Discurso de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Windsor Arena
Domingo, 25 de mayo de 1997 6:00 p.m.
[…] con la calidez con que me han recibido.
Mi Madre me ha traído, ha sido María, la Madre nuestra que con su Hijo Divino en los brazos nos va conduciendo por caminos y metas desconocidos para nosotros, pero que ella se encarga de todo y el Divino Niño Jesús con su sonrisa comienza, viendo cada rostro con sus ojitos puestos en los más pequeños, en los niños, Él que desea ayudar a los niños enfermos.
Ahora mismo cuando he entrado una señora me salió y sentí un gran dolor pero que el Señor Jesús y que su Madre la ayuden a que se sienta confortada por la gracia del Espíritu Santo combatiendo con la enfermedad y viviendo el Evangelio; y digo vivir el Evangelio, porque cuando cumplimos con nuestros deberes con nuestra madre la Iglesia, la Iglesia católica, apostólica, romana, universal podemos decir que las puertas de la divina misericordia del Padre Nuestro que está en los cielos nos prodigan su amor con sus manos para ayudarnos a caminar mejor por la vida.
Sí, hermanos, agradezco a toda la comunidad con sus sacerdotes, con toda esta gran familia. Les digo: Que el Señor los guarde y los bendiga, les muestre su rostro y tenga misericordia de vosotros.
Es la bendición de mi Seráfico Padre San Francisco de Asís, mi compañero de muchos años desde que era pequeña con Santa Teresita del Niño Jesús. Él desea enseñarnos a amar esa Iglesia nuestra, la madre la Iglesia, una Iglesia fuerte con base de piedra preciosa porque hay en esa sede de Pietro un Santo Padre el Papa, el Papa de Roma.
Y que en estos tiempos quien la preside, Juan Pablo II está dando la talla espiritual en el mundo entero llevando su mensaje de fraternidad universal, abogando por los más pobres, por los necesitados, por los tristes, por los afligidos, por los enfermos, por los que no tienen un techo donde vivir, por todos con una oración sencilla que nace espontánea de sus labios para dejar caer las cuentas de su rosario… la misericordia de mi Señor para toda la humanidad, especialmente por sus sacerdotes, por sus ministros, obispos, todos en general.
Entonces, sí tenemos ese gran Papa al frente, aunque enfermo, pero su alma es alegre, se siente feliz de llevar su palabra a los pueblos y naciones porque él vive por la misericordia de Dios, de su bondad infinita para seguir adelante viviendo y sintiendo el Evangelio llevándolo a todas partes como esperanza de un futuro mejor.
Digo futuro mejor, porque en estos momentos el mundo está complicado en otras cosas, pensando… sí, por quienes no han comprendido todavía el amor de un Dios en perfección. Yo pienso que todo va a cambiar, va a mejorar, tiene que mejorar; la aflicción no debe existir, ni pena, ni quebranto, ni lamentos, no; para algo tenemos el santo rosario, para orar porque nos ayuda a discernir el mensaje de una Madre que viene para todos, María como Capitana del Mundo, María como Reconciliadora de los Pueblos y Naciones, María Auxilio de los Cristianos, María del Carmelo que la vio Elías muy pequeña en el mar en Jerusalén y allí en la lejanía venía esa Madre con su Hijo, nos dejó la muestra en el Monte Carmelo que tenemos en Haifa.
¡Qué hermosura sin igual el amor de una Madre para todos sus hijos! La Madre del Carmelo con sus escapularios viene a salvarnos, con su Hijo bendito, bendito en la Tierra para salvar al mundo… la salvación eterna.
Todo pasa, lo único que no pasa – no debe pasar nunca – es nuestra fe vivida de cada día de armonía interior, de paz, de alegría del niño inocente. ¿Saben lo que es un niño inocente? Es lo más hermoso, esa fragancia de los naranjales de Jerusalén cuando Jesús paseaba con su Madre por esos alrededores cuando era niño. ¡Qué hermosa es la niñez, qué bello es el niño inocente! ¡Qué ternura infinita, Madre mía, nos dejaste a Jesús, te lo crucificaron pero Él resucitó! Y nosotros resucitaremos con Él cuando lleguemos a la eternidad sin fin porque la eternidad no tiene fin, es eterna, majestuosa, sin fin, perfecta.
