien que te pueda entender, que la persona que le hables tenga la comprensión debida, y el Espíritu Santo también que responda para decir las palabras exactas. Porque todos tenemos que invocar el don del consejo; el don del entendimiento para entender realmente qué es lo que Dios quiere de nosotros y a dónde nos quiere; el de la piedad, la oración continua, allí no hay descanso.

Yo amo todos los dones del Espíritu Santo, todos, pero yo digo que el del entendimiento es para tú entender, si tú tienes el entendimiento ya tú entiendes las cosas sin que te las digan, así no más que por encima; si tienes el buen consejo, allí tú tienes todo; si tienes la piedad, tienes el espíritu de la oración; bueno, la sabiduría es muy bella; la ciencia, una belleza; pero el don de la fortaleza para fortalecer nuestras almas; todos son bellos, pero yo escojo el del entendimiento, el de la piedad que es la oración y el buen consejo porque los tendrás allí al momento que tú los necesites. Necesitas un consejo y viene; la piedad, el espíritu de la oración, la oración continua sin descanso, reposas un poquito y meditas. La meditación es necesaria.

Lo que les voy a decir es una cosa: Es la hora del despertar de conciencias, es la hora de la predicación, es la hora realmente de vivir en cónsona con esa madre la Iglesia, es la hora de Cristo. Ustedes lo van a saber muy pronto, antes de lo que se imaginan, porque vamos a necesitar verdaderamente equipos de muchas almas santas, almas que se entreguen a la oración, a la penitencia, a la Eucaristía. Así que tenemos que meditar muchísimo sobre de esto, lo vamos a necesitar muy pronto, quizás, por algo muy bueno.

Yo no soy nada, una mujer como cualquier otra de ustedes, pero que los años y la vida me han enseñado que tenemos que estar de pie y firmes como los soldados porque no sabes en qué momento Dios te necesita para que actúes. Él nos da encargos y tenemos que saber qué es lo que Él quiere. No es porque a mí me gusta tal cosa. A mí me hubiera gustado estar muy tranquila, pero no es eso, si a mí me hubiera gustado estar sin tanto azaro: una cosa, otra cosa, son miles de cosas. Figúrate, tengo siete hijos, siete yernos, 17 nietos y uno que me nace esta semana en Caracas… 18; un familión.

No hay tiempo para nada y hay que tener tiempo para todo. Ahora me dedico a salir y esto porque la Virgen me ha pedido: “Anda, hija mía, tienes que ir, lleva el mensaje de esta Madre” Es la hora de la reconciliación, es el momento supremo en que Dios, Nuestro Padre Celestial, su Hijo Divino y el Espíritu Santo están en todas las comunidades del mundo, en todo el Pueblo de Dios, en todos los centro marianos, en todas partes están Ellos entrando en los organismos para conducir a todos sus hijos.”

Entonces, el sacerdote que les toque aquí es porque eso es ya mandado.

Todos tenemos necesidades – paso a otra cosa – vamos a entregar esas necesidades al Corazón Inmaculado de María. Yo le entregué mi corazón cuando era jovencita a ella y el 22 de agosto que celebraba el Corazón Inmaculado de María, ese día fue que yo tuve una gran experiencia. Pídanle al Corazón Inmaculado de María, a todas las advocaciones yo las amo… todas las advocaciones, pero el Corazón de María es tan dulce, tan suave, tan tierna y generosa que no hay palabras suficientes para aclamar realmente su divina protección, porque ella está presente en todos nuestros corazones de las madres, está en el corazón del niño, del hombre, está en todos los corazones.

Yo deseo que ella toque los corazones de los rebeldes, de los más rebeldes, de los que no tengan creencias y de aquéllos que se resisten a la gracia, especialmente hoy. Ustedes en este momento están creciendo y seguirán creciendo – no por mi visita, yo no esperaba… – por la visita de mi Madre que los ha venido a buscar con la humildad de la Madre que los quiere a todos alrededor de ella, de sus piernas, de sus rodillas; que les quiere pasar la mano por sus cabellos sobre de sus hombros aliviando sus penas para que se endulce ese corazón y se hagan esos corazones tiernos y misericordiosos de sus hermanos, que todos se puedan unir en el Cuerpo de Jesús Sacramentado, porque ella los lleva: “Te los doy, te los entrego para mi Padre, obrando el Espíritu Santo.”

