Guayaquil, Guayas, Ecuador

Encuentro de los seminaristas, el Padre Luis Fernando Intriago, y la sierva de Dios María Esperanza
Residencia de la Flia. Balladarez
Sábado, 22 de julio de 1995 1:10 p.m.

PADRE LUIS FERNANDO INTRIAGO: …el Señor cada cierto tiempo envía sus obreros, los obreros del Señor a anunciar lo que ya está dicho, pero de acuerdo a una época, de acuerdo a un instante de la historia nos vuelven a decir lo que ya sabemos como para despertar lo que a veces comienza a dormirse en nuestro interior.

Entonces, sin más, aquí está la Sra. María Esperanza.

(Los seminaristas le cantan a la Sra. María Esperanza.)

SRA. MARÍA ESPERANZA DE BIANCHINI: Buenas tardes a todos.

Realmente me siento conmovida al ver a estos jóvenes que comienzan a dar sus primeros pasos al contacto con la vida; y digo contacto con la vida, porque cuando comienzan a despertar… cuántas ilusiones, cuántas cosas de nuestra vida que hacemos en medio de nuestra vocación.

Y la vocación… ¿Para qué me quieres, qué deseas de mí, dónde debo estar, acaso aquí, éste es mi lugar?

Yo les diría, muchachos, es nuestro lugar aquél donde se nos acoge con cariño, con consideración, con buena voluntad, donde encontramos una buena mano, un sacerdote joven que se ha consagrado al Señor que ama y siente a la Madre suya y está dispuesto a darlo todo… una vocación, su vocación para enseñar, para difundir la Palabra de Dios, el Evangelio y alzando a su Dios, al Cuerpo de Cristo Jesús para que ustedes jóvenes, lo reciban, se alimenten con ese Cuerpo pudiendo así, por medio suyo, reflexionar: “¿Qué quieres de mí, Señor, acaso ésta es mi vocación, podría obtener la vocación, Jesús? Yo quiero servirte, quisiera poder comunicarme, poder tomarte, Cristo Jesús, en mis manos limpias de toda culpa de pecado. Por supuesto, hay debilidades humanas, pero ¿yo podría acaso, Señor, tener la suficiente voluntad para ir al seminario para servirte, para amarte, para hacerte reconocer de todos tus hijos de la Tierra y llevar la Palabra de Nuestro Jesús?”

Evangelización, “amaos los unos a los otros como Yo os he amado,” como dijo el Salvador.

¡Oh Jesús de todos los tiempos!, aquí estás entre nosotros y estamos preparándonos, pero cada cual está preguntándose: ¿Qué será lo que quieres de mí, Señor, acaso yo podría tener la suficiente voluntad de entregarme totalmente a Vos, Cristo?

He aquí, la respuesta del Señor: “Venid a Mí todos los que me han buscado. Aquí está mi Corazón con el fuego y con la llama de mi amor para transferirlo a todos vosotros, mis pequeños, pero ello sí, confesaos, recibid la absolución de todos los pecados y recibidme todos los días. Es el manjar que les ofrezco, es mi alimento, mi Cuerpo.

”Pensad un momento por lo que he pasado: Los fariseos hicieron de Mí, sí, hijos míos, aquel hombre de todos los tiempos, fueron ellos… Con mi sufrimiento, con mi agonía en la Cruz pude salvar al Pueblo de mi Padre que me llamaba a unir a todos los hombres de la Tierra y especialmente aquéllos quienes me recibieron, mis apóstoles; hombres rudos, pescadores algunos, otros preparados, sí, había preparados, había otros que no sabían nada, hubo que enseñarles, tuve que enseñarles a seguir mis pisadas por toda la tierra de Galilea, de un punto al otro: Nazaret, Lago de Tiberiades, Cafarnaum…

”Cuántos recorridos hicimos juntos, muchas veces no teníamos qué comer y pedir al Padre mío el sustento y la pesca… mucha, y los panes llevábamos por cestas para alimentarnos, tanto del pescado como del pan.

”Qué alegría, qué júbilo mi Padre me inspiraba y Yo les señalaba el camino, sí, un camino hermoso, florido, quizás con muchas espinas en el camino, pero rosas de amor llovían del cielo porque mi Madre en medio de todo ello me acompañaba con tanta humildad y generosidad para donarse siguiendo mis huellas.

”Qué hermoso fueron aquellos días y ahora estos días cuando veo esta juventud jubilosa deseando servirme. Es servir a mi Padre que les pido, es a Él. Es Él quien todo lo puede, decidlo a quienes me seguís, es el Padre mío y el Espíritu Santo iluminando sus almas, sus entendimientos, dándoles calor, el fuego de mi Corazón en el vuestro.

