Guayaquil, Guayas, Ecuador

Reunión de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini, con el grupo mariano de Ecuador
Salón del Colegio San José de la Salle
Sábado, 22 de julio de 1995

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Quiero darles las gracias de esta convivencia que hemos tenido en esos días; viéndoles con trabajo, los muchachos, jóvenes, todo lo que han hecho. Yo sé que han estado sacrificados. Han denotado una gran confianza en mi Madre, una gran caridad con esta mujer, con mi familia; y todos con la humildad de los niños. Cuando a los niños le decimos nosotros: Mira, hijo, ¡ay allí!, cójame allí, tráigame aquello que está allí” …ustedes humildemente. “Cuiden a esa señora, ayúdenla”; y ustedes lo han hecho.

Realmente, estoy conmovida y deseo para todos vosotros que mi Madre Santísima los ayude en sus hogares, en sus casas con sus familias; que los visite. Van a tener esa visita, no les extrañe, ya yo se los dije, sentirán sus olores de rosas y sentirán la brisa suave del Espíritu Santo para ayudarlos, para que allí la Virgen tome todos sus problemas, cada cosa que ustedes tengan presente o pendiente en sus estudios, en sus trabajos, en sus universidades, los que tengan universidades, todos, aquéllos que estén en sus trabajos también.

Yo creo que hay que echar raíces. Las raíces se forman cuando sembramos una mata, paso a paso, poquito a poquito… pero que le falta agua todavía, un poquito más de agua, más de riego; y entonces, hay que ponerle un poquito de tierra aquí, más allá; enderezarla para que así germine y fructifique con frutos que sirvan a las demás plantas. Las plantas son sus hermanas para ayudarlas a crecer también como han crecido ustedes en caridad, en amor, en sencillez, en humildad y más que todo con deseos de servicio.

Yo creo que el servicio, el servir a las personas, ello es la compensación del Señor a sus vidas para hacerlos crecer espiritualmente y con ello aprendan la gran misión de la multiplicación. La multiplicación es la fórmula bendita de todos… multiplicar nuestros esfuerzos para vivir más profundo; y al decir profundo quiero significarles, sentir que realmente están haciendo algo hermoso, convivir con el Señor. Es una convivencia con una Madre y es una convivencia con el Señor cuando nosotros nos damos, cuando nos donamos, cuando nosotros realmente hacemos las cosas con humildad, sin lamentarnos, sin quejarnos que nos están molestando.

Nuestra vida debe ser un servicio continuo, no conmigo, también con otras personas, con otros seres también que el Señor, pues, se digne ponerlos en su camino para dar gloria a María, para dar gloria a Dios, para dar gloria a esa Iglesia maravillosa que tenemos porque es la Iglesia Madre, Madre de la Iglesia. Ustedes están sirviendo a la Madre de la Iglesia, a nuestra Madre Santísima. Entonces, yo soy un puntico que está allí dando vueltas, que quizás, no está haciendo nada aparentemente, muy poca cosa, pero que el Señor sabe por qué está haciendo las cosas y por qué los escogió a ustedes.

Todos nosotros tenemos una luz por dentro. Si nosotros realmente queremos que nuestra luz brille, tenemos que aprender a ser pacientes como han sido ustedes en estos días; pacientes y realmente con un calor humano, con una sencillez me han invitado, y que me ha llegado plenamente en el corazón. A veces yo no soy muy expresiva, quizás, diría yo… los llevo en mi corazón y los tendré todos los días en la Santa Misa presentes, formaré así como un jardín con cada uno de ustedes convirtiéndolos en rosas, tal como me pusieron aquellas rosas ayer, aquel rosario tan bello, un rosario de rosas. Ustedes van a ser cada rosa de esas, cada rosita de esas, serán ustedes; las rosas rojas de María, María en ustedes y Jesús en la Cruz, la Cruz del amor, la Cruz del valor humano, la Cruz que santifica las almas cuando estas almas se entregan con humildad y paciencia… allí atados cuando Pilato lo despreció y todo eso y Él fue paciente, fue paciente y humilde.

