Butler, Pennsylvania, EE.UU.

Discurso de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Butler Farm Show Grounds
Sábado, 30 de agosto de 1997

Buenas tardes a todos.

Bendito el Señor que nos ha congregado aquí para que pudiésemos sentir su presencia en la Santa Misa recibiéndolo, su Cuerpo Santo para alimentarnos y hacernos mejores en la vida pudiendo con ello seguir viviendo… adelante, siempre adelante con el corazón abierto a la gracia y la mente puesta en el Señor y obrando el Espíritu Santo quien nos da el don del entendimiento. Qué hermoso es el don del entendimiento, nos abre la mente para ayudarnos a discernir lo que quiere el Señor de nosotros.

Me siento conmovida con todas estas familias aquí: padres y madres, hermanos, amigos, niños inocentes, criaturas, los hijos, los nietos. Qué bello es todo esto, es un jardín lleno de flores hermosas y sus pétalos van cayendo en todas nuestras familias, rosas de amor que derrama María desde el cielo para poder así sentirnos en cónsona con nuestra santa madre la Iglesia, la Madre de la Iglesia, nuestra compañera, nuestra amiga, ella que nos instruye, que nos conduce para que vivamos una vida honesta y digna, una vida llena de amor con las caricias celestiales suyas de una madre, Madre María, Madre de la Iglesia.

Cuando digo: Madre de la Iglesia siento mi corazón abierto, se abre a todos vosotros, a todas las madres del mundo para que podamos convivir con esa madre la Iglesia con el Santo Padre el Papa, Juan Pablo II, desde la Cátedra de San Pietro para ayudarnos con sus consejos, con su vida pulcra, pulida, limpia, perfecta porque todas las obras que él está haciendo son perfectas: sus salidas, sus entradas. Digo: salidas cuando sale a dar su mensaje de amor y entradas cuando regresa al Vaticano para seguir leyendo, estudiando. Él es un hombre estudioso, no se cansa, siempre con el libro abierto donde el Señor lo ilumina, lo visita con su amor, fortalece sus espaldas y quita los dolores de su cuerpo. Todo ello es obra de la madre la Iglesia que lo escogió para conducirnos y ayudarnos a vivir el Evangelio.

La evangelización… estos son los tiempos de la evangelización, estos son los tiempos porque el hombre está buscando su verdad. ¿Dónde está la verdad? La mayoría que no son católicos, muchos están buscando su verdad y ¿dónde la encuentra? En la madre la Iglesia.

Sí, hijos, tenemos que respetar a nuestros hermanos de todas las ideologías, de todas las otras religiones, pero tenemos nosotros que sentirnos cobijados bajo el papado reinante de Juan Pablo II quien nos está reuniendo a convivir con todos con un corazón abierto a esa Iglesia, para que todos sus hijos de distintas ideologías puedan recogerse abriéndole los brazos. Hay que abrir los brazos a todos, no debemos dejar que las ovejas se pierdan, no queremos que se pierdan las ovejas. He allí, el porqué él va de un lugar a otro. Se dice que irá a Cuba también, he aquí, la humildad de un Pastor cuando ama a sus ovejas y las quiere salvar.

Entonces, hermanos, es la hora de que despertemos, que nos pongamos de acuerdo, es la unidad del amor de un Padre, la unidad de un Hijo Divino, la unidad de un Espíritu Santo consolador, renovador que vivifica las almas, que acrecienta la fe, los valores humanos. Vamos todos en seguimiento de ese Espíritu consolador para que nos ayude a discernir realmente, ¿por qué estamos aquí, por qué yo he venido aquí?

He visto consistencia espiritual en Tom, en su esposa, en su familia; he visto fe, fe vivida de cada día y aún más un gran deseo de reunir las almas a la oración. Ello es hermoso, ello es bello, ello ayuda a que las almas se sientan llenas por dentro porque hay consistencia espiritual, porque se están renovando y aprendiendo a vivir el Evangelio.

Es por ello, hermanos, vamos a unirnos como se unen las olas del mar cuando van llegando a la orilla, de esa orilla de esa tierra, de esa tierra bendita de promisión: Betania de las aguas santas.