Y ahora, pues, para los enfermos, para aquéllos que están pensando en algo que quieren lograr, que todavía no se les ha dado; aquéllos que tengan alguna cosa en su corazón: un dolor, una enfermedad así grave; aquéllos que en sus estudios que quieran luchar, que el Espíritu Santo los ilumine; las personas mayores que estén enfermas y que tengan alguna cosa en sus piernas, alguien en su mente; aquéllos que tienen que resolver un problema y no saben cómo hacerlo, que se resuelva y que vean la luz, que obtengan el conocimiento divino para actuar con precisión en lo que tienen que hacer… la mejor salida en sus conflictos espirituales, materiales; en fin, va para todos. El que quiera realizarse como una persona que quiere servir a Dios, que pueda realizarse, que pueda encontrar una mano generosa que lo ayude; las madres de familia que tengan presiones en su casa tanto que si el hijo, que si esto, que si el marido con el carácter que puedan aguantar esa cruz, porque es una cruz cuando el carácter del hombre es fuerte; aquéllas que están solas, que no ha llegado la alegría, no ha llegado el aliciente de encontrar la Santísima Virgen, encontrar, pues, vuestra ilusión para su felicidad; va para todos. Alguien que se encuentre en un apuro, que si la casa, que no sabe qué hacer; en el trabajo que todo vaya bien; que si alguno tiene un enfermo, se sane y si es su mamá o su padre que sean aliviados.

En fin, que sus almas se sientan libres como el alma de los niños inocentes que sólo desean cumplir la voluntad de quien los creara y poder vivir con los días con la Iglesia, los Evangelios, la Eucaristía recibiéndola y llevar la Palabra a sus hermanos… todos recíbanla, todos, todos, recíbanla, todos reciban.

Sus casas serán limpiadas, sus trabajos donde trabajan, sus ideas claras con el don del entendimiento para entender lo que quiere Dios de nosotros, cómo debemos ser, cómo debemos vivir, qué es lo más importante para sus almas; para todos. Llénense de fortaleza y de alegría del niño inocente; y digo la alegría del niño inocente, porque es lo más hermoso que existe… los niños inocentes que no saben ni de dolor, ni de pena, ni de quebranto, ni de dolencias; ellos son como son.

Ahora, demos gracias a Dios.

Yo no soy nada, pero mi Señor nos ama mucho y Él nos lleva de la mano para que recibamos las gracias del Espíritu Santo, y Él allí en la Eucaristía nos alimente en esta hora, nos llene de fortaleza y de las virtudes de la fe, la fe que da vida; la esperanza, la ilusión del vivir diario; y, la caridad, el amor que lo sublimiza todo porque el amor es la ilusión en el Corazón de Jesús por sus hijos.

“En el Nombre de mi Padre, Yo los bendigo, hijos míos.

En el nombre de mi Madre, Yo les curo del cuerpo y del alma,

les guardo aquí en mi Corazón, les guardaré, les guardaré, les guardaré aquí en mi Corazón desde hoy y para siempre.”

Que la paz sea con vosotros, que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas. Están en paz y en armonía con el mundo entero.

(La Sra. María Esperanza pronunció unas palabras en sánscrito)

Que la paz del Señor sea con todos vosotros y que toda corriente negativa se aleje para darle paso a la luz. Que Dios los bendiga.

Los enfermos serán curados, quizás, no sea hoy, pero con los días serán curados; los que tengan alguna preocupación sentirán que es como que van pasando las cosa así… suaves. El amor de Dios es suave, el amor de Dios es lo más grande, la suavidad de Jesús es inmensa y María, nuestra Madre, devuelve toda la paz y generosidad.

Que Dios los bendiga.

  • Ave María Purísima.

Alabado sea Dios en este momento.

Estén felices.

(El grupo de Venezuel canta: Ave María de Finca Betania.)

[…] y la fidelidad suya es inmensa, como diciendo: “Aquí estoy, hijos, aquí estoy, toco sus corazones. Os pido: Vivid el Evangelio, sed humildes, muy humildes, sencillos y más que otra cosa, con un corazón abierto a la gracia; ese corazón debe ser modelado. Aunad fuerza todos unidos para que crezca la vendimia de nuestros uvales para que os sirváis unos a otros uniéndose para siempre.”

Dios los bendiga.

(Le entregan un presente a la Sra. María Esperanza en nombre del centro mariano.)

Que Dios los bendiga y que Dios le dé la fortaleza para que sigan trabajando y llevando la Palabra de Dios, porque ahorita tenemos, todo el Pueblo de Dios, que prepararnos, tenemos que verdaderamente todos los centros marianos reconstituirnos con el alimento de la Comunión. Esa es nuestra arma, esa es nuestra vida porque es el Cuerpo de Jesucristo, es su vida que es lo más importante, su amor, su carisma, el carisma del Espíritu Santo para que obremos con rectitud.

Dios los guarde a todos