La perfección de Dios en sus obras es única y ello nos da una mente grandiosa, sublime, nos da una mente abierta para que podamos discernir el mensaje de estos tiempos: Reconciliación.
Vamos a reconciliaron, hermanos. Todos nos vamos a reconciliar en esta noche, todos vamos a vivir minutos, segundos, horas, dos horas en armonía pensando en todos nuestros hogares, en nuestras familias, en nuestros seres queridos que aunque estén ausentes los tenemos aquí con las motivaciones de hermanos, hermanos del alma, hermanos del corazón, un corazón que late, y que ama y que siente el calor del hermano y que se reconcilia con toda la humanidad.
Les digo reconciliación, porque ello es el mensaje que mi Madre me diese en Betania de las aguas santas. Fue algo tan hermoso y tan bello que me estremece pensar cuando vino con su Hijo a entregármelo, fue algo inolvidable, algo que ha quedado en mi alma para siempre. Ella vino antes bajo distintas advocaciones pero después en el año 1984 vino con su Hijo como entregándonoslo, como diciendo: “Hijita, mi Corazón os di, mi Corazón os doy, mi Corazón os seguiré dándoos por siempre; ya no con Cristo en la Cruz, aquí está un Niño Bendito para que todos los niños del mundo me sigan serenos, apacentados por el amor de sus padres, para que los niños sean tomados en consideración en el mundo entero porque serán los hombres del mañana. ¡Oh juventud jubilosa!”
Es la hora del despertar de conciencias. Tenemos que despertar, unirnos, amarnos, llenarnos de Dios. ¡Qué bello es sentir a Dios en nuestro corazón!
“Hijita, ten confianza, no desesperes, conforta tu alma cada día con la meditación, la oración, la penitencia, la Eucaristía.”
Eucaristía, hermanos, la Comunión es algo sagrado, es algo tan hermoso, tan sublime que ni todo el oro, ni todas las riquezas, nada, nada te llena, sólo Él… también amando a nuestros sacerdotes que son los únicos que tienen el derecho de la absolución de los pecados y de elevar al Señor en sus manos para dárnoslo al Pueblo de Dios. Les hablo de la Eucaristía, de la Comunión porque ello debe ser nuestro fuerte, ello debe ser nuestra vida auténtica cristiana, ello debe ser vida moderada, fuerza de carácter y voluntad para llamarnos al botón.
Si nosotros somos católicos verdaderos de conciencia tomaremos su Cuerpo místico sagrado para ayudar a nuestra fe, para restar serenos en medio de nuestras angustias de la vida diaria. Cuando nosotros estamos alimentados de esa Comunión diaria, día a día, estamos firmes, fuertes, robustecidos de amor pudiendo así vivir vida auténtica cristiana.
Darnos a los demás, no podemos vivir nosotros egoístamente pensando en mí, en mí, en mí; no, sino pidiendo por los sacerdotes, por los médicos…
Siento una gran admiración por los médicos, oremos por todos los médicos del mundo y que sigan iluminados, que el Señor los ayude a éstos para que den su contributo; por los misioneros que llevan en su sangre a Jesucristo que por esa Preciosa Sangre se dan a los demás, están donando su vida a los demás.
Es por ello, confíen en el Señor, en los milagros de nuestra Madre María que está llamando a todos sus hijos, la Madre del Salvador, es la Madre de la Misericordia, es la Madre del Perdón que nos viene a ayudar porque María es pura, la única mujer pura en el mundo, la única que ha venido con todas las gracias de Nuestro Padre para aliviarnos a todos.
Es la era de María, María madre de la Iglesia, Madre de nuestra Iglesia. ¿Saben ustedes lo que significa un raudal de vida sobrenatural? Ella ha dado vida sobrenatural, ella convive entre nosotros, ella está en todas nuestras casas, en nuestras familia, en nuestros hogares, en todas partes del mundo está María con su humildad, con su sencillez, con su ternura, con su bondad.
