Discurso de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Gospa Missions
Sábado, 4 de septiembre de 1993
Buenas tardes a todos mis niños, mis niños del alma. Amo tanto a los niños, los siento en mi corazón y cuando los veo a todos aquí con la sencillez de ese niño inocente que comienza a dar sus primeros pasos por la vida, mi corazón aún más se enternece de pensar en mi Madre, María Santísima cuánto amó a Jesús, su Divino Hijo y cuánto nos sigue amando a nosotros también especialmente a mis niños, los niños de Gospa, los niños de Medjugorje, los niños de Bosnia, los niños de todas las apariciones de la Madre Santa. Ella, María, quien nos viene a buscar a todos… y vosotros sois los niños mimados de mi Madre y de Gospa porque María desea de vosotros lo más hermoso que una Madre puede pedir a sus pequeños que comienzan a crecer y a dilucidar lo que significa la Madre María, la Madre de Jesús y la Madre vuestra o mejor dicho, de todos nosotros.
Entonces, mis pequeños, vosotros vais a crecer, seguiréis creciendo, llegarán a jóvenes estudiantes y qué feliz se sentirán de poder haber venido aquí cuando se consagra a mi Madre el día, la llamada María de la Paz, la paz del mundo, la paz de todas las familias cristianas, de toda esa familia buena que siempre está deseando que sus hijos crezcan robustecidos de la fe, del conocimiento con la esperanza de poder vivir todos y cada uno de vosotros el Evangelio. Serán preparados y podréis también entre hermanos, entre amigos llevar el mensaje de María… que María está amoldándonos, enseñándonos a crecer espiritualmente porque es el crecimiento espiritual de un alma lo que vale en el ser humano, un niño dotado de gracias y facultades espirituales; porque María les irá dando a todos ustedes el don y la gracia de poderlos llevar de la mano educándolos con Jesús, el Divino Infante de Belén, el niño de 12 años que llegó al Templo en medio de los doctores de aquella época, los sabios para ver y sentir el ambiente pero fue que su Padre Divino, el Padre Celestial lo llevó de la mano. Sus padres lo buscaron y no estaba, fueron a dar al Templo y allí fue que aquellos sabios que estaban allí predicando, dando la palabra de amor, de fe y especialmente de sabiduría, lo que significa la sabiduría de un Hijo de Dios que apenas comenzaba a dar sus primeros pasos por la vida.
Así pues, mis pequeños, no olviden nunca este día aquí en Gospa porque mi Señora Madre los ha venido a visitar a todos y los va a ir a visitar a sus hogares con sus rosas. Cuando sientan el olor a rosas, a flores, digan: “María está en mi casa, ha venido aquí a visitarme”; también el soplo del Espíritu Santo, una brisa suave la van a sentir ustedes en el colegio cuando tengan… estén en apuro: “¿Cómo hago con la clase, cómo hago Señor? Quiero aprender, quiero ser un buen alumno en la escuela, quiero y deseo ser un estudiante, verdaderamente que pueda dar la talla y sentirme que mi escuela es mi otra casa.” Porque la escuela, el colegio, la universidad es la casa de los estudiantes. Tenemos tres casas: la casa donde nacimos o donde vivimos; la casa que es la nuestra Iglesia, la Madre la Iglesia que debemos amar tanto con el Santo Padre el Papa y con todos sus sacerdotes, con todas las religiosas, con toda la comunidad cristiana y la otra casa, la casa nuestra… tres casas: nuestro hogar, nuestra casa, como ya les dije; la casa de la universidad; y la casa de la Iglesia de Dios y digo por último la casa de la casa de Dios porque ella es la que nos va a ayudar en la vida: Jesús en el Santísimo Sacramento del altar alimentándonos, fortaleciéndonos.
Cuando vayan a tomar su Primera Comunión, ello es el día más hermoso y más grande de los niños, recibir por vez primera a Jesús en el corazón. El día que yo la recibí cuando yo era pequeña, tenía 7 añitos, me sentí la niña más feliz de la Tierra porque Jesús entraba en mi corazón; y así lo van a sentir ustedes, cada uno de vosotros para poder así darle a sus padres la alegría de un niño que realmente está cumpliendo con sus deberes con la Iglesia, con su hogar y con la universidad, con su escuela.
Entonces, gracias, mis pequeños, gracias al Sr. Tomás de que me dijera: “Dile algo a los niños.” Son los niños del mundo entero que están con ustedes aquí, todos los niños están congregados aquí, de los más lejanos países del mundo… todos unidos en ustedes aquí… un solo corazón latiendo, una sola vida, la vida de Cristo en la vida de María, en la vida de sus padres, en la vida de todos los presentes en un solo corazón.
Dios me los guarde, la Virgen me los bendiga, me los acompañe, Dios los bendiga.