Betania es tierra de promisión, es tierra bendita por una Madre que ha venido con su Hijo en brazos ofreciéndonoslo para que nos reconciliemos, para que nos amemos, para que nos ayudemos, para que seamos hermanos de verdad con un sentimiento profundo, con humildad, con sencillez, tal como somos. No debe haber rencillas entre hermanos; debemos amarnos, sentir: tu dolor es mi dolor, tu pena es mi pena, tu quebrando es mi quebranto, porque somos hermanos te quiero consolar.

Qué hermoso es reunirse los hermanos en sus familias, en sus hogares todos sentados a la mesa compartiendo el pan como hoy lo hemos compartido: la Comunión, el santo sacrificio de la Misa, la Eucaristía.

Qué hermosa es la Eucaristía, es nuestro alimento, nuestra fortaleza, es nuestra armonía interior, es nuestra paz, es nuestro consuelo, es nuestra vida en las manos del Señor. Tienes un Señor, el Señor de los señores, allí lo veis, un Cristo crucificado por nosotros quien nos viene a alimentar, que nos viene a dar la vida nueva, una vida en cónsona con esa madre la Iglesia, con ese papado reinante, con su sacerdocio, todo el sacerdocio del mundo.

Oh sacerdotes, qué felicidad la vuestra servir al Señor y llevarlo en las manos cuando lo alzan delante del pueblo! Él bendice a las multitudes. El santo sacrificio de la Misa es lo más grande en la Tierra, el Amor de los amores, un gran hombre que se dio y que se sigue dando por todos los siglos de los siglos, Jesús de Nazaret, el Cristo Resucitado, la salvación del mundo, de todas las generaciones del mundo porque vendrá una gran conversión en el mundo; tiene que venir, todos amándonos. No habrá feos ni bonitos, blancos o negros, ricos ni pobres. Todos seremos una masa gigantesca de fe, de amor, de sentimientos nobles, generosos hacia todos nuestros hermanos uniéndonos, entonando el Ave María de María, nuestra Madre Celestial:

  • Oh María, Madre mía, ves estas madres de familia, estos padres de familia; ayúdales a corregir a sus hijos a tiempo antes de que se haga demasiado tarde porque la juventud desea estar libre – la mayoría – y tienen que vivir con sus padres, crecer en medio de esos padres, allí con su madre, con su padre, con sus hermanos, con su familia.

La familia es lo más grande que tenemos nosotros, nuestra familia que amamos y que deseamos para ella lo mejor. ¿Cuál será ese mejor? Lo mejor del mundo: un Dios, un Dios vivo que late por cada uno de sus hijos porque tiene un Corazón grande para que habitemos todos en él y ¿si estamos en los brazos del Padre qué nos puede pasar? Lo que nos pase es natural, no lo vamos a ver como una tragedia, no, porque pasarán cosas buenas, cosas bellas y lindas; como por ejemplo: el nacimiento de un niño en una familia. Cuando nace un niño qué alegría, cómo nos abrazamos todos, Señor, viendo a una madre en el lecho con su niño bendito que le dio el Señor.

Es por ello, todos los padres de familia, las madres, por favor, ámense, únanse, vuélvanse buenos de verdad. Las rencillas, los trabajos que se puedan tener, necesidades, todo ello es pasajero cuando hay amor, cuando hay docilidad humana, cuando hay simplicidad, cuando hay armonía, alegría del corazón.

Es por ello, hermanos, les hablo en esta forma porque yo soy feliz; no tengo cómo agradecérselo al Señor. Mi familia, yo amo a mi familia y amo a todas las familias del mundo entero porque es la creación y multiplicar los hijos, no a salir de sus hijos. Manténgalos cerca de ustedes, ayúdenlos en sus clases, o sea, en sus tareas; en sus inclinaciones que tengan observarlos: ¿Qué inclinación, a dónde van? Hay que seguirlos, no los pueden dejar en otras manos. Es lo más grande que tenemos, nuestros hijos; tenemos que darles tanto amor porque cuando los vemos irse… eso es horrible.

Por eso, yo les pido a los padres: Síganlos, no los fastidien, pero sí estén cerca para ver qué le está pasando al niño, qué ideas tiene, qué inclinaciones, con quién está, qué amigo llega a su casa y con qué amigo sale. Hay que seguirlos con moderación; eso sí con sencillez, de una forma que ellos no tengan miedo de nosotros, no, no, porque no hay que darles miedo: “Que mi papá me va a dar una pela, que me va a pegar.” No, nada de eso, se reprende al niño, se le reprende y se le habla como tiene que ser, pero sin ofensas, sin decirles: “Tú eres un mal muchacho, tú no me obedeces, tú eres esto…” No, con mucha caridad, la caridad de la madre; nosotras las madres que estamos en la casa y que observamos todo lo que vemos, porque el hombre tiene que salir al trabajo, seamos muy suaves y al mismo tiempo con carácter, con una gran voluntad para ayudarlos a caminar mejor.