Paciencia y humildad. Así, nosotros, ustedes, todos con esa paciencia y humildad que les ha dado una gracia tan grande que ustedes mismos dirán: “¡Señor!” Van a ser renovadas sus células, sangre, huesos, su mente, su corazón, los riñones, todos sus órganos renovados, sus extremidades, todo su organismo. Reciban una renovación. Yo no soy nada, es el Señor que actúa y su Madre, la Virgen para que esa renovación les dé fe a todos ustedes, la gracia del Espíritu Santo donándoles el don del entendimiento para entender realmente cuál es vuestra posición en la misión que están comenzando a ejercer. Es una misión, una transformación en todos ustedes, o sea, que cuando a ti te estén hablando, ya tú sabes lo que te vienen a decir, ya estás preparado.

  1. GEO BIANCHINI: Juan Javier te va a hablar en nombre de todos.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Ya va, cuando termine.

Entonces, es necesario que ustedes en estos días se preparen con el rosario en familia. Si alguien lo quiere rezar, que lo rece, el que no, bueno, rezas con alguno, tienes que encontrar uno en tu familia que lo quiera rezar, el asunto es que lo recen en familia.

Y el domingo traten ustedes de encontrarse todos, el domingo en familia porque van a recibir la visita, la gracia del Espíritu Santo para incorporarlos a la gran base de Roma, es la gran base de Roma, allí está el Papa de Roma, está la piedra de Pietro, de San Pedro apóstol, piedra y fundamento donde vamos a apoyarnos… la Iglesia.

Nada de que fulanito me dijo un periquito, nada de eso… me adivinaron. Yo no creo en nada de eso. Aquí no puede entrar la polilla de los bancos que están malos en la Iglesia, no, no. Tiene que entrar la verdad, la verdad de un alma que busca a su Dios y quiere un encuentro con su Señor, pero un encuentro verdadero. Para ese encuentro necesitamos nosotros despojarnos de todas las ataduras, de toda aquella cantidad de factores que a veces nos contradicen en nuestra fe. No, contradicción no; Iglesia perfecta en labor misionaria, fidelidad cristiana, todo ello con el rosario en mano.

SRA. MARÍA COROMOTO BIANCHINI DE MARRERO: Que mi mamá les va a mandar unos rosarios que compró en Roma, que los va a buscar.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Y digo esto porque el rosario es la fórmula bendita de la Madre de Dios para aliviar nuestras cargas, enderezar lo torcido, reafirmar la fe, la fe vivida de cada día, y por lo tanto, necesitamos acogernos bajo su gracia materna.

Imagínate tú, yo voy a la Iglesia y a la Misa, y no sé que, y ta, ta, ta… porque la gente empieza a fantasear, ¿no?

Los movimientos apostólicos, los movimientos marianos deben ser movimientos de confianza ilimitada en la Santísima Madre, en un compartir continuo dedicándose a velar de los enfermos, un día se va al hospital, se les lleva una medallita, un juguito, una cosita a los enfermos, lo que tú puedas. No son muchos… el que pueda un día; otro día se va a un hospital más grande, otro menor de niños; se le da una mirada, un consuelo al niño, así como algo tuyo, como una familia. Otro día te dedicas a visitar las Iglesias para visitar al Señor en la semana, cada siete días, una visita así.

Hay que hacer esto porque nos va enseñando mucho. En los hospitales aprendemos a convivir con los enfermos, no solamente eso, sino a darles el consuelo. Nunca digas: “¡Ay!, qué grave estás, qué mal estás…” “¡Ay!, qué buena cara tienes”, se le dice así.

(Risas.)

Es darse, lo que tú tengas por dentro, es dar de ti lo mejor, es una conciencia exacta de nuestros deberes que nos reclama la vida. En los colegios, ir a los colegios, ver la reacción de las personas.

