Discurso de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Hotel Sheraton Tara
Domingo, 4 de mayo de 1997 8:15 p.m.
[…] que no tengamos sed, ni hambre, ni angustias de guerras, ni persecuciones; ella desea que todos nosotros vivamos en paz en nuestros hogares, con nuestras familias cada cual en lo suyo, con nuestra Iglesia santa, maravillosa, presidida por un Papa de Roma, por Juan Pablo II que lo está dando todo.
Que reciba los carismas esta noche por su salud, por su vida y para que así siga navegando la nave de la Iglesia por todos los caminos del mundo, por todos los pasos por donde pasó Jesús, por Jerusalén para la conversión de Israel, la conversión de todas las naciones, de todas las fe del mundo, para que nos unamos todos en un solo rebaño dirigidos por un solo Pastor, el Papa de Roma.
Algún día veremos eso o lo verán las generaciones nuevas, porque es la hora de que nosotros tengamos conciencia de que el separatismo y las ideologías de los hombres, todas esas ideologías, no confundan porque es que hay mucho confusionalismo y he aquí el desajuste que reina en el mundo, en estos momentos un desajuste total.
En este momento tenemos que unirnos, desde este momento, para que así haya la paz, y la serenidad y la alegría del vivir del niño inocente, de la madre que se preocupa por su crecimiento, sus padres y sus madres, en fin, para que haya la unidad del género humano; y hablo de la unidad del género humano, porque mientras nosotros vivamos pensando que lo mío es mejor y que lo tuyo no es tan bueno… no, no podremos vivir así… bien.
Tenemos que armonizarnos de una confianza ilimitada al Sagrado Corazón de Jesús, al Inmaculado Corazón de María para que la gloria del Padre nos cubra a todos y el Espíritu Santo nos ilumine en tal forma que nos sintamos todos unidos en un solo corazón.
Ahora, pues, reciban… Yo no soy nada, es mi Madre que lo hace todo, es Jesús que lo quiere así porque nuestro Padre lo ha decretado así… una pequeña más en la vida de ustedes, pero que tiene un corazón, que tiene un sentimiento profundo porque todas las almas reciban la gracia del Espíritu Santo.
“En el Nombre de mi Padre, Yo los bendigo, hijos míos.
En el nombre de mi Madre, Yo les curo del cuerpo y del alma,
y les guardo aquí en mi Corazón, les guardaré, les guardaré, les guardaré aquí en mi Corazón desde hoy y para siempre.”
Que la paz sea con vosotros, que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas. Están en paz y en armonía con el mundo entero.
- Ave María Purísima.
Gracias a todos.
Que la paz del Señor sea con vosotros y volved a vuestros hogares alegres, felices, contentos de que el Señor convive entre nosotros, de que Él nos toca y de que Él viene a salvarnos, nos viene a buscar para que nos refugiemos nuevamente en su Corazón, se vale de sus sacerdotes, de sus ministros para darnos su alimento, su Cuerpo místico, ello es lo grande del sacerdote, ello es la misión del sacerdote recogernos a nosotros y enseñarnos las virtudes de la fe, esperanza y caridad a manos llenas. Es la caridad la que nos va a salvar, el amor, la unidad del género humano.
He aquí, pues, que esta noche sirva de eslabón para todos tomarnos de las manos y asirnos a María para que ella como Madre nos conduzca, nos ilumine y nos defienda por medio de sus sacerdotes. El sacerdote es la representación de Jesucristo en la Tierra y tenemos que amarlo con mucha humildad, pedir la bendición. Yo pido la bendición del sacerdote porque es el respeto y es la alianza que nos ha dejado el Señor para cubrirnos con el Espíritu Santo.
Vaya, Padre, usted, dénos la bendición ahora.
PADRE RICHARD CLANCY: Ha sido un hermoso día de Jesús y la Santísima Virgen, ha sido realmente un hermoso día.
Quiero agradecerle a Jesús y a la Madre María por ser sus instrumentos para este milagro, es realmente un gran milagro lo que ha sucedido hoy, lo que hemos experimentado y de lo que hemos sido testigos hoy.
Vamos todos a pararnos para cantar gracias al Señor.
(Todos cantan.)
Y para usted, Sra. María Esperanza y para la Hermana, que el Señor las refresque y les devuelva su energía por todo el trabajo maravilloso que han hecho hoy y durante tantos años. Que nuestra Madre Santísima y Jesús nos bendigan.
Vamos a cantar la misma canción pero diciendo: Sánanos, sánanos, Jesús.
(Todos cantan.)
Es un día especial. Vamos a pedirle a Jesús y a María que nos usen y vamos a pedirle con la misma canción: Úsanos, Jesús.
(Todos cantan.)
Jesús, nosotros realmente creemos que Tú estás aquí y estamos seguros que la Virgen Santísima también está aquí con nosotros y ustedes están trabajando entre nosotros de manera especial a través de sus instrumentos maravillosos, María Esperanza y la Hermana Margaret. Gracias, Jesús, por usarlas a ellas y por favor, recompénsalas y bendícelas. Jesús, nosotros reconocemos tu presencia aquí, y María, tú estás con nosotros también.
Pedimos que por la intercesión de nuestra Madre María la bendición de Dios Padre y del Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y sobre todas las familias marianas establecidas hoy y que esté con nosotros para siempre. Amén.
Ayúdanos, Señor, dice la canción.
(Todos cantan.)