”Qué hermoso es ir de un lugar a otro llevando el mensaje de la unidad, de la fraternidad, del darse las manos en continuación siguiendo el raudo vuelo de este Hijo de Dios.

”Apresurad el paso, no perdáis tiempo que estos tiempos están declinando porque el hombre ha abusado de los carismas que ha recibido, de las gracias que han descendido sobre de sus familias, sobre de sus hogares, sobre de sus grandes comunidades religiosas.

”Es la hora del despertar de conciencias, es la hora de vivir el Evangelio, es la hora que no puede esperar. Es necesario sembrar y recoger los frutos cuanto antes; y ya veis, es por ello, que mi Madre se está apareciendo en varias partes del mundo porque Yo le he dicho: Madre, toma el cetro y sígueme, vamos juntos a llamar a todos, al Pueblo de Dios, a la juventud jubilosa que espera en el portal del Templo para entrar de lleno a consagrarse y poder así, llevar las vestiduras, el ropaje maravilloso del sacerdocio porque necesito santo sacerdotes, religiosos de oración continua y de peregrinación por el mundo llevando mi Palabra, Palabra de Dios, la Palabra de un Padre a un Hijo, de ese Hijo y sus hijos, a todos porque los considero mis hijos por el Padre mío y por mi Madre.

”Eh aquí, pues, pequeños, uníos en la oración, en la meditación, en la penitencia, en la Eucaristía. Es el alimento, la Eucaristía. No os canséis. El reposo lo tendréis cuando estéis a mi lado junto al sagrario. Cuántas gracias recibiréis. Allí está concentrada mi Vida y la vida vuestra para que así unidos formemos un ejército que llegue a todos los hombre para que sea realidad la motivación de un gran día poderoso que se avecina a pasos agigantados.

Me haré sentir para que todos toméis vuestro yugo de amor, el yugo amoroso que les estoy ofreciendo para que viváis plenamente convencidos de que convivo entre vosotros en todos los altares del mundo, pero que también en silencio recorro sus casas, sus hogares, sus familias, todas las comunidades donde un hermano se de la mano al otro hermano y conviven juntos, comparten el pan, el canto, la oración.

”¡Qué hermosura sin igual lo que tenéis vosotros: deseos de aprender, deseos de vivir y vivir la evangelización! Quizás muchos todavía, no han despertado. Tiene que pasar un poco más de tiempo, pero sí hay algunos, siete de vosotros, que estáis bien dispuestos; quizás, pueda haber un poco más, pero sencillamente en vuestros corazones hay siete, que son los siete dolores de mi Madre porque con dolor mi Madre los está llamando a entrar en las filas del sacerdocio.

”Los quiero santos sacerdotes y vuestra vida tiene que convertirse en una vida serena, cálida, armónica y alegre; la alegría del niño inocente cuando ve a su madre, a su padre que viene cargado de juguetes, sí, esos juguetes son el fin de encontrar la verdad prometida, el asiento salvífico para vuestras almas y la luz de un horizonte nuevo que se abre para vuestras vidas desde hoy en adelante.

”Veis a una pobre mujer, no sabe nada, quizás muy poco, pero el Espíritu Santo obra en sus criaturas que se entregan de manera en la cual no quepa la menor traza de desaliento, antes por el contrario, animada de que el Señor ama y responde por ella.

“Así, vosotros, cada uno de vosotros tiene su luz, su luz interna que los ilumina para precisar realmente lo que buscáis y aquí estamos para ello. Tocad y se abrirá la puerta; hablad, decid lo que sentís y seréis escuchados; y, pedid, pedid lo que deseáis y les sea concedido. Entonces, reafirmad vuestra confianza en este día.

”Y ahora mi Madre, nuestra Madre, la Madre de toda la humanidad, es ella María, mi Madre Santa la que va a obrar en vuestros corazones, es ella con su humildad, con su paciencia, con su docilidad, con su ternura quien tocará vuestros corazones.

”No os preguntéis: ¿Qué es esto, esa señora? No, hijos, no. Callad, silenciad, guardad; sólo con vuestros corazones podréis llevar realmente todo lo que el Padre mío desea para vosotros, con la finalidad de abrir rutas y caminos a los que vienen detrás de vosotros, porque en vosotros, la juventud, se está formando el Pueblo de Dios.