Tenemos que aprender a conocer a los seres humanos. Dios les va a dar una cosa mental tan fuerte que ustedes cuando vean una gente ya ustedes saben cómo va esa persona, y tú dices: “¿¡Ay!, pero por qué tengo que saber yo de la vida de otro?” No, tenemos que saber porque todos somos útiles, cada uno sirve para algo. Tú sirves para una cosa, el otro sirve para otra, pero todos tenemos aptitudes que Dios nos da para que podamos aprovecharlas en bien de la colectividad humana, en bien de nuestros hermanos, en bien de todo aquél que necesite a tiempo, pues, sea una palabra, un consejo, una convivencia con esa persona para ver, ir examinando y tomando en cuenta a todo el mundo.

No es que yo me hice amiga de fulana, y desprecio a la otra, no. Tiene que haber un equilibrio, porque a veces se ve en los grupos: “Quítate que yo me pongo, ya tú sabes, fulanito está obrando así…” No puede existir nada de eso, los defectos tienen que sacarlos por allí.

Todos somos personas fieles a nuestra Iglesia, comprensivos y humanos con los hermanos y con un deseo de dar de nosotros el contributo necesario en un momento dado. No decir: “No.” Estar de lado, no. Es en las pequeñas cosas de la vida diaria; que alguien tiene una necesidad, una medicina… bueno, vamos a ver cómo se hace. No decirle a la persona: “¡Ay!, aquí te traigo esto.” No, con mucha prudencia, no humillar a la persona. Hasta para dar hay que ser prudentes y para recibir también, saberlo recibir con humildad. Pensemos en los tiempos de Jesús, cómo compartía el pan con sus apóstoles, los peces.

Leamos los Evangelios, por eso la importancia de la evangelización. El hombre todavía no está preparado, le falta mucho, la gente está creyendo que son unos doctores, que saben mucho; y falta mucho. Tenemos que lograr encontrarnos con nuestros hermanos, comunicarnos.

La comunicación, especialmente en la familia es muy necesaria porque a veces se relegan los hijos sin darnos cuenta y hay que tomar en cuenta todo ello. No nos podemos dedicar a uno más que a otro, porque aquél no haga la carantoña de que te quiera, no; a todos con mucha prudencia, con mucho amor y que haya la solidaridad humana entre ellos y comprensión, dejar que hablen.

Nosotros siempre nos reunimos, desde hace años ya, todos estos muchachos que ustedes ven, toditos esos son los que me han seguido desde los doce años, trece años máximo, todos. Ya todo el mundo se graduó, ya todo el mundo se casó, y ya todo esa gente, bueno…

(Risas.)

Cantidades, no solamente mis hijos, todos estos, cantidades. Y entonces, todos estos muchachos tienen sus hogares, yo soy la madrina de todos sus hijos, de ellos.

(Risas.)

Una belleza, yo los quiero, todos esos niños. Yo estoy aquí… yo no he hecho nada, yo esta vez no he comprado nada. ¡Ay!, Dios mío, me voy así, pero es que son tantos, pero los quiero como si fueran mis hijos, se han criado junto con los míos, o sea, es como una gran familia, como una gran familia enorme, enorme, una belleza. Allí no es que nadie… todo el mundo trata de… ¿Tú sabes?, es bellísimo, nadie es egoísta, no, no, allí no se conoce… se trata de tapar la falta del otro, ¿tú sabes?, ¿a ver qué es, dónde está fulano, qué pasa?, se trata de acomodar la cosa como para que yo a veces no me de cuenta, y así, ¿ves? Es bello el convivir diario.

Viene en el mundo, acuérdense, las comunidades, se van a formar; volvemos a los primeros tiempos. Ya no va a ser así eso de que yo… ¡ay!, mamá, no. Hay que renunciar un poco.

(Una persona del grupo le pregunta algo a la Sra. María Esperanza.)

