Jerusalén, Jerusalén, Israel

Palabras de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Muro de los Lamentos
Lunes, 6 de noviembre de 1995 3:05 p.m.

…tú hija, María Esperanza, aquí me tienes mi Señor con todo el amor que brota de mi corazón, el resto Tú lo sabes, Jesús.

Bendícenos, Jesús; bendícenos, Señor, con mi familia.

Un muro grande que está puesto para todos los cristianos.

Al poner las manos en el Muro de los Lamentos pedí por todos.

“Es mi voluntad, mi voluntad de que la hoja de un árbol no se mueva sin mi voluntad.” O sea, no sé, yo sentí, tú sabes, así como… no, no, les voy a decir que sentí esto ni el otro, no, no, yo tengo que ser muy honesta, es como una serenidad, una paz, algo que bueno te lleva y que uno se ofrece y que la presencia divina, maravillosa de Él, de Dios Padre y que bueno estamos todos aquí y que como quien dice: su voluntad ha sido que viniésemos aquí porque yo todos los años que yo de lejos veía esto, nunca se me ocurrió, tú sabes, a mí me habían dicho, pero yo soy muy temerosa en mi fe, yo soy muy firme, nada que a mí me desvíe, no, pero hoy me dio a entender como quien dice: Hay que tener comprensión con los hermanos, cada cual tiene su fe, hay que respetarla, hay que amar, hay que dar, primero hay que dar. ¡Ay, qué belleza el Señor! “Yo curo todo, Yo alivio todo, Yo estoy para todos mis hijos siempre y cuando vengan siempre con humildad y con el deseo de verdad de ese encuentro Conmigo.”

Fue otra cosa con el Padre y me dio la instrucción de algo que eso lo vamos a ver.

Cuando vi esos niños pensé en niños pequeños, Geo, niños pequeños así… que van creciendo. Me dice: “Ocúpate de los niños, de los hombres del mañana, de la juventud; sigue.”

¡Ay, qué cosa tan grande! Entonces una cosa que recibí que eso lo vamos a ver, eso lo voy a estudiar.

Todo lo que se haga con las manos lo admiro, la persona que tenga un don, que tenga algo con las manos.