- ¡Oh suavidad materna de María!, toma mi corazón para darle el impulso de vivir el Evangelio.
Evangelización necesitamos todos los días del mundo, cumplir con nuestras obligaciones con nuestras familias. Hablo a las madres porque nosotras las madres somos las más necesitadas en nuestros hogares, en todos los problemas. Es fuerte, pero es hermoso cuando van a la universidad y que luego se gradúan, luego tienen una fuente de trabajo… están trabajando, están dotados de gracias y facultades para trabajar y avivar su fe, acondicionar su alma, reafirmar nuestras pisadas todos, especialmente todos los hijos que tengamos.
Sí, Madre, toma estas madres, que todos los que aquí han venido en este día puedan donar de sí lo mejor que tengamos. Es hermoso, muy hermoso… los hombres, el padre, la misión del padre de estar con su familia, llevar el pan a su casa, la mujer en su hogar que necesita recursos, pero esos recursos tienen que venir del hombre… las mujeres podemos trabajar en la calle porque hemos obtenido una carrera cual fuere de cómo trabajar, de cómo hacer con nuestras manos, con nuestra mente, pero el hombre es el que tiene la responsabilidad, porque solamente nosotras por ser madres, por parir un hijo…
Entonces, padres, yo los invito, tengan una conversación con su esposa, mediten desde el día que se casaron hasta esta fecha las cosas bellas, las cosas hermosas; como por ejemplo, cuando nos nace un hijo… son cosas tan bonitas que se han vivido.
Entonces, padres, madres, los invito a la oración, lo repito de nuevo: oración, meditación, penitencia y Eucaristía. La Eucaristía no debe faltar en una familia. La familia es sagrada, la familia es algo maravilloso, la familia es lo más grande que tenemos. Ámense todos, perdónense, ayúdense uno al otro.
Los hijos, llamo a sus hijos, agradezcan lo que han hecho por ustedes con humildad, con sencillez, con ternura: “Perdóname, papá, si te ofendí; perdóname, mamá, quiero renovar mi corazón, mi mente, mi alma para ofrecerte algo mejor.”
Bueno, hermanos, el sacerdocio es la prenda más hermosa del Señor, porque ellos son los únicos que tienen el derecho de la absolución de los pecados y los únicos que elevan al Señor en sus manos para que el pueblo contemple la majestad de Jesús, nuestro Jesús, Hostia Sagrada, vida nueva para nuestras almas cuando nos alimentamos con Él. El sacerdocio es la plenitud de vida que nos ofrece Jesucristo a nosotros los laicos. El sacerdote es la fibra de la vértebra de la espalda de Cristo cuando los creara porque ellos nacen con ese sello desde el vientre de su madre.
Es por ello, que el sacerdote se debe conservar limpio, pulcro, perfecto, consciente de que hay que ser fiel y mantenerse puro en esa madre la Iglesia tomando a Jesús en sus manos.
Eh aquí, el punto importante del sacerdocio: la semilla debe germinar en todas las tierras del mundo para que así crezcan las vocaciones sacerdotales y todos unidos logren la evangelización del mundo con fuerza, con mucha caridad; es el amor con la honestidad, con la sinceridad, con el regocijo del hijo que ama a su Maestro y que le sirve con pulcritud para así vivir en regocijo que en el cielo los ángeles cantan en coros alegrando a los niños que están naciendo para que sigan el raudo vuelo de ser un sacerdote del mañana.
Bendita esta hora cuando en el mundo están naciendo muchos niños. Que Dios los escoja en este momento para tomar la vocación del sacerdocio, también muchas niñas chiquitas para ser religiosas; porque el sacerdote y la religiosa son pilares firmes que sostienen a esa Iglesia santa con su pontífice.
