Palabras de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Salón Amon & Tamar, Hotel Renaissance
Jueves, 9 de noviembre de 1995 8:00 p.m.
- El Ángelus.
Buenas noches a todos, respetados sacerdotes, nuestros pastores que nos enseñan a vivir el Evangelio, que nos recogen en la oración con un solo pensamiento maravilloso… pensar en el Señor, en Jesús, en su Madre obrando el Espíritu Santo porque el Padre Eterno de los cielos lo ha querido así, con sus siete dones para enseñarnos realmente a vivir como verdaderos cristianos, católicos que cumplen con sus deberes, que reafirman su fe, que están decididos – si es posible – a dar la vida como la dieron aquellos apóstoles que siguieron a Jesús, para mantener viva la fe, esperanza y la caridad.
Tres virtudes teologales para reafirmar, una vez más, que Jesús convive entre nosotros, que Jesús nos pastorea, es el Divino Pastor que nos va llevando, conduciéndonos con nuestros pastores y con un Santo Padre que sentado está en la Cátedra de Pietro para reafirmarnos, motivarnos y ayudarnos con nuestras cargas, con nuestras debilidades y también con nuestros buenos deseos de superar nuestros días grises para que todo brille, resplandezca con el sol de la verdad, de la justicia y del amor.
Sí, muchísimas gracias a usted, hijo mío; y digo hijo porque yo le digo hijo también, para mí son mis pequeños hijos inocentes de la Madre Santa, de María, un hijo que se complace en llevar la evangelización a las almas, curando, sanando, aliviando, fortaleciendo a los que lo necesitamos. Sí, Padre, que Dios lo bendiga y lo guarde, que mi seráfico Padre San Francisco de Asís como él decía: “El Señor te bendiga y te guarde, te muestre su rostro y tenga piedad y misericordia de ti, te mire benignamente y te conceda la paz.” Hijo mío, sigue adelante, siempre adelante, siempre. Amén.
Gracias a todos, a vosotros todos sacerdotes, a todo este pueblo de Estados Unidos y también a los de mi Venezuela, los que me han acompañado, gracias a vosotros porque han venido a acompañarme, gracias a la familia de Drew, su hijo, aquel que está allá, una persona que tiene un gran corazón… Falta un poquitio; ya veremos qué pasa.
Que Dios los guarde a todos.
(Aplausos.)
(La Coral Betania interpreta el Aleluya de Haendel.)