Son nuestros hijos lo más grande que tenemos, es un tesoro, es un tesoro grande llevarlos a hombres y mujeres que nos ayudarán a caminar a nosotros cuando ya estemos viejos.

Entonces, hijos míos, hermanos míos, amigos míos, toda esta Gospa maravillosa, yo les ruego: Ámense todos, únanse todo, regocíjense todos y piensen que María Virgen y Madre de la Iglesia convive entre nosotros todos; con vosotros, conmigo, con todos y que tenemos bases firmes, duraderas en cónsona con nuestra madre la Iglesia porque somos católicos, apostólicos, romanos, universales… es el universo entero.

También hablo con todos los demás de distintas razas, de los otros pueblos, con todos: Amen a sus hermanos, vamos a darnos las manos como amigos, como hermanos que somos por la Preciosa Sangre de Jesús derramada en la Cruz y Él nos bañará, nos limpiará, purificará a todos para que todas las naciones se pongan de acuerdo y pueda verdaderamente llevarnos a unirnos a todos. Nos tenemos que unir para que se acaben las rivalidades y tantas cosas que nos separan, tenemos que ser muy comprensivos unos con otros.

Cuando tú naciste, tenías un padre y una madre, ellos te enseñaron su fe, su religión, éstas son cosas que no podemos realmente despreciar, no podemos despreciar a nadie. Tienen su fe, tienen una motivación en la vida. Por supuesto, que nosotros los católicos que amamos a Cristo que dio su Sangre por nosotros tenemos que ser firmes en esa fe y convencidos que María, la Madre de Jesús está con nosotros.

María Madre está ocupando la redondez de la Tierra por su humildad, por su pureza, por su comprensión, por su Corazón de Madre, una Madre que se dio, que se sigue dando a todos sus hijos del planeta Tierra. Para ella no hay diferencias, para ella todos son sus hijos, sus hijos del mundo entero, de todas las razas, de todas las naciones, Señor. Entonces, no tenemos por qué discutir, no, no hablen de ello, no hagan nada que nos separe de nadie.

Tenemos que unirnos para que no venga una guerra; ello sí es grave, una guerra, debemos evitar las guerras, la guerra no hace bien, nos daña y nos perjudica a nuestros pueblos, a nuestros hombres que van a la guerra, a nuestros hijos que nos los mandan a la guerra; hay que evitar la guerra a como dé lugar. ¿Y saben algo, todos los católicos qué tenemos que hacer? Vivir el Evangelio y especialmente reunir a nuestras familias y ayudarlos a crecer espiritualmente a entonar un cántico de amor a Dios de:

  • Gracias, Señor mío y Dios mío, gracias Señor mío y Dios mío por este hogar que tengo, por esta familia, por estos hijos, por estos amigos, por estas familias, gracias, Señor. Son tus hijos que te aman, son tus hijos que te quieren, son tus hijos que te siguen. Te seguimos, Jesús, te seguimos por esa senda del Calvario con una Cruz a cuestas al servicio de nuestros hermanos. No importa nuestros sufrimientos, no importa nuestros problemas, no importa lo que tengamos que sufrir si podemos dar a los demás una caricia, una mirada, un apretón de manos, un abrazo fraternal. Amarnos, Señor, amarnos.

¡Qué bello es el amor, qué hermosa es la familia!

Tom, te felicito, los felicito y felicito a tu esposa, a toda Gospa la felicito porque están abriendo camino para los que vienen detrás, que van creciendo y que van llegando a ser hombres y que pueden ellos servir de instrumento a Dios para los que los necesitare.

¡Qué bello es servir a nuestra madre la Iglesia! Y digo otra vez: Amo a mi Iglesia. Amo a mi Iglesia, Señor. Es un amor bendito aquí en mi corazón desde niña porque ella me ha hecho ver lo que significa un sacerdote, un sacerdote que lo deja todo – padres, su familia – para entregarse al Señor, se da y se sigue dando a los más necesitados.

