Maracaibo, Zulia, Venezuela

Palabras de la sierva de Dios María Esperanza de Bianchini
Centro de Pesquisa de la Liga Anticancerosa
Miércoles, 23 de octubre de 1991

(La Sra. María Esperanza dirigiéndose a una señora que se le acercó llorando.)

Tranquila, tranquila y ahora, pues, tienes que dejárselo todo a mi Madre, es el amor y esos deseos de poder realmente hacerse sentir en el corazón de los niños, de los inocentes, de los jóvenes, de los adultos, de los ancianos encorvados por los años. Tenemos que darnos sin cansarnos ni decir: Me está molestando; no, siempre con una sonrisa y adelante con un servicio en bien de la colectividad humana.

Dios te guarde.

(Luego le habló a un grupo de enfermeras y médicos.)

Es la perseverancia continua, seguida… son los soldados, unos soldados muy generosos, porque muchas veces uno se enferma, sin embargo, se levanta y firme a su trabajo.

Yo le digo siempre al Señor: Señor, que yo muera como un soldado de pie. Y así quiero que la mayoría de todas las personas cuando tienen su trabajo. No se cansen, no se sientan tristes, porque se sientan mal o enfermos; piensen que el Señor da la fuerza, que la Madre está con nosotros.

Es María en estos tiempos de grandes calamidades que se está acercando, que ha venido a encontrarse con nosotros para aliviarnos la carga, porque son muchas cargas.

Bueno, la asistencia va a llegar. Yo no soy nadie, soy una pobre mujer, pero con un corazón con un gran amor a todo lo que contiene vida del Señor, porque es Él… un manantial de amor.

(A otro grupo les dice.)

Piensen en el manantial de vida nueva que se ha derramado sobre nosotros, o sea, el agua de la vida… es una vida nueva, es una fórmula nueva, es algo nuevo que ustedes están recibiendo en este momento.

La fe es algo que nace – no se hace – espontánea, natural, va creciendo cada día y nosotros nos vamos encomendando a la voluntad de Dios, para lo que nos quiera, donde nos quiera, donde sea, no importa, es Él quien obra en sus hijos y es su Madre que nos va conduciendo.