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Bueno, Dios te lo va señalando poco a poco. No es difícil; uno cree que es difícil, pero cuando percatas ya tenemos la misión hecha ya, comenzamos sin darnos cuenta.

Ustedes están aquí, hijos, y en estos días aquí fue algo enorme. Esto lo considero yo verdaderamente un ejemplo vivo de la fe, de la fe a su Iglesia, de su fe a María, de su fe a Jesucristo. Porque ustedes han podido hacérmela en el momento: “Ay, Sra. María, ta, ta, ta”, y listo, con su cara muy limpia, tranquilos; no, ustedes han perseverado y es la perseverancia lo que Dios quiere en las criaturas.

Nadie sabe lo que significa la perseverancia, es una gracia; yo creo que es una gracia de Dios perseverar en lo que Dios te ponga, en lo que Dios quiere que tú hagas y deseas.

Yo les pido también que no dejen el rosario. Como les dije, recen el rosario con su familia, pero otro rosario con la comunidad.

Yo los invito a Betania, ya llegará es día. En Betania es el cielo una belleza, es algo tan hermoso que allí es una gran familia, gente de todas clases.

Nos están botando, mi amor.

TODO EL GRUPO: ¡No!

(Risas.)

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Entonces, vamos realmente a servirnos los unos a los otros para que formemos una gran familia, la familia de Dios, una familia abierta con una apertura realmente en la cual todos podamos dar de nosotros lo mejor y los otros también sepan recibir lo que nosotros les estamos dando, que es el reconocimiento, es como un reconocimiento continuo a mucho de nosotros.

No darnos a medias, no así las cosas mal hechas; hagamos las cosas con amor. Eso es lo que yo quiero y es lo que yo deseo y trato de hacer, quizás, a veces me falta tiempo, y mi vida es bueno, pues, no hay tiempo de nada, pero yo hago lo que puedo al servicio de quien me necesite.

Entonces, yo les pido a ustedes que abran su horizonte, es un horizonte que se abre así… viendo la vida en distintas formas como hasta ahora la habéis creído vislumbrar. Es una capacidad que te dan, es algo que tú lo vas viendo, sintiendo y dices: “No, no puede ser.” Pero viene un cambio interior con las personas, con la gente en tu trabajo, donde vayas; es algo diferente y tan es así que muchas veces te van a decir: “¿Qué te pasó?, tienes algo nuevo.” Recuerden esto.

Eso es la chispa divina, la gracia del Señor que obra en las criaturas renovándolas en tal forma que ellas sientan la caricia de una Madre y la confirma que Dios está conviviendo con ellos, enseñándoles. Él está allí entre nosotros conviviendo de una manera muy particular en la cual nosotros no podríamos jamás imaginarnos, pero ustedes se van a dar cuenta, es simple y tan sencillo, que la simplicidad del amor de Cristo, de la fe es tan grande – que nos transmite es tan grande – que sólo Él podría responder.

Yo no me siento capacitada para yo dar tanta profundidad, pero sí me siento en un gran compromiso con María, que es la Madre, de que ustedes avancen en la vida espiritual cumpliendo con las reglas y deberes que nuestra Iglesia amada nos invita a seguir por la convivencia,  la legitimidad de una corriente divina, maravillosa que viene a nuestro encuentro para asirnos a la realidad de que estamos viviendo en este momento lo más grande, lo más hermoso que un ser puede vivir, que Jesús que viene a nuestro encuentro y que María, su Madre, nos ayuda en nuestros quehaceres, nuestros trabajos, nuestras empresas, en todo.

María está allí contigo. Quédense con ella, recíbanla y ámenla como algo natural, algo firme, algo sólido, algo ejecutivo para ustedes; ustedes van a ejecutar porque el Señor los va a ayudar. Ustedes dirán: “Dios mío, ¿cómo pasará eso?” No son cosas así… del otro mundo; son cosas naturales, esas cosas que llegan, que se sienten, que nos ayudan a discernir… es el mensaje de nuestra Madre.