Yo conozco santos sacerdotes, santas religiosas, conozco almas muy pías y generosas que lo dan todo por una amiga, por una familia, y en fin, todas esas almas las necesitamos y vamos a crecer por la gracia del Espíritu Santo con un gran cariño, ese cariño de decirle:

  • Señor, Espíritu Santo; ven, Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo un rayo de tu luz. (3 veces.)

Y ahora, hermanos, quiero felicitarles por la Santa Misa. El padre joven que dijo la Misa estuvo profundo, muy hermosa su teología. Bueno, y los padres que lo acompañaron con mucha humildad, calladitos, esperando la Consagración. Qué hermoso fue todo ello cuando fueron todos en movimiento a repartir la Comunión y cada uno recibiendo al Señor.

Quedamos alimentados, fuertes, robustecidos de amor, de caridad. Amor es caridad, esa caridad que se desborda en corazones simples, sencillos. No importa de dónde vienes y cómo eres, lo importante es que te abra los brazos y te doy la mano, eres mi hermano, eres mi amigo desde hoy en adelante.

Todo ello es hermoso, es simple, sencillo. Nos conocemos así con una mirada, con un apretón de manos, con una sonrisa en los labios, y en fin, mirarle a los ojos, contemplar cómo está cada alma, ver el corazón cómo se está abriendo a la gracia. ¿En realidad está sintiendo al Señor? Ello es lo importante, sentir en lo profundo del corazón: “Este es mi hermano. ¿Quién es? No lo conozco, pero sí lo conozco al mismo tiempo porque ama a Jesucristo, por lo tanto me ama a mí y yo lo amaré porque lo ama a Él.”

El que ama a Jesucristo ama a su hermano, ama a su enemigo, ama a todos porque Cristo nos da amor, nos los dio y nos lo sigue dando, amor a raudales, amor que tenemos que repartir con una mirada, con una frase, con un apretón de manos, pero darnos el uno al otro para que haya la convivencia, la convivencia de las almas.

¡Qué hermosa es la convivencia de las almas, la fraternidad universal, el amor que irradia luz y fuerza motiva que llega profundamente al alma de un hermano, a todos los hermanos!

Gracias, Tom, de nuevo, gracias por este día tan hermoso, gracias por todo este público selecto y maravilloso, gracias a toda esta juventud, los padres de familia, madres, los niños inocentes, los bebés queridos que son los chiquitos. ¡Qué hermoso son los niños pequeños! Cómo endulzan mi alma, Señor, mis nietos ahora; primero mis hijos y ahora mis nietos. Por ello, yo amo a mi familia.

Señor, me doy y me sigo dando, no importa de dónde vengan ni cómo sean, no importa su raza ni su fe; lo importante es amar y enseñar al que no sabe realmente lo que significa la Pasión de Jesucristo, la Pasión dolorosísima de Jesús clavado en la Cruz. Él nos va bañando, purificando, salvando a todos los pecadores del mundo.

Hoy cantan los ángeles en el cielo, hoy todas las familias del mundo en sus casas, en sus hogares están recibiendo la gracia, gracias del cielo, de un cielo azul-gris, un cielo con vetas blancas. ¡Qué bello, Señor, qué inmenso es tu cielo, qué grande es todo esto, Señor, tus hijos contigo!

Esto ha sido una gran ocasión para salvarse muchas almas. Irán a sus casas… serán muy pocos los que puedan revelarse, no lo creo porque han vivido las experiencias de un gran día con su Señor y con María, mi Madre María, nuestra Madre María, María Madre de la Iglesia, María Madre de Fátima, María Madre de Medjugorje, María Madre Reconciliadora de los Pueblos.

Reconciliación, necesitamos reconciliarnos a como dé lugar, no podemos perder tiempo, con los días tendremos que dar pasos agigantados, pasos firmes, decididos para defendernos de la opresión del hombre, del hombre en su rebelión, sí hijos, tenemos que resguardarnos con la oración, con la meditación, con la penitencia, con la Eucaristía, con el amor de Dios. Esto es nuestra defensa, ello es y debe ser nuestra defensa porque ellos son nuestra defensa. Tenemos que pensar que van creciendo los pequeños y ellos necesitan el amor de sus padres y es por ello que hay que evitar las guerras.