”No hay nada más que pensar: tomad la nave de mi Madre, es María, es ella la Madre tierna y generosa, la que hace las obras para que llevéis una vida justa por todos los mares del mundo, todos los ríos, todos los lagos, todo cuanto contiene vida, agua para beber y saciar su sed.

”Entonces, avivad vuestra confianza, vivid plenamente el Evangelio, uníos unos a los otros y conservad vuestras almas limpias de toda impureza; por supuesto, mientras existe carne y sangre la perfección no existe en ningún ser viviente, pero sí se logra con humildad, con la paciencia de no ofender al Padre mío, ni ofender a mi Madre, ni ofender a este Cristo de todos los tiempos, y vosotros podréis decir: Mi alma está salvada.”

Bueno, ya veis, la inspiración ya pasó. Ahora, soy yo, María Esperanza, con lo bueno que pueda tener porque todos tenemos un poquito de bueno, una buena cualidad: Un deseo de servicio, hijos, servir y no ser servidos; ello es lo más grande cuando alguien viene a ti con una pena, con un quebranto, lleno de angustia y que no le puedes decir: No. Hermano, ven, vamos a solucionar este problema. No dejarlo solo porque muchos se han perdido porque no encontraron una mano en el momento y para ello, aquí están todos, más o menos de la misma edad, para ayudarse.

Yo quiero que salga de aquí realmente un cenáculo, el cenáculo del amor de Cristo Jesús con la Madre María, ella es la puerta esperando que todos ustedes entren.

Ustedes van a pensar, necesitan confesarse, necesitan preguntas y repreguntas para poder concientizar este momento, los momentos de mi Dios.

Yo no soy nada, hijos, yo soy una pobre mujer que ha batallado en la vida desde niña. No fue fácil, ¿pero saben por qué he perseverado? Por la oración, oración continua. Yo no me acuesto… todas las noches me acuesto a las 4:00 de la mañana en oración, y digo a veces: Señor, ya me voy a morir. Pero al mismo tiempo digo: ¡Ay, Señor!, qué fuerza me das cuando abro los ojos y refresco mi mente, se abre un mundo impensado por el hombre, un mundo nuevo de esperanzas, de ilusiones, de alegrías continuas con una familia grande y numerosa: siete hijos, catorce nietos, todos los esposos de mis hijas y la esposa de mi hijo; toda una familia unida que permanece.

Yo le pido al Señor: ¡Ay!, mi familia, Señor, Dios mío, te la entrego toda, toda. Señor, yo no quiero para mí nada, lo que deseo es que ellos te sirvan, Señor, con humildad, con amor a quien toca sus puertas, no importa de dónde vengan y cómo lleguen, es extenderle las manos.

Así ustedes, transmitan este amor y la concientización de que este momento para la humanidad es muy difícil, estamos al borde de una guerra. Hay que detenerla con la oración, con la meditación, con la penitencia, con la Eucaristía, con nuestros esfuerzos que tengamos, no descansar: una mirada, una palabra, una esperanza.

Leer la Sagrada Biblia para que Jesús nos pastoree, para que nos lleve de la mano… a vosotros para acondicionar sus almas a un encuentro con ese Señor Jesús. Nosotros a veces vemos a Cristo, así como algo que no se puede… Cristo, no. Jesús convive entre nosotros, en cada acto de nuestra vida está Él viendo, observando, dirigiendo nuestros pasos en la vida, para qué servimos. Cada uno tiene algo que hacer: unos serán médicos, otros abogados, otros jardineros, otros carpinteros; no importa, pero tener algo que hacer en la vida. Pero hay algo muy hermoso y muy grande que yo creo que es lo más perfecto del hombre… sí, la familia, el hogar, un hijo; pero es el sacerdocio, las monjas, santos sacerdotes.

Necesitamos almas Hostias, puras, vírgenes. La virginidad, mi dolor más grande fue tener que casarme. Él lo sabe porque es verdad. Yo quería ser pura para Dios, pero Dios me mandó al mundo: “Hija mía, ve al mundo. Vas a enfrentarte con el hombre, pero te daré las suficientes fuerzas para que sigas.” Fue para mí muy duro ir al Convento tratando de llevar allí mi vida y un día Santa Teresita del Niño Jesús me tiró una rosa, una rosa del altar y que se clavara una espina en mi mano, sangrando. Son cosas que yo decía: Dios mío, ¿cómo es esto? Y me daba vergüenza con las monjas, pero ellas estaban allí conmigo. No eran alucinaciones mías. Después, siento a mi Señor que me dice: “No, hija mía, vete a Roma, allí está tu puesto, allí está tu lugar.”