Ustedes creían que yo les iba a hablar de aquello… no sé qué cosa pensarían. No, es algo muy particular, es natural, espontáneo que nace del alma, toca sus almas. Ustedes lo van a sentir así y algún día me lo harán saber, no sé cuando… todavía, va a llegar ese día, pero sé que ya tocó a algunos de vosotros y les seguirá tocando a todos.

Hay que darse cuenta que no podemos perder tiempo en hablar mucho ni decir mucho ni mucha confianza, no, no. Tenemos que ejecutar llamándonos al botón nosotros mismos para que así podamos realizarnos como personas que realmente sabemos discernir el mensaje que Jesús y su Madre nos dan y que Él nos trajo y sigue, sigue continuamente dándonoslo.

Él se da y ella se da, lo importante es que nosotros también restemos simples, sencillos, honestos y con un corazón abierto para que la llama y el fuego de Jesús entren vivamente, abierto para que el Espíritu Santo sople y nos llene de esa brisa suave suya, con esa brisa nos llegue el resplandor de su luz divina y podamos actuar de una manera en la cual nuestros amigos, seres queridos se den cuenta. Estamos comenzando a vivir una vida nueva; sí, cada cual, es un asunto de conciencia, esto es reflexión, parece muy difícil, pero es muy fuerte. Sí, y a reflexionar, y a pensar.

¿Qué has sentido realmente en esta noche en la Eucaristía, en la Santa Misa y en este momento? Un cambio, una mejoría siguiendo en la búsqueda de los valores que concientizan al hombre y mejoran completamente convirtiéndole a una vida nueva de solidaridad humana y más que todo de una esperanza futura.

Vivamos de esperanza es la palabra.

TODO EL GRUPO: Vivamos de esperanza.

(La Sra. María Esperanza dirigiéndose a un muchacho del grupo.)

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Siga meditando y comience a discernir lo que va a hacer de ahora en adelante y hágase todos los días preguntas y respuestas; esto es importante.

(La Sra. María Esperanza habla a una muchacha.)

La paz y la buena voluntad para las cosas que reafirman nuestra fe. Paz.

(La Sra. María Esperanza se dirige a otra muchacha.)

Estás abriendo tu mente a la razón de una verdad, dar la talla y no fallar en lo que te has propuesto, mejorando cada día, pudiendo así sentirte realmente feliz contigo misma y comprender a los demás.

(La Sra. María Esperanza habla con otro muchacho.)

No somos perfectos, la perfección no existe en ningún ser viviente de la Tierra. Entre caídas y debilidades podemos levantarnos y seguir adelante para quitarle lo que nos da la vida, esa vida se convierte en nosotros mismos, triunfadores por la gracia de Dios.

Me ha pasado algo muy grande, acabo de ver a Juan Bautista. Pídanle a él que sea vuestro maestro.

(La Sra. María Esperanza habla con otro miembro del grupo.)

Recuerda esto: La oración meditando las cuentas del rosario ayuda mucho a crecer espiritualmente, se recibe una carga de humildad, de paciencia y más que todo de un gran deseo de servirle a Dios.

Vamos a servirle y no ser servidos.

Dios te va a ayudar y va a ser en lo tuyo de manera providencial. Providencia, qué hermosa es la providencia. No sé en que forma Dios te va a ayudar, sigue adelante, no desfallezcas, porque tú tienes que tener mucha voluntad para comenzar… un gran espíritu de superación. Es que a veces nosotros nos tenemos que sobreponer en las cosas desagradables.

(Risas.)

¿Me entendiste? Dios te va a ayudar.

(La Sra. María Esperanza le responde a una muchacha.)

Tienes derecho.