Vuelvo a las guerras, vuelvo a ello porque realmente me preocupa mucho que tengamos que sufrir desilusiones por la soberbia de los hombres que no tienen una formación debida ni el santo temor de Dios; y digo el santo temor de Dios… es el temor de no ofender a Dios; no temer que nos castigue, no. Él no es un castigador, Él es comprensivo tiene una gran humanidad porque es el ser que nos formó a imagen y semejanza suya en Cristo Jesús.

Y ahora voy a terminar. Gospa, sigue adelante, no te detengas, trabaja y haz tus logros porque los días apremian y hay que salvar muchas almas, hay que reeducar al Pueblo de Dios, hay que realmente concientizar que tenemos que trabajar todos, todos unidos en un solo corazón en el Japón, en Venezuela, en Medjugorje, aquí en este poblado, en esta ciudad, en todos estos lados tan bellos, tan hermosos, tan verdes.

He visto un verdor, he visto unos ríos, unas aguas bellísimas que me han llenado el corazón con una alegría infinita del cielo, alegría no de una anciana, como soy yo, sino de una joven que ve la belleza del río reflejando su cara. Ayer fuimos a una parte bellísima, nos llevó Tom, me sentí muy feliz, muy alegre; y también fui al cementerio, sentí un gran descanso y una gran paz. Entonces, estoy feliz… fui a la Iglesia.

Entonces, yo creo que estoy cumpliendo con lo que Dios quiere que cumpla. A su mandar estoy, que mande Él, que diga Él, que Él nos consuele, que Él nos armonice a todos para que todos entremos en este canal de la luz, de la verdad, del conocimiento divino impulsándonos a ser mejores en la vida con todos nuestros hermanos para vivir acunados en los brazos de María.

Los dejo en los brazos de María, estamos con María, la Madre María, María de Nazaret, María Madre, María Virgen y Madre de la Iglesia, allí con un papa reinante, con unos cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas, misioneros y todo el Pueblo de Dios. Aquí estamos, Señor.

Gracias, Gospa, de esta invitación; gracias, Tom, de esta invitación, gracias a todos vosotros que han venido serenos, generosos y con una sonrisa – en algunos he visto – hermosa, y los niños muy bonitos, y las mujeres muy buenas, se les ve en el rostro a algunas así con una sonrisa hermosa. También doy las gracias a esta jovencita que dedicara esta canción; gracias, hija, gracias; que el Señor te bendiga, te guarde, te muestre su rostro y tenga misericordia de ti por mi Seráfico Padre San Francisco.

Yo amo a San Francisco – yo estaba con las franciscanas – el humilde Francisco con todas las cargas de sus hermanos para salvarnos a todos, a todos; porque nos vamos a salvar, tenemos que salvarnos a como dé lugar, pero les digo: con la oración – repito de nuevo – con la oración, la meditación, la penitencia, la Eucaristía y con la Sacra Biblia en la mano. La Sagrada Biblia, es ella la maestra de las maestras para enseñarnos a discernir cómo debemos vivir y comportarnos de acuerdo a la voluntad del Señor.

Gracias a todos, hermanos.

Bendito sea el Señor que nos ha acompañado, que nos lleva de la mano, que nos conduce.

¡Éxito, Gospa, alégrense todos, alegres, alégrense y sigan viviendo el Evangelio!

Dios los guarde.

(Aplausos.)

“En el Nombre de mi Padre, Yo los bendigo, hijos míos.

En el nombre de mi Madre, Yo les curo del cuerpo y del alma,

y los guardo aquí en mi Corazón, les guardaré, les guardaré, les guardaré aquí en mi Corazón desde hoy y para siempre.”

Que la paz sea con vosotros, que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas. Están en paz y en armonía con el mundo entero.

  • Ave María purísima.
  1. TOMÁS RUTKOSKI: ¿Señora María, si pudiésemos hacerle algunas preguntas?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Sí.

  1. TOMÁS RUTKOSKI: Le voy a hacer a María algunas preguntas en nombre de todo el grupo porque muchas cosas están revoloteando en la mente de las personas.

Hay gente que clama tener visiones y apariciones y nos dicen que son momentos tan peligrosos que debemos almacenar comida. ¿Qué opinión le merece esto?

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, te voy a decir ingenuamente que debemos pensar que si Dios está con nosotros, ¿por qué tenemos que temer? Cuando lleguen los momentos, a la hora que sea, la misericordia de Dios estará con nosotros. Cuidemos nuestras espaldas, pero no en tal forma que tengamos entonces que clavarnos por tierra, no hijos; eso está mal hecho; no tenemos porque poner a las personas a mortificarse.