Tomar aquellas decisiones tan fuertes. Las monjas le contaron al Monseñor y él me dijo: “Bueno, María Esperanza, hija, sigue luchando, tienes que hacerlo con mucha humildad.”

Fue fuerte desprenderme de mi madre, Dios mío, cuando me fui allá con las monjas, que me llevó San Gabriel – tan bella la Madre Superiora – fue un golpe el que yo me viniera, pero en cambio, luego tuvieron muchas vocaciones; y tan es así, que a una de ellas, le pusieron el nombre de María Esperanza. Como ves, son cosas que yo digo: Señor, hay que hacer un sacrificio en una forma o en la otra porque inmediatamente ya tú ves, pues, la esperanza, el alivio a tu corazón de ver que Dios compensa a sus criaturas en una forma u otra.

Por eso, yo les pido, muchachos, oren mucho.  Mi vida es de oración, de fe. El hombre es un problema muy serio; si me ven como soy, dicen: “Ésta está fingiendo.” Tengo que ser natural, tal cual como Dios me ha hecho y tengo que ocultar todo aquello, aquello místico, aquella cosa, porque soy una madre y las madres tenemos que darle a nuestros hijos el calor, el apoyo. No vamos a escondernos, no vamos a tratar de cambiar las cosas. Tienen que ser espontáneos, naturales. La vida es de pequeñas cositas, no de grandes cosas, sencilla, natural, a la mano, todos unidos.

Yo los veo así y se me llena el corazón de regocijo de mirar que son sencillos. Yo también de niña me sentaba así en el piso para rezarle a mi Madre, a sus pies me arrodillaba y me pasaba horas, horas y horas, y no me cansaba.

Entonces, hijos, yo les ruego, deseo de aquí, de Guayaquil: almas Hostias, muchachos que se consagran a Jesús; aquéllos que yo realmente… yo sé que es un grupito de trece o catorce, quizás, pero no sé, cuando he visto así, siento que siete pueden llegar a coronar sus anhelos, sus deseos que en el fondo esconden u ocultan.

Quizás, muchos de ustedes no hayan dicho: “Yo quiero ser sacerdote, yo tengo deseos.” Todavía, quizás les da como temor, les da como miedo, pero no tengan miedo, todo es posible en la vida. Necesitamos ahorita un regimiento de vidas que constituyan la hermosura y la grandeza de nuestra Iglesia católica, apostólica, romana, universal.

Tenemos un Santo Padre que se está dando de un lugar a otro todos estos años, e intentaron contra su vida, y Dios lo tiene allí todavía con todos sus dolores que muchas veces de noche no duerme, porque esa herida que le dieron en sus entrañas todavía duele y más duele el corazón. Sin embargo, él, allí, humilde, sencillo, honesto va adelante para ayudarnos a caminar mejor, para enseñarnos que la donación de una vida al Señor es donación de muchas otras vidas más porque van siguiendo el camino del padre, o sea, a nuestro Padre el Papa, a nuestros sacerdotes, a nuestros amados pastores.

He aquí, que nace un mundo nuevo de ilusiones porque está la gracia y la gracia da la ilusión de convivir con nuestros hermanos, de vivir el Evangelio, de sanearnos mutuamente al otro, diciéndote: Corrige; con mucha delicadeza. Nadie debe decirle a alguien: Mira, tú no sirves, o, tú esto; no, nunca. Sepan decir las cosas, vayan con mucho cuidado, con mucha serenidad, con mucha paciencia decirse las cosas. Esas cosas al Señor le duelen mucho, cuando se tratan mal, cuando se ofenden. No se ofendan nunca; sopórtense. Y cuando sus superiores les llaman la atención, escuchen porque ellos saben más, ellos ya pasaron por su seminario, dejaron sus padres, dejaron sus familias, lo dejaron todo.

Por ello, que yo amo el sacerdocio, y cuando Monseñor Pío Bello me dijo que hiciera mi carta para presentarla a Roma, yo dije: Voy a ofrecer mi vida por el sacerdocio, por todos los sacerdotes y religiosas del mundo, por todos aquéllos que lo han dejado todo para entregarse al Señor. Yo no pude hacerlo, pero el Señor me ha dado otras cosas que han llenado mi vida de mucho amor y de concientización de que el valor humano es lo más hermoso que existe, valor para afrontar los problemas de cada día y más que todo, reafirmar nuestros pasos donde Dios nos ha colocado.

Entonces, yo quiero que ustedes desde hoy piensen: confesión para comenzar una vida nueva.