Te felicito porque lo que estás diciendo es de corazón con mucha sencillez, y eso me llena plenamente de pensar que hay almas que todo lo que han hecho ha sido con humildad y con mucho amor; es una demostración que María está con ustedes.

Dios te bendiga, Dios te cuide, que Dios te ampare.

Vamos a seguir, yo estoy más cansada que nadie, vamos a seguir.

(La Sra. María Esperanza le habla a una señora.)

Adelante y firmemente convencida que el Señor convive entre nosotros y que tus deseos se cumplan, todos tus problemas que tengas se resuelvan y encuentres hoy la respuesta a lo que estás pidiendo; tranquila.

Dice el Señor: “La hoja de un árbol no se mueve sin la voluntad de Dios.” Entonces, tranquila, serena y feliz.

El amor a la madre nuestra y hacia la Madre del cielo son dos amores que nos envuelven en tal forma que es algo infinito, grande, dulce, indescriptible ese gran amor. Entonces, digamos:

  • Madre, yo te amo, ayúdame a compensar las horas en las cuales muchas veces me siento triste y sola, y reafirma mi confianza para servirte, amarte y hacerte reconocer de mis hermanos.

(La Sra. María Esperanza le responde a un muchacho.)

Tienes deseos, muchos deseos de servir y encausar tus pasos hacia la luz de la verdad y del conocimiento para ayudar a los demás; es lo que hay dentro. Ahora, con mucha prudencia, libre de corrientes negativas.

Dios te bendiga.

(La Sra. María Esperanza se dirige a otro miembro del grupo.)

Tú tienes que ver mucho con ellos. Los quiero porque lo negaron a Él, pero al mismo tiempo ellos tienen conciencia, tienen sus temores y ellos saben que está llegando el momento, el gran momento y ese momento requiere sacrificio, donación personal y un gran deseo de conocer la verdad de Jesucristo; y aunque aparentemente están negándolo, en el fondo hay un gran temor de haber, sus antepasados, cometido un error.

Vamos a dejar eso en las manos de Dios, del Padre nuestro. El Señor los perdone.

“¿Israel, Israel, por qué me sigues negando? Yo te sigo esperando, no me niegues más porque ha llegado la hora de la justicia y debéis recordar que somos de una misma tierra y que esa tierra me pertenece a Mí por ley.”

Bueno, mira no te preocupes por eso… con una oveja que ha tomado el camino de Israel.

Yo los aprecio porque yo he bautizado ya a siete hijos de judíos a la católica. Me los han dado así, pero yo no los quería porque me daba miedo, me daba miedo porque parece que yo… no quiero interrumpir en su religión, no quería, pero me lo han pedido así: “No importa, Sra. María Esperanza, nosotros no podemos porque ya tenemos dos en la familia, total, de ellos mismos, pero mis hijos sí, yo quiero que sean católicos.”

Entonces, son cosas tan bellas y de hecho casi ni los conocía, de vernos en una tienda comprando unas medias y la señora se vino: “¡Ay!, yo la conozco”, y le digo yo: Yo no la conozco. Fue un momento, esas son cosas de Jesús, nosotros no, increíble de pensar, de decir, de expresar; y me decían que me veían en Roma, me veían en la Sinagoga. Qué ganas de reír, figúrate tú. Les decía yo: ¿No, en la Sinagoga? Bueno, son cosas espirituales, muy profundas que hasta allá no puedo, yo dejo esas cosas a la voluntad de Dios.

Así después, otro me dio los tres hijos así de una sola vez y los bauticé; y después otros que no creían ni en Dios ni en nadie también, eran nueve personas. …Cuando su hijo mayor, el más grande que ya era un ingeniero, vivía en Londres, que me conoció, fue a mi casa, estaba pintando y él llegó allá, me creyó y bueno… pues, o sea, me han tocado cosas muy difíciles en la vida.