El que recibe estas cosas tiene que callárselas, por favor, porque es como mortificar a las personas: a los ancianos, a los jóvenes, a los niños, a las personas adultas. Yo no estoy de acuerdo con esas cosas, perdónenme, quizás, yo sea demasiado… pienso mucho que el Señor no nos da esas cosas. Cuando vayan a llegar estas cosas el Señor se ocupará Él mismo de hacérnoslo saber en el momento, pero en el momento preciso, no con anterioridad, no.

El Señor es tan sencillo, tan humilde y generoso, tan compasivo con sus hijos que no los puede atacar de esa forma poniendo a las personas angustiadas, preocupadas porque hay que almacenar comida, porque hay que hacer aquello, hay que hacer lo otro. Uno puede tener su almacén en su casa con naturalidad, pero no que perdamos los alimentos porque pasa el tiempo y no llegan esas cosas.

Seamos muy justos, hijos, reconciliémonos verdaderamente, unámonos en la oración con la penitencia, la meditación y la Eucaristía. Ello es lo más hermoso, ello es lo más grande: la Santa Misa escuchada cada día como saber que tenemos que ir al trabajo; en la viña del Señor tenemos que trabajar todos. Y a quitar esas ideas porque son ideas que no me parecen. Yo no puedo decir: Esto va a pasar en tal fecha, no.

Les voy a decir que un año en Venezuela cuando fue el terremoto en el ’60 y tanto, no sé, no recuerdo en este momento, yo vi el terremoto y le dije a mi familia, pero no fui capaz de formar un escándalo, de poner a la gente a correr, no, no, eso no se hace.

En estas cosas cuando vienen – sean guerrillas o sean cosas que se presenten: terremotos, o lo que venga, invasiones, lo que sea – son cosas que uno tiene que orar porque la oración suaviza las cosas. La oración quita los peligros, la oración nos ayuda a encontrarnos con nuestro Dios y ese encuentro es apacible, sereno, armónico, alegre, feliz.

Entonces, hijos, yo les aconsejo: No crean en lo que le dice la gente… esas cosas tan terribles. Yo no dudo que se pueda presentar algo en el mundo, yo no lo dudo, puede ser algo del oriente que nos venga, cosas que vengan por aquí, por allá y de allá y de aquí, bueno, en fin, aquí mismo en la isla… tantas cosas, pero ¿para qué está María, para qué está Jesús, para qué está un Dios perfecto?

Cuando nos va a llegar nuestra hora, nos llega adonde sea. Aquí mismo podemos ir en una carretera y tener un accidente y se acaba todo. ¿Entonces, cómo es posible que pueda ponerse a las familias a mortificarlas? No estoy de acuerdo con ello; él que tenga lo suyo, dígalo a su familia o a su gente, pero no mortificar a los demás que están llevando su vida con tantas mortificaciones para venir a agravar la situación. Si yo dijera todas las cosas que yo he visto o recibido, ya hubiera vuelto locos a los demás.

Esperemos confiados, esperemos en el Señor, esperemos en María, en un cielo abierto azul inmenso donde cabemos todos, en tierras benditas en todo el mundo para ayudarnos los unos a los otros con fuentes de trabajo; fuentes de trabajo es lo que necesita el hombre y la mujer también. Nosotras somos guerreras también, mujeres dispuestas a lo que venga con la esencia maravillosa del Corazón de una Madre María Virgen y Madre de la Iglesia.

Y digo de la Iglesia, porque tenemos que amar esa Iglesia, eso es lo más grande que tenemos, tenemos un sacerdocio… que haya descompensaciones muchas veces, eso no importa, pero hay santos varones como fue Padre Pío, el Padre Champita, Don Orione en Roma, a cuántos niños salvó, cuántos niños ayudó, cuántos seres… y Padre Pío, cuántas familias regeneradas a la salud de la Iglesia para que practicaran y vivieran el Evangelio. Yo lo amo muchísimo, él fue un padre para mí; cuando iba me hablaba tan hermoso y tan bonito, pocas palabras, pero llenas de amor de Dios. Yo quiero que todos pidan por su beatificación, su glorificación porque él dio su vida entera. Cuánto tuvo que sufrir y pasar y sería un santo verdadero, es un santo, ya nuestra madre la Iglesia sabrá qué hacer.