Entonces, hermanos, quería tocar estos puntos por la alegría de compartir estas cosas con respecto a nuestra madre la Iglesia. Tenemos que convivir para sentirnos en uno con el Señor, aún con nuestros pecados, pero el Señor está presente, no nos va a dejar escapar, no, no. Él cuida sus ovejas, Él no nos va a dejar que nos perdamos, Él se constituye en el Padre para que así podamos vivir vida auténtica cristiana por los apóstoles, por aquéllos que siguieron a Jesús por Jerusalén: San Pedro, San Pablo… entregaron sus vidas en Roma cuando aquel pasaje en el que Pedro dice: “Retorno a Roma para hacerme crucificar de nuevo.” He aquí que San Pedro se devolvió a Roma y ofreció su vida.
Ahora, pues yo me siento emocionada con la frescura de los lirios blancos de María y las rosas rojas de su amor cuando toca los corazones. ¡Qué hermosa es María, qué dulzura la suya y qué caridad de que a esta pobre mujer escogiera para llevarme de un lugar a otro!
Yo no soy nada, hermanos, yo soy una mujer como cualquiera de ustedes pero que ama y siente a su Señor y desea que los enfermos sean curados, que los tristes y abatidos se alegren, que los que sufren vuelva de nuevo a vivir una vida auténtica y vida sobrenatural; y hablo de vida sobrenatural para resistir toda la intemperie del viento, de la lluvia, del sol abrasador. Todo lo podemos resistir con humildad, con paciencia, con el santo temor de Dios, con un gran deseo de servicio, con la alegría de todos los niños inocentes.
Ahora, yo les ruego que se pongan de pie todos los enfermos.
“En el Nombre de Mi Padre, Yo los bendigo, hijos Míos;
en el Nombre de Mi Madre, Yo los curo del cuerpo y del alma
y les guardo aquí en Mi Corazón, les guardaré, les guardaré, les guardaré aquí en Mi Corazón desde hoy y para siempre.”
Que la paz sea con vosotros y que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas, están en paz y en armonía con el mundo entero, con el mundo entero, en paz, alegres, felices, reunidos con su familia con una gran alegría.
Gracias, gracias, gracias por su humildad, por esperar aquí todo el día y confiar en mi Santa Madre, nuestra Madre Celestial María para salvar a esta humanidad. Es ella, María, la esperanza de estos tiempos, la ilusión de todas las madres.
¡Qué hermosura la de los niños, la de los jóvenes… la juventud jubilosa! Yo los llamo a que estudien, a que trabajen con la madre la Iglesia, que trabajen con sus sacerdotes, que trabajen con sus religiosas, que trabajen con su familia, que formen un bloque consistente en un solo corazón para afianzar a los que vienen detrás, los que crecen, los que han de crecer para ese mundo nuevo, un mundo que viene, un mundo que está llegando donde las maravillas del cielo las tendremos en las manos.
Qué hermosa es la vida cuando confiamos en Nuestro Señor, resucitamos con Él. Estamos llegando a finales de siglo, no pensemos en guerras, no, nada de ello; pensemos en las cosas lindas que nos ofrece el Señor, pensemos en las personas, mujeres, familias, hermanos, pensemos en nuestros sacerdotes que se dan cada día, pensemos en un Papa de Roma que nos ha venido a salvar con sus impulsos, con sus llamadas, con su presencia porque está trabajando y que Dios lo conserve un poco más, un poco más, un poco más.
Señor, fortalece su corazón, que todos sus sacerdotes, que todos nosotros sintamos el rocío de la mañanita clara cuando despunta el sol pudiendo abrir los ojos y mirar a lo lejos sus rayos que nos bañan de luz que nos da la esperanza de un futuro promisor.
Dios los guarde a todos.
Gracias a todos, gracias porque yo pudiese venir a esa tierra bendita. Que Dios se las bendiga, que conserve sus casas, sus hogares, sus famillas, que los llene de regocijo espiritual, que desde hoy comiencen a vivir una vida nueva para siempre con gran alegría y grandes deseos de trabajar para dar gloria a Dios y a la Madre Santísima.
Dios los guarde a todos.
Gracias.
(Aplausos.)