De protestantes también, una muchacha que llegó de Alemania, sus padres eran protestantes y él, sacerdote luterano, exactamente… “Ellos querían que yo… no me dijeron nada porque tampoco nos dejaban que nosotros escogiéramos la religión y hasta este momento yo no había sentido nada, y después que yo la conocí a usted, sí he sentido.”

O sea, una serie de cosas que me han pasado muy particulares, cosas de gran contenido. Es por eso que yo trato de que se unan todos, de que se amen todos. No vamos a despreciar a nadie, vamos a fijarnos en los valores que tienen. Tenemos que perdonar para poder ser perdonados, pero nosotros defendiendo nuestro catolicismo, nuestro cristianismo y adelante porque Cristo tiene que ser reconocido por todos los hombres de la Tierra. No será hoy ni mañana, pero eso viene, hay que comenzar desde ahora para que se realice el gran milagro.

Entonces, pues, unámonos y concientizemos. Óyeme es que estamos llegando ahorita a un momento tan fuerte en que tenemos que tomar nuestra cruz para librarnos de las ataduras del mal y cubrirnos las espaldas de cualquier contaminación que pueda salpicarnos; con mucha humildad, con mucha paciencia, con un gran deseo de continuar nuestros pasos hacia la luz del nuevo amanecer de Jesús; esto es fuerte.

(La Sra. María Esperanza le responde a una muchacha.)

¿Mira, quieres que te diga? Estás cumpliendo con tus deberes. De todas maneras, tú tienes una gran sensibilidad para los niños, te estás donando y quien se dona en la profesión que tenga, sea cual fuere, pero sirviendo a los demás está cumpliendo con el deber de un cristiano, está dando de sí su contributo a la sociedad humana, y aún más… se cree que es soberbio, se cree que bueno, pero en el fondo hay humildad, hay sencillez, hay corazón.

Si alguien te toca tu puerta y te llama: “Venga, ven.” Tú, corre, allí está Dios, allí está tocando Dios, el Señor allí está entrando, ha entrado el Señor, solo, en las situaciones generales del mundo, de la vida, de las posiciones que llevamos todos, necesidades diarias. ¿Por qué fulano y por qué no yo? Bueno, empieza el cráneo mental, que si por fulanito, ¿tú sabes?, bueno, pero eso no hay que preguntarlo.

  • Yo soy yo en Cristo Jesús, yo soy todo en Él y Él todo en mí.

Apréndanse eso.

  • Yo soy yo en Cristo Jesús, yo soy todo en Él y Él todo en mí.

TODO EL GRUPO: Yo soy yo en Cristo Jesús, yo soy todo en Él y Él todo en mí.

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Porque Cristo es el Redentor, es el Salvador, es el Pastor y Él nos pastorea.

De tal manera, que desde hoy en adelante piensen que su vida ha cambiado, el Maestro de los maestros te ayuda, te enseña a coordinar todas las cosas como deben de ser y te hace reflexionar sobre de algo muy importante en tu vida, que ha pasado en estos tres días.

Eso es el renacimiento, vuelves a renacer a la vida con una espiritualidad que te lleva a tomar grandes determinaciones. Son reglas, son virtudes: el de la fe que acondiciona al hombre; el de la esperanza que da la ilusión de algo nuevo que viene, que vamos a encontrar; el de la caridad que es el amor que nos llama a reflexionar sobre esas tres virtudes teologales en las cuales tenemos que apoyarnos y reafirmar que nuestro camino está lleno de verdad, que donde vamos está, tenemos la verdad frente a nosotros. Tu verdad no es una verdad que está en el aire, es una verdad que has vivido en estos tres días; recuerda esto.

(La Sra. María Esperanza se dirige a una muchacha del grupo.)

Ella tiene una gran condición, es muy sensible y es buena, ella es buena, es generosa.

Tienes que estar muy serena, hija, muy serena, muy calmada. Tú tienes una gran responsabilidad, tú tienes buenos sentimientos. Por supuesto, nos debatimos entre la luz y las tinieblas, es una cosa natural, pero vence.