La madre la Iglesia, la cabeza de la Iglesia, todos son intelectuales, inteligentes, sabios, moderados y saben hacer las cosas muy bien hechas por eso existe el Papa de Roma y este Papa de Roma actual es grande y generoso y su obra gigante… el Papa del amor, yo diría, el Papa del amor con una conciencia exacta de sus deberes y con un corazón abierto para todos sus hijos de la Tierra.

¿Qué más decirles? Oren; la oración debe ser nuestro puntal de luz que nos ilumine en medio de la oscuridad de la noche, que cuando salga el sol resplandezca en tal forma que sus rayos nos lleguen pudiendo nosotros decir:

  • Oh sol de la verdad de Jesucristo, te llamamos, ven a salvarnos de nuevo.

Esto se los digo por cualquier eventualidad que se pudiera presentar, pero estemos seguros que el Señor convive entre nosotros y no va a dejar que perezcamos en las manos del hombre impune pecador.

Gracias, gracias a todos.

Dios los guarde.

  1. TOMÁS RUTKOSKI: Una pregunta más, Sra. María.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: ¿Otra más? Ay, caray. Yo me fui por otro lado, pero tuve que hacerlo, hay que tocar muchas cosas.

  1. TOMÁS RUTKOSKI: Algo que nosotros discutimos anteriormente, algo corto.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: ¿Qué era? Diga.

  1. TOMÁS RUTKOSKI: Nosotros estábamos hablando cuando veníamos hacia acá… una mujer hizo una pregunta acerca de gente que clama que a ellos se les presenta María Esperanza en bilocación y claman que esto confirma sus mensajes negativos, esos mensajes que asustan.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Mira, esa es una invención muy fría porque yo sí he tenido gracias, pues, de la bilocación, pero todo lo que ha pasado ha sido positivo, no para anunciarle a ninguna persona de cosas del mundo, de estas cosas banales de la vida, no.

A mí me gusta hablar cosas bellas, cosas espléndidas, cosas hermosas que alientan las almas, que les da confianza en sí mismos, que reciban el calor humano, el calor de Jesús que es místico y santo, perfecto es Dios, Dios en su Hijo, su Hijo en Dios.

Eso es porque yo… yo no es que me biloco así por mi cuanta; cuando ha pasado ha sido para casos de emergencia de personas, en verdad todo ha sido perfecto, bellísimo, cosas muy grandes, tan grandes que yo no soy capaz de decirlas porque parece como una alabanza mía. Es para el bien, nada desordenado; el desorden no me gusta, a mí me gustan las cosas muy bien hechas, que todo camine.

Las obras de Dios son perfectas, en las obras de Dios no hay imperfección alguna. Él quiere que nosotros seamos buenos, que analicemos las cosas muy bien, que aprendamos a vivir el Evangelio y no decir mentiras.

Si yo voy a una parte en esa forma como he ido muchas veces, es verdad, pero todo ha sido muy positivo, no a dar mensajes a la gente así… Ha sido que yo me le he presentado a una persona grave en una cama y le he dicho: Levántate. Y la persona se ha levantado.

Esos son los casos que se me han presentado a mí, y se han presentado otros casos así que yo voy en una carretera y le he dicho de golpe: Devuélvete, devuélvete. Y las personas se han devuelto y se ha venido un puente.

Cosas así que me han pasado, pero cosas bellísimas, cosas muy hermosas, hermosísimas, de cosas como milagrosas, pero no es que yo lo hago expresamente, ¿cómo es eso? Yo no sé ni cómo me voy a bilocar, ¿cómo es eso?, para dónde me voy a ir. Eso es raro, eso es algo que te llega de golpe, eso es algo sutil, hermoso, bello, algo que templa el alma, al corazón lo ayuda a seguir adelante… a vivir, por lo menos a las personas que les ha pasado eso, que lo han visto, ha sido bellísimo.

¿Entonces, hijo, ya se han aclarado los puntos?

  1. TOMÁS RUTKOSKI:

(Aplausos y risas.)

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Oración, meditación, penitencia, Eucaristía; oración, meditación, penitencia y Eucaristía, ello es la base de todo católico, que es católico, que se siente unido al Señor, que ama a su Iglesia, que ama a su familia, que ama a sus hermanos, que ama a todos. Es lo que nos toca a nosotros los católicos.

Gracias a todos.

Gracias Tom.