Ustedes van a sentir algo muy hermoso en el corazón; van a sentir el roce y la calidez de María, la sencillez de María, la humildad de nuestra Madre; ustedes van a sentirse que algo les dice, los corrige, los enseña, ustedes en el fondo van a sentir en verdad a María con sus rosas, van a sentir sus olores fragantes; y la brisa del Espíritu Santo soplando, brisa que te llega de momento y eso te ayuda, te despeja la mente, te orienta, te ayuda a sobrevivir de los días tristes, nublados que tengáis.

Es el momento para abrir una apertura, una apertura en la cual te sientas en uno con Dios y en uno con tus hermanos, en uno con toda la humanidad porque allí está Jesús, es el Hijo Divino, es el Espíritu Santo con sus dones: el don del entendimiento; del bueno consejo para todos vosotros; el don de la piedad, sí; y, el don del temor de Dios para no ofenderlo.

No es que nos va a castigar, no, Dios no es un Señor castigador, no, es un Señor que llama al botón, a la conciencia del hombre. Tú sabes cuando has hecho mal, cuando has faltado a las reglas, a los principios doctrinales de esos mandamientos de la Ley de Dios, tú sabes cuando has hecho mal. Entonces, decir:

  • Señor, perdóname, yo quiero vivir en cónsona con esa Iglesia maravillosa que nos has dado; Señor, llévame de la mano; Señor, invítame a la oración, quiero orar contigo, Jesús.
  • Padrenuestro.

No sé, yo espero que me hayan podido comprender. Yo no sé nada, yo simplemente me dejo llevar por esta corriente divina, maravillosa que me llena por dentro y que me hace feliz al ver felices a los demás.

Y yo deseo… sé que ustedes hoy recibirán la gracia del Espíritu Santo. Que sople para vosotros y que se sientan realmente con su Señor ante la Eucaristía en el sagrario.

Horas de adoración ha sido mi vida entera, no desperdicio las horas. Muchas veces digo: Señor, es verdad que mañana necesito levantarme temprano. Pero le digo: Yo no te puedo abandonar, cuántos sagrarios están solos y nadie está allí orando por Ti, las Iglesias cerradas y no hay… Yo no sé si me comprendan, pero algún día ustedes van a comprender lo que significa la Eucaristía, la adoración del Santísimo Sacramento del altar. Esto es lo que me ha dado esta fuerza y cuando ustedes me ven sentir… qué felicidad inmensa es sentir al Señor que convive contigo en medio de todos los pecados y debilidades.

Yo les hablo con el corazón;  no hay mentiras ni engaños; hay una verdad sólida, pensante. Entonces, muchachos, los quiero mucho.

Cuando los veo sentaditos me digo y siempre lo digo: La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo; sin humildad no hay nada que hacer. Pidamos cada día humildad, humildad, humildad. No la humildad de vestirnos de harapos, no, no, no. El Señor nos quiere tal como somos, profundos en el corazón, es encontrarnos con el Señor, es abrazarnos a Él para fecundizar la tierra y que se levanten todas las comunidades del mundo para alimentarse unas a otras con el valor del cristiano verdadero que ama y siente a su Dios.

Dios los guarde a todos, Dios los bendiga.

Gracias a todos de haberme escuchado; han sido verdaderamente muy educados siempre. Muchachos, los he visto a cada uno de vosotros. Aprendan ustedes mismos con valor; entereza; y con voluntad a llamarse al botón, apenas hagas una cosa, llámate al botón y no eres capaz de una mala acción, no, no. Es que Dios no te va a permitir que tú te pierdas, que tú cometas errores que después ya no puedas hacer nada.

Por ello, adelante; y, pidamos a mi Señor que nos llene el corazón de regocijo, de esperanzas, de ilusiones de que María convive entre nosotros, de que Jesús está entre nosotros; no lo vemos, pero Él está, su presencia, sí, en todos los altares del mundo allí encerrado en la Eucaristía esperándonos, pero Él también se sale y viene para que así podamos seguir sus pasos de caminante, una caminata que no se cansa nunca, conduciendo sus ovejas, Pastor de Almas.

“En el Nombre de mi Padre, Yo los bendigo, hijos míos;

en el nombre de mi Madre, Yo los curo del cuerpo y del alma;

y les guardo aquí en mi Corazón; les guardaré, les guardaré aquí en mi Corazón desde hoy y para siempre.”

Que la paz sea con vosotros y que la luz del Espíritu Santo ilumine sus almas. Están en paz y en armonía con el mundo entero.

  • Ave María Purísima.

(La Coral Betania canta el “Ave María de Finca Betania”.)